Pitingo «Soy muy presumido. Tengo una colonia para el día y otra para antes de dormir»
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Está a punto de cruzar el charco para cumplir uno de sus grandes sueños: trabajar codo con codo junto al mítico compositor Manuel Alejandro, en el disco homenaje que está preparando con el productor internacional Rudy Pérez. Lleva mucho tiempo planteando mudarse y por fin se ha decidido. El 27 de diciembre, Pitingo cogerá un vuelo de ida junto a su familia pero sin billete de vuelta. Antes se despedirá por todo lo alto con una serie de conciertos, el primero en el Cartuja Center de Sevilla, el 13 de noviembre.
—¿A dónde va exactamente?
—Vamos a Punta Cana, un sitio estratégico porque está muy cerca de EE.UU. y Latinoamérica. Es una nueva etapa en mi vida y un paso más en mi carrera. Un sueño.
—¿Un paso permanente?
—Me voy con billete de ida pero no sé qué me deparará la vida. No sé si acabaré en Punta Cana, en España, en Los Ángeles... donde me lleve el destino. Voy a conquistar los corazones de las personas.
—¿Qué echará más de menos?
—A la gente, la comida, la cultura, pero vendré continuamente para ver a mi gente y estar en mi tierra, que la necesito.
—¿Cómo es cuando se baja del escenario?
—Soy normalito, en el mundo del artista hay que aferrarse a eso, a tu gente, a tus raíces porque si no vuelas rápido y hay que tener los pies en la tierra. No soy de los que le guste estar todo el día de fiesta, soy muy casero y me gusta estar con gente que no tiene nada que ver con este mundo, aunque tengo amigos del gremio. Pero hay mucho de plástico alrededor de los artistas y trato de evitarlo.
—¿Es presumido?
—Mucho (risas). Desde pequeñito, como mi abuelo Pitingo y mi bisabuelo. Tengo una colonia para el día y otra para la noche, antes de acostarme. Siempre una ducha y me hecho mi colonia. Me gusta cuidarme. Muy pitingo, como decimos nosotros.
—¿Era trasto de pequeño?
—Sí, estaba todo el día bicheando, era muy líder de travesuras. También era otra época, estábamos todo el día en la calle haciendo trastadas, era una vida muy bonita.
—No tuvo una infancia fácil como hijo de guardia civil.
—De pequeño no era muy consciente. No entendía por qué no podía decir que era hijo de guardia civil o por qué no ponía la dirección en mi DNI. Mi padre me decía que nunca lo dijese, que dijera que era hijo de funcionario. Al tiempo empecé a darme cuenta de todo y viví cosas terribles. Teníamos avisos de bomba una vez al mes por lo menos... fue duro pero nos protegieron muy bien. Nos tenían como en una burbuja para que nos supiésemos mucho, pero sí veíamos a nuestros padres mirar siempre los bajos del coche o cambiar la ruta.
—¿Por eso es un artista tan valiente?
—No me meto en política, pero cuando veo que ahí está Otegi es otra cosa. Veíamos continuamente su foto en el cuartel, en busca y captura, y cuando lo ves en la tele, piensas qué sufrimiento para le gente que ha perdido a sus familiares. Es como si ahora sale el asesino de Marta del Castillo y dice que se va a meter a política.
«No soy de los que les gusta estar todo el día de fiesta. Hay mucho de plástico alrededor de los artistas y trato de evitarlo»