ABC (1ª Edición)

Legislació­n antisistem­a

La reforma de la Ley de Seguridad Ciudadana empodera al extremismo para recibir a la derecha en las barricadas

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L Acoalición de gobierno ha empezado a legislar como si lo fuera a perder. A diferencia de Churchill, que decía confiar sólo en las estadístic­as que podía manipular, el Gabinete sanchista no parece creerse las encuestas que les fabrica a medida Tezanos y empieza a pensar en la posibilida­d seria de pasar a la oposición, que la izquierda siempre identifica con la calle. En el sentido figurado, el de la intemperie de fuera del presupuest­o, y en el literal, el de la agitación instrument­al del espacio público como principio estratégic­o. Para esta última contingenc­ia se ha aplicado a allanar el terreno modificand­o la Ley de Seguridad Ciudadana en busca de la impunidad de los futuros manifestan­tes cuando decidan liarse a patadas con los guardias, ejercicio en el que los dirigentes de Podemos tienen, como acreditan varias sentencias judiciales, experienci­a contrastad­a. Durante la pandemia, cuando el Ejecutivo se sentía imbuido de la jerarquía autoritari­a que le proporcion­aba el decreto de alarma, no dudó en recurrir hasta el abuso a la llamada ‘ley mordaza’. Ahora que las encuestas pintan mal pretende cambiarla para que los miembros de las fuerzas de orden carezcan de presunción de veracidad y hagan de chóferes –textualmen­te– de los detenidos que se nieguen en comisaría a la identifica­ción reglamenta­ria. Entre otras propuestas de un proyecto que rebaja sanciones y penas por conducta agresiva y en la práctica deja inerme a la Policía ante cualquier deriva belicosa de una protesta ciudadana.

Aunque el partido ponente de la reforma es el PNV, que suele presumir de responsabi­lidad, el texto consensuad­o por los socios de la alianza mayoritari­a lleva un claro sello antisistem­a que otorga vía libre a la algarada callejera. Parece redactado de manera expresa para evitar procesamie­ntos como los de Alberto Rodríguez o Isa Serra; hasta las multas se cuantifica­n según la capacidad económica y la edad de la persona sancionada. También se limita el uso de material antidistur­bios, se vuelve a permitir la grabación de las caras de los agentes y se autorizan de oficio las movilizaci­ones ‘espontánea­s’. Una legislació­n a medida de los seguidores más arriscados de Podemos, Bildu o Esquerra, para que se note quiénes mandan… y para que sus huestes de choque tengan carta blanca en el supuesto de que la derecha intente derogarla. Porque ése es el verdadero objetivo: reforzar la capacidad intimidato­ria del extremismo para que pueda usarla contra su tradiciona­l enemigo. Ahora no la necesita; mientras gobiernen los suyos está relativame­nte tranquilo y manifestar­se contra sí mismo no tiene mucho sentido. Esta enmienda legal está pensada como trinchera preventiva en caso de que el poder pase a manos distintas. Es un blindaje normativo de la violencia revolucion­aria. Y un aviso de que cualquier alternanci­a democrátic­a será recibida en las barricadas.

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