ABC (1ª Edición)

Historia en piedra

Resulta imposible explicar cómo sus constructo­res acarrearon bloques de 180 toneladas hace más de 5.000 años

- PEDRO GARCÍA CUARTANGO

El conjunto es un valioso y singular testimonio de la cultura del Neolítico

Declarado Patrimonio del Mundo por la Unesco en 2016, el conjunto arqueológi­co de Antequera (Málaga) no sólo produce curiosidad y asombro por su grandiosid­ad, sino que además encierra una serie de enigmas que hasta hoy carecen de respuesta.

En primer lugar, porque resulta imposible explicar cómo sus constructo­res fueron capaces de acarrear bloques de piedra de hasta 180 toneladas para levantar esos dólmenes, fechados entre los años que van desde el 3.000 antes de Cristo al 3.600. En segundo lugar, porque su orientació­n es absolutame­nte distinta a la de todos los megalitos mediterrán­eos de la época, ya que dos de ellos no tienen como referencia las estrellas sino la geografía local. Y, en tercer término, porque se sigue especuland­o sobre su propia naturaleza, sobre si eran monumentos funerarios o tenían alguna otra finalidad.

La más antigua de las tres construcci­ones es el dolmen de Menga, un largo corredor formado por grandes bloques de piedra horizontal­es y verticales que encajan a la perfección. El pasillo acaba en una cámara en la que había un pozo muy profundo. Está orientado de sur a este en dirección a la Peña de los Enamorados. No hay pinturas, pero sí grabados antropomor­fos. El dolmen estaba cubierto por un túmulo de tierra que le hacía visible a gran distancia. Los arqueólogo­s creen que la cámara fue el lugar de sepultura de una persona notable, pero hay quien cuestiona esa conclusión. Su interior es el mayor de todos los megalitos que se conservan en Europa.

A menos de cien metros, se halla el dolmen de Viera, que se cree que pudo ser construido 500 años más tarde que el de Menga. En cualquier caso, son edificacio­nes contemporá­neas al crómlech de Stonehenge o a la pirámide de Gizeh. Hay también un corredor de 21 metros que conduce a una posible cámara funeraria. Aquí sí que se han encontrado rastros de pintura rojiza. A diferencia de las otras construcci­ones, Viera tiene una orientació­n astronómic­a porque el monumento es iluminado por la luz en los equinoccio­s de primavera y otoño cuando los rayos del Sol entran hasta el fondo del recinto.

A unos dos kilómetros de distancia, se halla el llamado tholos de El Romeral, compuesto por un corredor adintelado que conduce a dos habitáculo­s circulares y abovedados, uno de mayores dimensione­s que el otro. El segundo de ellos, que albergaba un altar de piedra, estaba destinado probableme­nte a ofrendas rituales. Está orientado hacia la sierra de El Torcal, según Michael Hoskin, un arqueólogo que es una referencia en el estudio de la cultura neolítica. También se halla cubierto por un túmulo que realza sus dimensione­s.

Dos profesores de arqueologí­a de la Universida­d de Sevilla han denunciado los errores cometidos en la restauraci­ón de estos monumentos, especialme­nte la ampliación de los túmulos, que fue realizada sin criterios científico­s. También criticaron la incorporac­ión de caminos y otros elementos que no existían como una plancha de hormigón. Pero, hechas estas salvedades, el conjunto es un valioso y singular testimonio de la cultura del Neolítico, que supuso un enorme salto tecnológic­o en la Humanidad.

Dejando al margen la polémica sobre su restauraci­ón, es posible que nunca sepamos con certeza la finalidad con la que los habitantes del lugar levantaron estos megalitos, que revelan unos avanzados conocimien­tos de arquitectu­ra. No hay una unanimidad entre los expertos, pero es posible que el conjunto de Antequera fuera a la vez un sitio dedicado al culto religioso, una obra para exaltar las fuerzas de la naturaleza y un monumento para la posteridad.

Los pobladores de la cuenca mediterrán­ea de hace más de 5.000 años habían dejado de ser trashumant­es, vivían de la agricultur­a e identifica­ban el Sol, la tierra, los astros y el agua con deidades de las cuales dependía la existencia humana. Todo esto lo podemos encontrar en los dólmenes de Antequera, que pueden también ser interpreta­dos como un reflejo del orden cósmico y de la posición del hombre en el mundo. Merece la pena viajar hasta la histórica y bella ciudad andaluza para disfrutar de este insólito paraje.

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// EFE El Dolmen de Menga, que forma parte del Conjunto Arqueológi­co de los Dólmenes de Antequera
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