No hay pavos grandes
Hay problemas en las cadenas de suministro, en los precios de la energía y especuladores en los mercados
EL ansia por retornar a la vieja normalidad está provocando tensiones. No sólo los alcaldes que siguieron asfaltando y haciendo obras en las ciudades en octubre, confiados en que la gente continuaría teletrabajando, han fallado en sus cálculos y los atascos se han multiplicado. Lo mismo le ha ocurrido a los encargados de logística, que se encontraron sin contenedores. Hay una gran cantidad de fenómenos microeconómicos que se están produciendo simultáneamente, pero no todos son estructurales ni serán duraderos. Ahora mismo hay tres tipos de problemas: distorsiones en las cadenas de valor y suministro, alzas de precios (especialmente de la energía) y fenómenos especulativos en la opinión pública. No todos desembocarán en rotura de inventario o desabastecimiento.
Los problemas que hay, por ejemplo, en la cadena alimentaria no tienen tanto que ver con la distribución – que no falló en los peores momentos de la pandemia – como con la incorporación de los nuevos costes de la energía y de los derivados del petróleo. La subida de los combustibles fósiles, en cambio, sí tiene una componente estructural porque en los últimos años, con precios del crudo muy bajos, no se ha invertido lo suficiente en exploración y extracción. Por lo tanto, los precios subirán hasta que se reinicie el ciclo inversor en energías fósiles y se satisfaga la demanda. Ahí hay una fuente de inflación que puede ser más permanente que puntual.
Los cuellos de botella y el llamado ‘efecto látigo’, que hace que una perturbación en el extremo de la cadena de suministro viaje hasta la otra punta, y que se haga más fuerte en función del largo de la cadena, no se van a quedar para siempre con nosotros, pero en algunas áreas con una demanda específica puede pasar un año hasta que se estabilicen. Además, las soluciones pueden generar otras distorsiones. El caso del automóvil es paradigmático. Con la pandemia, la demanda de coches nuevos se paralizó. Pero no la de microprocesadores, porque el teletrabajo aumentó las adquisiciones de equipo informático. Cuando volvió la demanda de coches, los chips se los habían llevado otros. La industria ha respondido ajustando la producción y usando los procesadores que les quedaban en los modelos que resultan más rentables.
Hay un tercer tipo de fenómeno puramente especulativo. El mejor ejemplo fue la acumulación irracional de papel higiénico al comenzar la pandemia. Ahora está pasando algo similar en otras áreas. Por ejemplo, en el Reino Unido, la tienda online de la firma Marks & Spencer anunció que ya ha vendido todos los pavos navideños grandes, hasta para diez personas. Los criadores de pavos grandes están felices. Ahora sólo se pueden encontrar pavos medianos y pequeños. Los consumidores no son los únicos que caen en la trampa. También lo hacen determinadas empresas y autónomos, que temen quedarse sin ciertos insumos, y entonces ordenan más de lo que necesitan. Esto sólo empeora la situación y perpetúa las disfunciones. jmuller@abc.es