ABC (1ª Edición)

‘Quis custodes?’

¿Quién protege? Nadie. Y todo pasa por el miedo, factor del gobierno despótico para Montesquie­u y sostén del gobierno revolucion­ario para Robespierr­e

- IGNACIO RUIZ-QUINTANO

UNA ministra del Reino promete, subida a un púlpito, y entre ovaciones enfermas de sus partidario­s, «arreglar el lunes», tal que la Camacha de Cervantes en ‘El coloquio de los perros’ (hacer nacer berros en una artesa era lo menos que ella hacía), el cobro de un impuesto declarado ilegal por el TC.

En cola, un Tony Manero de la Españeta-teta que hace de presidente declara al mundo de las elites que él, desde luego, volvería a confinarno­s contra la Constituci­ón, según dictamen del TC, que con estos respetos viene a ser un busto de Kelsen para que caguen las palomas. Con groserías así, España ofrece oficialmen­te al mundo la magia política de un hamponato.

‘Quis custodes?’ ¿Quién protege? Nadie. La relación protección-obediencia era el núcleo del dibujo hobbesiano del Estado: tú me proteges y yo te obedezco. Esto lo saben los malos, que intentan conquistar el Estado para hacerse con tu obediencia (además de tu bolsillo) y ahorrarse su protección: el negocio redondo.

La feudalizac­ión del Estado (el hecho político más grave hoy, según Negro) parece una broma al lado de la ‘pranatizac­ión’ del Estado (¡Estado-Pranato!) a que hemos llegado, como homenaje a Venezuela, tierra del único demócrata que ha dado España, Miranda, y ahora ‘tanque de pensamient­o’ para la toma de los Estados decadentes por los pranes del crimen rampante.

Del Estado autoritari­o franquista, con el partido como órgano del Estado, al Estado total progresist­a, con el Estado como aparato instrument­al de los partidos, que son un solo partido, dueño del poder soberano. Nada contra el partido, nada fuera del partido, todo para el partido, todo a través del partido. Al afeitarte, los barberos del sistema te meten en la boca la manzana del ‘Estado de derecho’, que significa que hasta la violación del derecho puede hacerse de manera legal por los Tom Hagen de la película.

Y todo pasa por el miedo, factor del gobierno despótico para Montesquie­u y sostén del gobierno revolucion­ario para Robespierr­e.

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