Un hombre mayor con prisas
La carrera contra reloj de Biden para demostrar que la democracia de Estados Unidos funciona
Cuando un nuevo presidente toma posesión de su cargo en Washington, los cuatro años de su mandato parecen el equivalente a una eternidad política tras una acelerada e intensa batalla electoral. Sin embargo, pensar que el reloj se ralentiza una vez conquistada la Casa Blanca no corresponde con el ritmo infernal al que se encuentra sometida la moderna Presidencia de EE.UU. En realidad, los ocupantes del despacho oval disponen de 24 horas (una semana como mucho) para fijar el tono y prioridades de su gobierno. Tras los cien primeros días, métrica acuñada por el alarde de gestión ante circunstancias extremas realizado por Franklin D. Roosevelt en 1933, toca materializar los primeros resultados tangibles. Y en virtud del calendario que impone elecciones legislativas a mitad del mandato presidencial, los grandes proyectos tienen que hacerse realidad en los dos primeros años antes de que los cálculos electoralistas terminen por paralizar a casi toda la clase política en Washington.
Durante sus primeros diez meses como presidente, Joe Biden ha demostrado fundamentalmente que es un hombre mayor con prisas. Consciente de que, aunque le falte el vigor requerido, se encuentra embarcado en una carrera contra reloj para demostrar ni más ni menos que la democracia de Estados Unidos funciona, sobre todo tras la sobredosis de populismo que culminó en el vergonzoso estallido iliberal que supuso el asalto al Capitolio perpetrado el pasado 6 de enero.
Toda esa premura explica desde la precipitada retirada de Afganistán hasta el pulso en el Congreso para estrechar con la ayuda del presupuesto federal la creciente distancia entre los ideales americanos y su realidad más miserable. Sirva recordar que poco después de la toma de posesión de Franklin Roosevelt, un conocido evaluó lo que estaba en juego con su ambicioso paquete de reformas conocido como ‘New Deal’. «Señor presidente, si su programa tiene éxito, será usted el mejor presidente de la historia de Estados Unidos», le dijo el visitante. «Si fracasa, será usted el peor». «Si fracasa», respondió Roosevelt, «más bien seré el último».