El lustro perdido para España en la caza del PIB per cápita de Europa
Este indicador cayó en España un 9,8% en 2020, mientras que en la media de la UE solo lo hizo en un 4,9% El ‘sorpasso’ a Italia queda de nuevo muy lejos y no se recuperará el terreno cedido hasta el año 2025
La economía se mueve por ciclos; expansiones y recesiones, más o menos acusadas, pero la historia se repite con el paso de los años y las crisis. España –y Europa– no es una excepción, pero los condicionantes internos provocan que por cada paso atrás que da el Viejo Continente, nuestro país dé dos. Eso ha ocurrido también durante la pandemia con el PIB per cápita, la riqueza por habitante, hasta el punto de que todo lo ganado en la recuperación tras la crisis financiera se ha perdido de un plumazo, y recobrarlo nos costará más que a otros territorios.
Este indicador, según datos del Fondo Monetario Internacional (FMI) medidos en paridad de poder adquisitivo, cayó en España en 2020 casi un 9,8%; por contra, en la media de la Unión Europea solo lo hizo en un 4,9%, la mitad. Y algo similar ocurre en comparación con otros países del entorno como Alemania, Francia, Bélgica... Asimismo, es habitual comparar España con Italia y, en este caso, volvemos a salir mal parados ya que el PIB per cápita de este último descendió 2,3 puntos porcentuales menos que el español, un 7,5%.
La consecuencia de estos datos es que la brecha España-Europa vuelve a agrandarse en términos de riqueza por habitante, dejando entre cinco y seis años de terreno perdido. Un camino que nuestro país ha de recorrer otra vez para situarse en el punto de partida pre-Covid. Y los datos reflejan que igual que la economía es cíclica, España sufre más que el resto durante las crisis y pierde cancha.
Antes de la pandemia, en 2019, el PIB per cápita italiano era un 4,5% superior al español y en 2012 era un 12,5% superior. Se había logrado reducir drásticamente la distancia y el ‘sorpasso’ estaba cada vez más cerca. Pero llegó el Covid y todo se truncó. En 2020 la brecha se agrandó hasta el 6,85%, y no se espera que esta se reduzca a los niveles que había en 2019 hasta 2025, según las previsiones del FMI.
Respecto al conjunto de la UE, antes de la pandemia la distancia era de un 8,5% en riqueza per cápita, y en 2020 el dato creció hasta el 13,5%. Según las previsiones del FMI, España no habrá recuperado ese terreno perdido ni siquiera en 2026, ya que para entonces estima una diferencia negativa para nuestro país del 12,3%, casi cuatro puntos más que hace dos ejercicios.
En comparación a Bélgica, se espera que España recupere la brecha que tenía antes en 2024; respecto a Francia se calcula que ocurrirá en 2025; respecto a Alemania no ocurrirá hasta más allá de 2026; con el Reino Unido es la excepción porque se recobraría la misma distancia ya en 2022.
Indicador de bienestar
«La importancia del PIB per cápita es que es un indicador del bienestar de los países. No es un indicador perfecto, pero hay una correlación con la felicidad, el bienestar», dice José Emilio Boscá, catedrático de la Universidad de Valencia e investigador de Fedea, quien reconoce que hemos perdido lo andado entre 2014 y 2019. «Ahora tenemos un panorama difícil, porque nos hemos vuelto a alejar», añade.
La razón principal de que el PIB per cápita español se aleje respecto al europeo está en cómo ha impactado el Covid en España. «Las razones de la caída del PIB per cápita son las mismas que las del crecimiento económico», sostiene, para añadir que España se está recuperando de manera muy distinta a otros territorios. «Nos quedan siete puntos para alcanzar el PIB prepandemia y el resto de países están casi en niveles prepandemia, eso explica la diferencia», comenta.
Un condicionante para recuperar este indicador está en cómo será la recuperación. Mientras otros están alcanzando ya sus niveles pre-Covid de PIB, España está algo más retrasada. «En otras crisis salíamos con más vigor, creciendo más que otros, y ahora no es así», destaca Boscá.
Miguel Cardoso, economista jefe para España de BBVA Research, reconoce que toda crisis supone para España quedarse atrás, y ahonda en las causas que han llevado a nuestro país a sufrir más: «En España la caída del PIB fue mayor como resultado de una economía donde los servicios presenciales tienen un mayor peso; la prevalencia de la temporalidad (que hizo que se destruyera más empleo al inicio de la crisis); y un tejido productivo con mayor peso de la pequeña empresa (que resistió peor la crisis)».
La recuperación en España no está siendo como en otros Estados miembros. Así lo constata Cardoso, que señala a un aspecto que a menudo pasa desapercibido: «En la recuperación, lo que se ha observado es una caída de la productividad que no se ha visto en otras economías de nuestro entorno. Aquí, hay un par de opciones. Es posible que a pesar de que las empresas estén reincorporando a trabajadores desde los ERTE, estos no tengan qué hacer. Ya sea porque la demanda en su sector no se ha recuperado a niveles anteriores a la crisis (puede ser el caso
de algunos hoteles, restaurantes, centros de ocio, etc.), o porque no hay insumos para la producción (rompimiento de cadenas de valor en la industria). Otra opción es que el empleo que se esté creando no sea tan productivo como el que se destruyó».
Bajo este escenario, Boscá señala que no se está produciendo una convergencia real con Europa. En los periodos de expansión España se acerca, pero luego lo vuelve a perder en las crisis. Esto provoca, a su juicio, que nuestro país deba crecer sostenidamente más que los socios comunitarios durante largo tiempo para poder equipararnos en ese bienestar que supone el PIB per cápita, lo cual no sucede ni sucederá, al parecer, tras la crisis del Covid.
El experto de BBVA Research, con todo, confía en el impulso que puede suponer que se haya dado un empujón a la digitalización, al uso de la tecnología, y la llegada de los fondos europeos, que deberían aportar –dice– en torno a 1,5 puntos de PIB en cada uno de los tres años que vienen.
Pero quedan grandes retos por abordar para lograr ser europeos y no una anomalía en el sur del continente, respecto a los grandes países comunitarios. «Las reformas deben ser ambiciosas. El momento que vive España es único», afirma Cardoso. En este sentido, menciona que hay recursos «para que los costes que sufran los perdedores de cualquier cambio regulatorio (que siempre los hay) sean mínimos», al tiempo que recuerda que «hay que poner especial énfasis en aquellos destinados a mejorar el mercado laboral, incentivando la contratación indefinida, mejorando la flexibilidad interna de las empresas, aprovechando para invertir y volver más eficientes los mecanismos para la reinserción de los parados...».
Los expertos lamentan que no hay convergencia con Europa dado lo mal que se comporta España en las crisis económicas