ABC (1ª Edición)

Entrenador­es que enamoran

- IGNACIO RUIZ-QUINTANO

Ahora hay entrenador­es que enamoran. Los periodista­s cultos se enamoran, lo mismo que las mujeres, por el oído y no por los ojos, y ya andan diciendo que «Xavi enamora». ¿Y Ancelotti? Ancelotti, al parecer, también enamora, porque es un otoñal que está de vuelta, para total, como decía Ruano, querer lo mismo que si estuviese de ida.

Entre el ‘fúpbol’ espacio-tiempo de Xavi y el fútbol de sillón de orejas de Ancelotti se sitúan la cháchara de Valdano y la trigonomet­ría de Álvaro Benito, ese masajista de nuestra pereza que no enamora porque a él, del Madrid, lo que le gusta es Lucas Vázquez.

–Yo siempre quiero a futbolista­s como Lucas Vázquez en mi equipo –dice Benito.

Y Ancelotti pone ‘a calentar’ a Lucas Vázquez para asustar al Rayo Vallecano, que es como asustar a un notario con un lirio cortado. Ancelotti reparte minutos a ceja levantada, como Al Capone licores o los Gobiernos vacunas, y Lucas Vázquez era la extravagan­cia que se sacaba de la manga para contrarres­tar la extravagan­cia vallecana de Falcao, a quien las señoras del barrio de Salamanca llamarán Falcado. Falcao/Falcado entró, cabeceó, goleó y, cuando ‘La Grande Peur’ se apoderaba del piperío, salió (en realidad, lo que daba miedo era la cara de angustia de Ancelotti).

El gol de Falcao/Falcado y la electricid­ad de Vinicius, que tiene más peligro que un cable pelado, fue la justificac­ión del precio de la entrada al Bernabéu. El sueño de Lenin era ‘electrific­ar’ (murió con el dibujo de una central eléctrica en la mano que había pintado unas horas antes), y eso hace Vinicius en la Castellana, por donde suben las mocitas madrileñas a llevarse calambres cuando juega su Madrid. De la degeneraci­ón del concepto de libertad es una muestra el eslogan de un anuncio de coche que vende ‘electricid­ad en libertad’. Hombre, esa imagen puede representa­rla uno en Vinicius, pero no en un coche, por muy puesto de Marinetti que vaya uno a trabajar.

Vinicius es el tilonorrin­co de Durrell y del cubano González Esteva, pájaro australian­o de enramada (la banda izquierda) que al buscar pareja construye un estrafalar­io ‘templo de amor’ (el área) con los materiales más variados, desde montones de hierba hasta piedrecill­as, conchas, hebras de lana de distintos colores, boletos de autobús y papel de cajas de cigarrillo­s. Con esa industria se ha echado de pareja a Benzema, el que antes bajaba a recibir y que ahora sube a rematar las buenas nuevas de Vinicius, que ante el Rayo hizo el gol de Pelé.

El gol de Pelé que nunca existió es el gol de Vinicius que tampoco existió. Técnicamen­te, los llamaremos, como Wenceslao Fernández Flórez, vicegoles: ellos nos proponen la jugada y nosotros las redondeamo­s en la imaginació­n. La alegría de Vinicius es de una voluptuosi­dad cubana.

–Es un mamoncillo –le oí decir a un pipero del vicegol, y no sabía bien lo que decía.

El mamoncillo, nos cuenta Esteva, es una delicada miniatura de la fruticultu­ra cubana: se llaman mamoncillo­s porque, para comerlos, hay que hacer que los labios se prolonguen hacia adelante, que estiren las bembas, como los niños al mamar de mujeres pintadas por Mario Carreño, senos redondos y firmes, piel deliciosam­ente amamoncill­ada, mientras los ombligos llegan a parecer el sitio donde una vez descansara una de estas frutas.

–Hay que recordar que los famosos ‘tortellini’ italianos están hechos a la medida del ombligo de Venus, que al pasar por Bolonia, entonces Félsima, permitió que los vecinos se lo midieran. Los mamoncillo­s, en Cuba, están hechos a la medida de los pezones y los ombligos de las mujeres de Carreño.

Quizás esto explique la fe (bendito sea) de Ancelotti en Vinicius, que es lo único que le va a salvar en su segunda etapa, colgado, como está, de ese centro del campo que juega al triste son procesiona­rio del himno de la Décima (algún día habrá que recordar la importanci­a decisiva de los himnos en la Historia) y que se le viene abajo a la media hora de juego, descomponi­endo defensa y ataque.

Los tres hombres que han recibido mayores loores sobre la tierra han sido Augusto, Luis XIV y Napoleón, dejó escrito Talleyrand, que no conoció los dedicados a Modric, Casemiro y Kroos, que serán los encargados de inaugurar el césped retráctil del nuevo Bernabéu, el puto sueño de Xavi, cuyo xavismo se resume en dos ucases: «En la segunda parte, el césped estaba muy alto» y «Si miramos el resultado (7-0 ante el Bayern), nos quedamos en lo superficia­l. ¡El balón fue nuestro!».

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// EFE Xavi Hernández
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