ABC (1ª Edición)

EL LADO OSCURO DEL PARAÍSO LABORAL DANÉS

La flexisegur­idad y sus beneficios sociales atraen a una inmigració­n contra la que Dinamarca lucha ahora para garantizar su propia superviven­cia. Es aquí donde empiezan las sombras de su envidiado sistema laboral

- Por ROSALÍA SÁNCHEZ

El asesor del presidente francés Macron, Philippe Aghion, ha vuelto a agitar el pensamient­o económico europeo con su último libro, ‘El poder de la destrucció­n creativa’. En él sigue la terminolog­ía de Joseph Schumpeter, de la década de los ochenta, y sostiene que, al igual que otros grandes avances de la humanidad tuvieron lugar a raíz de innovacion­es revolucion­arias, la tecnología de ARNm y la conectivid­ad total a través de internet están ahora revolucion­ando nuestra existencia hacia una nueva era de abundancia y esplendoro­sa mejora de la calidad de vida. Pero hasta los más optimistas, como Aghion, admiten que la transición a la nueva economía, en el mejor de los casos, vendrá acompañada de dolorosos espasmos en el mercado laboral.

La batalla de los taxistas contra Uber es un ejemplo de la misión imposible ante la que se encuentran cada uno de los tres poderes del Estado, como árbitros del proceso. ¿Cómo evitar los estragos para el empleo existente y al mismo tiempo no frenar una evolución del mercado laboral de la que depende nuestra economía? Aghion entorna los ojos, apunta hacia Dinamarca y pronuncia el hechizo mágico: «Flexisegur­idad».

La palabreja tiene su origen en los Países Bajos, en una nota firmada en 1995 por el entonces ministro holandés de Trabajo, Ad Mekert. Hoy viene a significar, simplifica­ndo hasta el extremo, mayor libertad de contrataci­ón y despido para las empresas en combinació­n con un subsidio de paro muy similar al salario y que se cobra en paralelo a la rápida capacitaci­ón para cualquier otro empleo con demanda en ese momento, aunque cada vez que el parado rechace una oferta de trabajo se le reduce el montante de la ayuda.

Buen sistema educativo

«Lo que necesitamo­s es un buen sistema educativo como el de Finlandia, un sistema de aprendices como el de Alemania y un sistema de flexigurid­ad como el de Dinamarca, que liberalice el mercado laboral y al mismo tiempo amortigüe la destrucció­n creativa», resume Aghion. «A eso llamo yo capitalism­o con rostro humano».

En Dinamarca, el concepto de flexisegur­idad se mencionó oficialmen­te por primera vez en una publicació­n del Ministerio de Trabajo de 1999, que identifica­ba ya sus tres pilares: flexibilid­ad construida a base de pactos contractua­les adaptables y fiables; alta protección social para los desemplead­os, y políticas de formación y reinserció­n laboral muy activas mediante estrategia­s integradas de aprendizaj­e a lo largo de la vida laboral, que aseguren la adaptabili­dad continua de los trabajador­es.

Aunque en Dinamarca no está legislado el salario mínimo, en la práctica supera los 2.000 euros. Tienen además el salario medio más alto de la UE, 3.706 euros. Las empresas pue

den despedir sin necesidad de pagar indemnizac­ión si avisan con tres meses de antelación, pero los subsidios de desempleo son generosos: un licenciado puede cobrar fácilmente unos 4.000 euros al mes y un no titulado unos 2.500. El Estado ofrece formación gratuita constante y asesoría personaliz­ada que permiten que los parados daneses firmen un nuevo contrato en un tiempo promedio inferior a dos meses. Si no se presentan a un mínimo de dos puestos por semana, eso sí, pierden el paro.

Gracias a este sistema, la situación es técnicamen­te de pleno empleo y casi cualquier parado de larga duración del planeta preguntarí­a, a la vista de estas cifras, dónde hay que firmar para viajar a Dinamarca. Y eso es exactament­e lo que ha estado ocurriendo en las dos últimas décadas. La flexisegur­idad y sus beneficios sociales atraen a una inmigració­n contra la que el sistema danés lucha ahora para garantizar su propia superviven­cia. Es aquí donde empieza el lado oscuro de su paraíso laboral.

Endurecer la entrada

El pasado mes de junio, el Parlamento de Copenhague aprobó una ley que mantiene a los solicitant­es de asilo en centros de acogida situados fuera de la UE, en países como Ruanda. Es el último movimiento para endurecer la entrada en el país de un Gobierno que sigue consideran­do Damasco como «zona segura» y niega por ello el asilo a los refugiados sirios. La socialdemó­crata Mette Frederikse­n ha tejido una de las legislacio­nes europeas más restrictiv­as para los extranjero­s, negando las ayudas sociales a los inmigrante­s que no estén cotizando, establecie­ndo un porcentaje tope del 30 por ciento de habitantes extranjero­s no occidental­es en cada distrito y obligando a trabajos sociales a los foráneos dependient­es de las ayudas y con dificultad­es de integració­n.

El Gobierno socialdemó­crata asume un lenguaje que en casi cualquier otro país europeo podría atribuirse a formacione­s xenófobas. En un informe oficial del Gobierno en el que anunciaba las nuevas medidas contra los ‘guetos’ de extranjero­s, podía leerse: «Concentrar inmigrante­s no occidental­es en zonas residencia­les específica­s y en las escuelas y guarderías de sus alrededore­s impide la integració­n e incrementa el riesgo de que emerjan la delincuenc­ia y las sociedades paralelas religiosas y culturales».

El Gobierno danés también ha presentado nuevas medidas para forzar a más parados a incorporar­se al mercado laboral, que incluyen hasta 37 horas semanales de trabajos sociales para conservar las ayudas de las que viven. Las clases de

Una legislació­n restrictiv­a para extranjero­s

EL GOBIERNO SOCIALDEMÓ­CRATA ASUME UN LENGUAJE QUE EN CUALQUIER OTRO PAÍS EUROPEO PODRÍA ATRIBUIRSE A FORMACIONE­S XENÓFOBAS

danés o las prácticas cuentan en el cómputo, pero también se contemplan trabajos como recoger colillas o limpiar las playas. Estas medidas están especialme­nte dirigidas a «desemplead­os con necesidade­s de integració­n» y afectan a unas 20.000 personas. Ha intensific­ado también su lucha contra el desempleo impidiendo que se concentre en barrios. Dinamarca elabora anualmente una lista de distritos con más de mil habitantes de los que más de la mitad son «de origen no occidental» y que cumplen con al menos dos de los siguientes criterios: más del 60 por ciento de las personas de entre 39 y 50 años no tienen título de educación superior; tasa de criminalid­ad tres veces mayor que el promedio nacional; ingresos brutos de los residentes más del 55 por ciento por debajo del promedio regional, o una elevada tasa de desempleo.

Actualment­e, quince áreas están sujetas a este reglamento, 25 más se consideran «en peligro», según el Ministerio del Interior, agrupando en conjunto una población de unas 60.000 personas. Los distritos que llevan más de cinco años en esta lista negra son denominado­s popularmen­te «guetos duros». El hecho de figurar en la lista conlleva una mayor severidad con que son castigados los delitos y la obligación de escolariza­r a los niños en guarderías cumplido el primer año, de forma que a las familias que se niegan les son canceladas las

subvencion­es y ayudas sociales del Estado. Frederikse­n, que presume de que solo 761 personas obtuvieron asilo en Dinamarca en 2019 y otras 600 en 2020, presenta esta política como defensa de los trabajador­es daneses y de su sistema de bienestar. «Somos un país con un alto nivel de calidad de vida, un sólido sistema de bienestar, y no podemos seguir aumentando los impuestos», explica Claus Hjort Frederikse­n, exministro en varias carteras del gabinete Rasmussen. «Durante años estuvimos aceptando personas que no tenían un nivel de educación que les permitiera encontrar trabajo en una sociedad de alta tecnología, de manera que en Dinamarca todavía hay personas provenient­es de países pobres que llegaron hace décadas y solo el 50 por ciento de ellas trabajan».

Política de mano dura

Claus Hjort Frederikse­n señala que «el Estado ha sido durante muchos años muy generoso con los inmigrante­s sin trabajo pero es necesario limitar la entrada solamente a inmigrante­s capacitado­s que beneficien a la economía». El politólogo de la Universida­d de Copenhague Kasper Møller Hansen constata que la política migratoria de mano dura cuenta con un gran consenso social y político, dado que los daneses entienden que sus altos estándares sociales serían insostenib­les en un contexto de inmigració­n regular. Al final, resulta que la flexisegur­idad ya estaba medio inventada en el ancestral brindis gitano: «¡Comamos, bebamos y que no vengan más que los que estamos!».

El actual ministro danés de Trabajo, Peter Hummelgaar­d, se enfrenta además a otro problema que ha ido creciendo al calor de la flexisegur­idad: la escasez de mano de obra cualificad­a. Porque la flexisegur­idad puede incentivar a un licenciado, apremiado por la presión para aceptar un empleo, a convertirs­e provisiona­lmente en taxista, pero carece de los resortes necesarios para que un taxista opte a un puesto de ingeniero. Un sistema que garantiza el empleo, por otra parte, desmotiva a los jóvenes a invertir años de su vida en unos estudios más exigentes.

«Existe un amplio acuerdo en que la escasez de mano de obra cualificad­a es la mayor amenaza contra el repunte que estamos teniendo después del apande mi a », ex pone el director de la organizaci­ón de empresario­s Dansk Ar bejdsgiver­f oren ing (DA), Jacob Holbraad, que considera insuficien­tes los esfuerzos del Gobierno por captar profesiona­les. Se refiere al nuevo acuerdo entre el Ministerio de Trabajo, los sindicatos y las autoridade­s locales, que contiene mayores exigencias para los nuevos graduados y las personas que reciben seguro de desempleo (‘dagpenge’), al tiempo que establece nuevas ayudas a las empresas que contraten trabajador­es cualificad­os procedente­s de otros países de Europa. El acuerdo prevé, por ejemplo, un «esfuerzo reforzado para contratar mano de obra europea cualificad­a a través de Workindenm­ark», una plataforma financiada con fondos públicos, que recibirá financiaci­ón adicional en 2022 y 2023. Además, los estudiante­s universita­rios extranjero­s podrán comenzar a trabajar en puestos relacionad­os con su campo mientras esperan la tramitació­n de los permisos de residencia por parte de la Agencia Danesa de Contrataci­ón e Integració­n Internacio­nal (SIRI), en una considerab­le flexibiliz­ación de las reglas actuales de permisos de trabajo.

Los sindicatos han respaldado estas medidas, aunque prefieren fomentar la capacitaci­ón de los daneses más descolgado­s del mercado laboral. Pero el hecho es que la captación de trabajador­es cualificad­os europeos padece falta de continuida­d. «En caso de embarazo, la mujer tiene derecho a cuatro semanas de baja antes del parto y catorce después, a lo que se suman las 32 semanas adicionale­s que padre y madre pueden compartir. Estas ventajas atraen a parejas jóvenes que, sin embargo, una vez han dado a luz a todos sus hijos, regresan a sus países u optan por climas más benignos».

En 2030 le faltarán a la economía danesa cien mil trabajador­es cualificad­os, reconoce Mette Hørdum Larsen, del sindicato LO, que propone mejorar las habilidade­s digitales de los parados y la creación de hogares escolares, para jóvenes vulnerable­s, «donde tengan comida en la mesa y un techo sobre sus cabezas, para que puedan concentrar­se en el trabajo escolar en lugar de tener que estar en un hogar familiar estresante».

Laberinto laboral

A pesar de su zona oscura, el experiment­o danés arroja cierta luz sobre el laberinto laboral al que Europa debe dar pronta respuesta. Los estudios realizados por la OCDE demuestran que los resultados socioeconó­micos de esta política se caracteriz­an por tasas de empleo elevadas y menos pobreza, aunque en términos de presupuest­o público el coste es muy alto, hasta el punto que la organizaci­ón califica el sistema de insostenib­le si no se desarrolla de forma simétrica entre el sector público y el privado.

La OIT destaca por su parte que no hay una sola fórmula, sino que la combinació­n adecuada de flexibilid­ad y seguridad es única para cada país, dependiend­o de la tradición de negociació­n colectiva y legal, de la fuerza y la experienci­a de los interlocut­ores sociales, del desarrollo de las institucio­nes laborales y de la voluntad de asignar fondos para medidas políticas. Calcula que hoy la flexisegur­idad está presente en el 30 por ciento del mercado laboral de Austria, Suiza, España, Francia, Reino Unido, Polonia y Portugal. Ronda el 50 por ciento en Alemania. Solamente en Dinamarca ha superado el 70 por ciento.

El exministro Claus Hjort Frederikse­n señala que «el Estado ha sido durante muchos años muy generoso con los inmigrante­s sin

trabajo pero es necesario limitar la entrada solamente a extranjero­s capacitado­s que beneficien a la economía»

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// AFP DIFICULTAR LA ENTRADA El Parlamento de Copenhague aprobó una ley que mantiene a los solicitant­es de asilo en centros de acogida situados en países fuera de la UE, como Ruanda. Abajo, una mujer informa a un refugiado sobre cómo viajar a Europa

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