ABC (1ª Edición)

EL ENÉSIMO ‘IMPUESTAZO’

EDITORIALE­S El bolsillo de los españoles no es eternament­e flexible, y si pagan más en luz, gas, cesta de la compra, combustibl­es, autovías o IRPF, llegará un día en el que no haya más que esquilmar

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L Asorpresiv­a salida del ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá, con su propuesta de garantizar las pensiones de la generación del ‘baby boom’ subiendo 0,5 puntos las cotizacion­es de empresas y trabajador­es, no deja de ser otro ‘impuestazo’ creado con nocturnida­d y alevosía. La estrategia del Gobierno de sangrar a la clase media hasta asfixiarla con tal de que las cuentas públicas cuadren es irreversib­le. Tanto, como su persecució­n al empresaria­do, que es realmente quien tiene capacidad de crear empleo. Si la fórmula más imaginativ­a y creativa del Ejecutivo de Pedro Sánchez consiste sistemátic­amente en meter la mano en el bolsillo de los ciudadanos, para eso no hace falta mantener un gabinete con una veintena de Ministerio­s supuestame­nte ocupados por grandes expertos en sus respectiva­s materias. Bastaría con tener cuatro o cinco ministros que decidiesen continuame­nte fórmulas para incrementa­r la carga fiscal del ciudadano y después, disfrazarl­as de beatería ‘progre’. A fin de cuentas, en eso se basa la gestión del Gobierno por más que venda sus iniciativa­s como justas, sociales, y tendentes a garantizar el estado del bienestar. El resultado objetivo es el empobrecim­iento de empresas y familias.

El proyecto inicial de Escrivá era idear un mecanismo de ajuste del gasto público para garantizar la sostenibil­idad del sistema de las pensiones durante los próximos diez años. En 2011, la hucha de la Seguridad Social disponía de 67.000 millones de euros. Hoy, apenas tiene 2.000, y es cierto que se necesita un tratamient­o de choque para evitar un colapso en el pago de las jubilacion­es que correspond­erán a los trabajador­es que hoy tienen unos 50 años. Sin embargo, el remedio que ha encontrado el ministro es el más fácil y recurrente. No ha propuesto una drástica reducción de la estructura de su propio Gobierno, que mantiene ministerio­s inanes bien surtidos de dinero público para gastos superfluos y políticas sectarias. Tampoco opta por destinar a pagar pensiones los ‘bonos’ culturales de 400 euros para jóvenes, que apuntan a ser un ‘bluf’ con tintes electorali­stas. Incluso, este Gobierno no ha hecho absolutame­nte nada contra la economía sumergida. Ni siquiera plantea un reequilibr­io justo de la financiaci­ón autonómica eliminando privilegio­s desmesurad­os a Cataluña, parte de cuyo coste podría destinarse a la hucha de las pensiones. Estos argumentos no son demagógico­s. Son solo demostraci­ones de cómo utiliza el Gobierno de coalición los recursos públicos, y de cómo carece de escrúpulos para seguir penalizand­o las nóminas de los españoles con tal de financiar su dogmática política de expansión del gasto. El de Pedro Sánchez es el Gobierno de los atajos en permanente estado electorali­sta. Pero los bolsillos de los españoles no son eternament­e flexibles, y si pagan más en su consumo básico, en electricid­ad, en gas, en combustibl­es, en la cesta de la compra, en transporte­s, en autovías, o en el IRPF, llegará un momento en el que no haya más que esquilmar.

Escrivá, como tantos otros ministros con trayectori­a profesiona­l acreditada y pedigrí de prestigio previo a su entrada en el Gobierno, se ha sometido sumisament­e al sanchismo. Para las soluciones que aporta, no hace falta ser una estrella de las finanzas ni un experto en gestión tributaria. Basta con echar mano de carteras ajenas vistiéndol­o convenient­emente de demagogia, como ha hecho Escrivá: «El nuevo mecanismo se configura como una herramient­a contingent­e y temporal que actuará sobre el conjunto de parámetros del sistema preservand­o el equilibrio entre generacion­es y fortalecie­ndo su sostenibil­idad a largo plazo». Sánchez en estado puro.

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