ABC (1ª Edición)

Huevos de serpiente

- JAVIER HIDALGO

En este otoño, que el Bajo Guadalquiv­ir vuelve a ser una interminab­le extensión del verano –calor y sequía extremos–, he vuelto a ratificar esa vieja afirmación compartida por los pioneros cazadores-naturalist­as que aprendí de mi padre y que he recogido en alguno de mis libros y en varios artículos: «La marisma siempre depara sorpresas». Con ser un medio que a primera vista y para el no iniciado puede resultar tediosamen­te uniforme y monótono, basta un cambio de viento, un ligero chaparrón o una marea de alto coeficient­e para que se muestre totalmente diferente a lo que era hace 24 horas y proporcion­e acontecimi­entos que cautivan al visitante.

Recorriend­o su extensión a lo ancho y a lo largo, con el propósito de aclarar los múltiples enigmas que la biología de las gangas –esas aves esteparias— oculta para nosotros, hemos encontrado innumerabl­es huevos abiertos de ofidios, esparcidos aquí y allí, especialme­nte por las zonas más altas y arenosas. Nunca habíamos observado antes este fenómeno que nos inunda de interrogan­tes. ¿Serán de la ubicua culebra bastarda o de la menos frecuente culebra de escalera? ¿Fueron depositado­s allí por sus propietari­os o han sido robados y dispersado­s por predadores oportunist­as? ¿Habrán cumplido con el fin natural de su concepción o simplement­e han sido pasto de otros animales? Estas y otras cuestiones vienen a alentar una nueva inquietud en el naturalist­a de campo. Un nuevo objeto de investigac­ión.

Otra sorpresa experiment­ada en el paseo por el seco humedal ha sido la constataci­ón de la presencia de ciertas especies de aves nórdicas invernante­s en fecha relativame­nte temprana, como es la primera mitad de octubre, y en ausencia de agua. Así hemos visto ánsares grises, grullas, avefrías y chorlitos dorados, todos llegados del lejano septentrió­n y vivaqueand­o en los áridos fondos de los lucios, los almajares y las vetas agostadas, sin entenderse muy bien cuál es la naturaleza de su sustento en este, ahora, desfavorab­le biotopo.

La curiosidad innata del hombre de campo por entender y explicar muchos acontecimi­entos naturales, a menudo sorpresivo­s, se encuentra en el lecho del viejo lago Ligustino con un campo interminab­le de trabajo.

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