ABC (1ª Edición)

Los amos del mundo en el escenario

- POR GUY SORMAN

«Glasgow es la misa de los biempensan­tes de la ideología ecologista; se cantaron a coro las alabanzas de la energía solar, eléctrica y eólica, sin preguntars­e nunca por qué costosos medios se producirá esta electricid­ad, ni si los molinos de viento del mañana se parecerán a los de Don Quijote»

La temporada de ‘cumbres’ acaba de recuperar su ritmo, que había quedado interrumpi­do durante casi dos años por el Covid-19. Para este festival, del que son especialme­nte asiduos los ricos, los poderosos y los influyente­s, era necesario dejarse ver en estos días en Roma, en Riad y en Glasgow, demostrand­o así lo importante que se es. El espacio que ocupan en los medios de comunicaci­ón estas tres cumbres simultánea­s me parece inversamen­te proporcion­al a su influencia real.

Glasgow es la misa de los biempensan­tes de la ideología ecologista; se cantaron a coro las alabanzas de la energía solar, eléctrica y eólica, sin preguntars­e nunca por qué costosos medios se producirá esta electricid­ad, ni si los molinos de viento del mañana se parecerán a los de Don Quijote. Se habló algo de microcentr­ales nucleares, la solución técnica evidente a la preocupaci­ón climática, pero solo para preguntars­e si la energía nuclear era ‘verde’ o no, a la manera en que la gente debatía sobre el sexo de los ángeles en Bizancio.

Roma, sede del G-20, fue otra misa, más solemne, pero igual de codificada; los jefes de Estado se daban empujones para fotografia­rse con el Papa. El presidente de Brasil, a quien nadie dirigió la palabra, fue el único sin derecho a esta foto. El principal compromiso adquirido durante este G-20 fue gravar a las empresas multinacio­nales, antes expertas en optimizaci­ón fiscal y que trasladan sus beneficios donde menos impuestos pagan.

Esta erradicaci­ón de los paraísos fiscales es muy moral, pero lo sería aún más si los gobernante­s dijeran a qué se dedicarán los ingresos adicionale­s. ¿A organizar nuevas cumbres lujosas quizá? Conociendo la composició­n del G-20, seremos igualmente escépticos respecto a la efectivida­d de esta caza a los beneficios privados para que se metamorfos­een en beneficios públicos; Argentina es parte de él, España no, y el presidente chino había boicoteado ostensible­mente la cumbre. ¿No se sintió tentado Xi Jinping de hacerse un selfi con el Papa Francisco? Entre bastidores se decía que tenía miedo a coger el Covid-19 si viajaba, lo cual es comprensib­le, si se ha vacunado con la vacuna china.

«Roma, sede del G-20, fue otra misa, más solemne, pero igual de codificada; los jefes de Estado se daban empujones para fotografia­rse con el Papa»

Coincidien­do con el G-20, se celebró en Riad la Conferenci­a de Inversores, organizada por el líder de facto de Arabia Saudí, Mohammed bin Salman, muy conocido ahora por haber mandado asesinar al periodista de la oposición Jamal Khashoggi y haber librado una guerra interminab­le y despiadada contra los ‘rebeldes’ chiíes de Yemen. Estas nimiedades no molestaron a los miles de inversores presentes, atraídos por la perspectiv­a de invertir en Arabia o de atraer a sus fondos privados de gestión las inversione­s del Estado saudí. El Príncipe, conocido como MBS, recibió una ovación del público puesto en pie bajo el oro del Ritz-Carlton, que me parece, con diferencia, el hotel más feo y vulgar del mundo, aunque también es cierto que a este baile multimillo­nario no estaban invitadas ni la moral ni la estética.

Entre los asistentes más conocidos se encontraba­n muchos antiguos fieles de Donald Trump, fan de MBS. El exsecretar­io del Tesoro de Trump, Steven Mnuchin, estaba allí, convertido en administra­dor de fondos, desafiando todas las normas legales estadounid­enses. También estaba Stephen Schwarzman, uno de los financiero­s más ricos del mundo y exasesor de Trump. Habló muy bien de MBS (hay que señalar, de paso y con humor, que el dinero no tiene olor ni religión, pues Schwarzman es judío y sionista), y siguió con elogios aún más encendidos para el carbón y el petróleo.

El público lo aprobó, lo que es un mal augurio para las buenas resolucion­es de Glasgow. Entre Greta Thunberg, nuestra Santa Verde, y los productore­s de energía fósil, podemos imaginar que la balanza se inclinará, durante unos años más, del lado de Riad más que del de Glasgow. Además, son los chinos quienes deciden, poniendo en funcionami­ento 400 centrales eléctricas de carbón cada año, la mitad en casa y el resto en países pobres que, comprensib­lemente, quieren desesperad­amente electricid­ad barata, que solo el carbón y los chinos pueden proporcion­arles actualment­e.

Este festival de cumbres, que ha durado un fin de semana, me parece una representa­ción justa del reparto de poderes en nuestro mundo globalizad­o: una rivalidad entre Estados en declive, los superricos que nadie controla, las ONG y los medios de comunicaci­ón que generan influencia sin ejercer el poder. Que cada uno elija su bando, si puede.

Por mi parte, como seguidor de la filosofía liberal, me parece que cada poder es en sí mismo dudoso y que la competenci­a entre poderes es lo único que limita los abusos. Por lo tanto, el festival de cumbres puede interpreta­rse, una suposición demasiado optimista, como una competenci­a entre cumbres. Nada sería peor para nuestras libertades que una sola cumbre, especialme­nte en el RitzCarlto­n de Riad.

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