Todo en ti fue semántica
Calviño insiste en desafiar a Yolanda Díaz, cuya derogación de la reforma laboral deja en simple «corrección»
Nadia Calviño Vicepresidenta primera del Gobierno
No está la vicepresidenta primera del Gobierno por la labor de pronunciar el verbo ‘derogar’ cuando va seguido del complemento ‘reforma laboral’. No se suelta. Se agarra a una semántica balsámica, poco hiriente, atemperada, para no sobreestimular el afinado oído de Bruselas y la patronal. Le cuesta decirlo y asumirlo, pero es cosa de ponerse a practicar, como lo de aquella economía que se aprendía en dos tardes. Hay palabras más difíciles, incluso para sensibilidades tan progresistas como la de Calviño. Pruebe la vicepresidenta a ensayar con ‘autoridadas’, o con ‘proponido’, o con ‘matria’, o con ‘niñes, o con ‘escuchades’, o con –esto es para nota– la ‘cituasión individual de cada uno’. En este escenario lingüístico, tan convulso, un término como derogar es lo más natural del mundo. Es lo que hacen los gobiernos con las leyes que van quedando obsoletas. Todo es y debe ser mejorable. Nadia Calviño insistió ayer en que lo suyo no es derogar la reforma laboral, sino «corregir» ciertos elementos. El debate sobre la definitiva formulación verbal de la contrarreforma con que desde hace dos años amaga el Gobierno le parece «estéril». Lo dice la segunda de a bordo del camarote de Pedro Sánchez, compañía estable cuya gestión política ha consistido básicamente en no llamar a las cosas por su nombre, en difundir y popularizar un argot de laboratorio de naturaleza encubridora y en pervertir la realidad a partir de un juego semántico que convierte a sus miembros y miembras en tahúres e ilusionistas de la palabra.