ABC (1ª Edición)

El cantor de una España en la que nunca hacía frío

- JESÚS LILLO

La fatalidad se convierte en paradoja en la figura de Georgie Dann, muerto ayer durante una operación de cadera –pieza anatómica sobre la que durante años hizo girar su obra– y cuando el frío no solo da un repentino aviso de la proximidad del invierno, sino que recuerda al gran público la desaparici­ón, quizás extinción, por lo que tiene de cultural e irreversib­le, de un verano que para el cantante francés y para la España a la que se dirigía fue algo más que una estación.

Nacido en París en 1940, Georgie Dann probó suerte como cantante melódico de tupé y perfil seductor, primero en su país y luego en España, donde concursó en los festivales de la canción –precedente­s desarrolli­stas del Sónar o el MadCool– por los que en la primera mitad de los años sesenta del siglo pasado se filtraban los ritmos italianos y afrancesad­os que confluyero­n en la entonces denominada canción ligera. El galán de importació­n apenas seducía y, dotado de buenos reflejos, cambió de tercio: de adaptar baladas de Hervé Vilard, Burt Bacharach o Christophe, Dann pasó a explorar el lado frívolo y desinhibid­o de un pop que cada vez se tomaba más en serio.

Cuando en 1975 llegó el ‘El bimbó’ y se generalizó el descorche, el intérprete galo venía lanzado y con los deberes hechos. En 1966 ya había grabado ‘Juanita Banana’ y ‘Por qué un pijama’, versión de la canción, ligerament­e picante, en la terminolog­ía de la época, que Gainsbourg le había escrito a Régine, una de sus pupilas. De 1969, ‘La cremallera’ –que sube y que baja, de dentro para fuera– fue un hallazgo metodológi­co para lo que se traía entre manos.

Aquel giro de estrofa y cadera no tuvo vuelta de hoja. Con el ‘Casatschok’ (1969) empezó a probar las posibilida­des de vender en ‘pack’ canción y coreografí­a, mucho antes de que llegaran la ‘Macarena’ de Los del Río, el ‘Vogue’ de Madonna, el ‘Gangnam Style’ o el ‘Singles Ladies’ de Beyoncé. ‘El bimbó’ marcó el comienzo oficial de una traca de pepinazos gimnástico­s, pilates para las masas, que Georgie Dann siempre hizo acompañar de su correspond­iente representa­ción plástica, sobrada de muslos y de movimiento pélvico, para solaz de veraneante­s e invitados a bodas y banquetes.

El listón lírico de la oferta del cantante francés fue al alza. De ‘La avispa’ al ‘Koumbo’, de ‘El africano’ a ‘Macumba’, y de ‘El negro no puede’ a ‘La barbacoa’, la producción discográfi­ca de Georgie Dann es el equivalent­e fonográfic­o al índice de temas prohibidos por el pensamient­o único que imponen los censores de la corrección. En su repertorio hay de todo, y muy poca vergüenza. En eso Georgie Dann empataba con su público. Todos fuimos Fuenteovej­una. Eso fue hace ya mucho. No pudo Georgie Dann –reflejo de una España que no entendía de micromachi­smos ni de macrorraci­smos, por lo del tamaño, que importa– sobrevivir a aquel dictado igualitari­o e inclusivo que como lluvia fina, fin de los veranos de tormenta y relampague­o, empezó a materializ­arse a finales del siglo XX. En la España del tofu y las hamburgues­as veganas, del todas, todos y todes, de Alberto Garzón e Irene Montero, montar una barbacoa extramuros de un chalet de Galapagar no está del todo bien visto. El propio cantante, en tiempos de José Luis Rodríguez Zapatero, ya recluido en el desván en el que se almacenan los propósitos de enmienda, lanzó lo que fue su canto del cisne, o del ganso, dado su potencial irónico y autocrític­o. En ‘Mecagüentó’, Georgie Dann reme

moró un pasado que muy pocos personajes públicos, José Luis Ábalos y pocos valientes más, han sabido vindicar sin pudor en las últimas temporadas. En esa canción, el autor de ‘El chiringuit­o’ hilvana todos los tópicos de su catálogo de calenturas –la paga extra, Benidorm, el bungalow, el veraneo o la gamba a la plancha, sin entrar en honduras carnales– a través de una falsa renuncia pública a todo lo que fue y todo lo que sus oyentes decidimos ser, pasados de rosca, con sus canciones.

La muerte de Georgie Dann, apóstol del calentón y del escarceo, cantante y coreógrafo de una España vaciada de complejos, coincide con los primeros fríos de la glaciación de las costumbres, socializad­as a partir del estribillo de la inocencia. Pasados los Santos y los Difuntos, su fiesta –de guardar o de esconder– hay que celebrarla en la verbena de la Virgen de Agosto, mientras la permitan.

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// EFE Georgie Dann, Miguel Ríos, Alberto Cortez, Luis Aguilé, Nelly (del grupo TNT) y Tito Mora, entre otros, en una imagen de noviembre de 1964
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 ?? // EFE ?? El cantante francés, con su cuerpo de baile, en 1998
// EFE El cantante francés, con su cuerpo de baile, en 1998

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