El 25% de los pelirrojos
La identidad no es sinónimo de agravio, y la industria cultural no está hecha para reivindicar
No hay suficientes cristos asiáticos, ni monaguillos negros, tampoco vírgenes de cabello rubio. Puestos a buscar, no hay suficientes mujeres en las novelas de Conrad y para traducir las historias de Camilleri habría que ser napolitano o por lo menos haber nacido en Campania.
Puestos a legislar, y ya que en el BOE apareció una resolución de la Generalitat valenciana por la que se incoa expediente para preservar la paella de cualquier profanación, desde los guisantes hasta el chorizo, habría que convenir también una disposición legal que supervise la divulgación, impulso y fomento del ladino en todas y cada una de las señales de la ciudad de Toledo.
Se nos pasa la mano en el asunto de las identidades, incluso habría que decir cuánto se nos va la pinza usando el principio del agravio para trasegar con otros asuntos. En nombre de la cooficialidad de las lenguas, más de uno quiere arrimar la sardina para su ascua: llámese xenofobia a la inversa, discriminación positiva y obcecación nacionalista, aunque al ministro Iceta le dé por decir que se trata de Federalismo Cultural.
Proliferan episodios de este tipo. Esta misma semana Luis García Montero, director del Instituto Cervantes, alertó sobre el uso imperialista del español, como si los 500 millones de hispanohablantes no hubiesen asimilado un territorio común. Un ecuatoriano y un español en Madrid se entienden, pero en Alemania hablan la misma lengua.
A esa, se añade la más reciente reivindicación de ERC, que no presentó enmiendas a los presupuestos, a cambio de que el 25% de la producción de las grandes plataformas sea catalán.
Las industrias culturales, la creación simbólica en la era de reproductibilidad técnica, no están hechas para reivindicar. Su propósito es la libertad que tienen quienes las crean para divulgarlas y quienes las consumen para elegir esta o aquella. Que jamás hay pelirrojos en los vídeos de R&B es un asunto que habría que hacerse mirar. La identidad no es sinónimo de agravio. Y por eso conviene seguir aclarando: porque algunos están empeñados en enturbiar el asunto.