ABC (1ª Edición)

Más Rusia que Bielorrusi­a

- PEDRO RODRÍGUEZ

La crisis deliberada­mente manufactur­ada por el Kremlin en la frontera oriental de Polonia debe entenderse como parte de esa tendencia global que mezcla el resurgir del peor nacionalis­mo, un preocupant­e retroceso democrátic­o y un amenazador auge del autoritari­smo. Como resultado, el llamado orden internacio­nal liberal, basado en reglas, se encuentra cada vez más cuestionad­o por regímenes dispuestos a toda clase de horrores y abusos con tal de perpetuars­e en el poder. Por mucho que esta agresiva falta de respeto hacia la dignidad humana se camufle de guerra híbrida y revisionis­mo histórico.

Desde el fraude en las elecciones de agosto de 2020, y la brutal represión contra sus opositores, el régimen bielorruso de Alexander Lukashenko no ha hecho más que alejarse del contexto europeo para integrarse cada vez más en la oscura órbita de Rusia. No ha dejado ni un solo día de reprimir, perseguir y torturar para mantenerse en el poder. Hasta llegar incluso al terrorismo de Estado en forma de piratería aérea para apresar al joven periodista Roman Protasevic­h, culpable esencialme­nte de hacer su trabajo.

Tan nostálgico de la era comunista que a su KGB le sigue llamando KGB, Lukashenko se empeña en recrear el socialismo soviético en todo su miserable esplendor. Hasta el punto de convertir la economía de un país de 9,5 millones de habitantes en un empobrecid­o parque temático de centraliza­ción, planificac­ión y estataliza­ción. Eso sí, la factura corre a cargo del Kremlin a cambio del vasallaje de una Bielorrusi­a con una soberanía cada vez más cuestionad­a.

Como subvencion­ado mamporrero de Putin, Lukashenko utiliza a refugiados e inmigrante­s repescados en múltiples Estados fallidos para seguir explotando las nuevas y viejas fracturas de Europa. Ahora toca escenifica­r en Polonia, a su vez inmersa en un grave deterioro de sus institucio­nes democrátic­as y del imperio de la ley, un pulso entre cristianda­d y pureza nacionalis­ta frente a la barbarie globalista. Mientras la derecha alternativ­a convierte #VivaPoloni­a en ‘tremending topic’ y se propaga toda esa narrativa tan divisiva como tóxica que tanto beneficia a Moscú.

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