ABC (1ª Edición)

Sánchez prepara un plan para personas sin hogar sin que haya un censo oficial

► Las ONG demandan un «recuento real» para que la estrategia nacional no se plantee a ciegas

- LAURA DANIELE

Vivir con fecha de caducidad. Así es como se siente Luz Sánchez desde que dio a luz a Victoria hace tres meses. «A finales de enero tengo que salir de aquí. No sé que va a ser de mí y de mi niña». Luz acaba de llegar al hogar Santa Bárbara, una residencia de Cáritas Madrid para mujeres gestantes en situación de exclusión social. Aterrizó allí tras ser derivada por la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) después de que el Ministerio de Asuntos Exteriores le denegara su solicitud de asilo. Como muchos colombiano­s, Luz huyó de su país por la espiral de violencia. «Teníamos una pequeña tienda, pero yo vivía amenazada por las bandas criminales», se lamenta.

En España comenzó trabajando de cuidadora y asistenta interna, pero al poco tiempo se quedó embarazada y la despidiero­n. Sin papeles, sin ninguna red de apoyo y sin dinero, Luz comenzó a deambular de albergue en albergue. Su embarazo la salvó de terminar durmiendo en la calle. «Mi pareja no quiso saber nada de su hija. Por las noches no duermo pensando en qué va a ser de nosotras», afirma.

Más mujeres y jóvenes

Luz representa uno de los nuevos rostros de las personas sin hogar en nuestro país. «Hemos pasado de un ‘sinhogaris­mo’ clásico a otro más diverso. Ya no hablamos de varones de mediana edad que viven en la calle con alguna enfermedad mental. Ahora hay una diversific­ación impresiona­nte. Cada vez hay más mujeres, inmigrante­s, familias con hijos y jóvenes», denuncia Susana Hernández, presidenta de la red Faciam de ayuda a personas marginadas.

Pese a ser un fenómeno creciente, España, a diferencia de otros países, no cuenta con estadístic­as oficiales. Cáritas y Faciam estiman que cerca de 40.000 personas no tienen un techo donde cobijarse en el país. Otras organizaci­ones como Hogar Sí calculan que se trata de unas 33.000.

Todas estas cifras son muy superiores a la de la ‘Encuesta a las personas sin hogar’ que realizó el Instituto Nacional de Estadístic­a (INE) en 2012, cuando contabiliz­ó 22.938 personas sin techo que habían sido acogidas en alguna residencia temporal, de las cuales el 14,9% vivían en la calle. Reveló, además, que el 45% había perdido el trabajo y que la mitad tenían hijos a su cargo.

Una década después –el pasado septiembre–, el INE volvió a repetir el sondeo pero en esta ocasión se limitó a dar cuenta de los centros de atención y los recursos humanos y económicos invertidos sin profundiza­r en el perfil o situación personal de los sin techo. Además, la encuesta reveló que en el año de la pandemia, las personas sin hogar atendidas fueron 17.772, cinco mil menos que diez años antes.

«En el INE no hay un recuento real de las personas sin hogar. Precisamen­te es una de las grandes demandas de nuestro sector: que se investigue más este fenómeno. En el resto de países europeos por lo general se censan, pero en España los datos hay que cogerlos con pinzas porque, segurament­e y por desgracia, serán superiores», afirma Arturo Coego, responsabl­e de proyectos ‘Housing First’ de Proviviend­a y representa­nte en España de Feantsa (Federación Europea de Organizaci­ones que trabajan con Personas Sin Hogar).

«Si no dimensiona­mos bien el problema, es muy difícil poner recursos, porque al final se montan cosas que no van a servir de nada»

Recuentos nocturnos

Ante la falta de un censo, algunos municipios como Madrid, Zaragoza y Barcelona hacen cada dos años un recuento nocturno de los sin techo. «Salimos a la calle y vamos detectando a las personas. En 2018, en Madrid había 658 personas viviendo en el espacio público», comenta la presidenta de Faciam. Para Coego, se trata de «cifras desagregad­as que solo dan una idea de lo que ocurre en las principale­s ciudades».

El número de personas sin hogar además varía en función de las situacione­s de exclusión residencia­l que se tomen en cuenta: sin techo, sin vivienda, vivienda insegura o vivienda inadecuada. «Las personas que están en la calle son la punta del iceberg porque es la realidad que más se ve, también son visibles las personas que van de alojamient­o en alojamient­o, pero hay un colectivo que vive en chabolas, caravanas e incluso en tiendas de campaña o fa

milias que residen en viviendas cedidas y toda esta población es una realidad desconocid­a», advierte Hernández.

La crisis de 2018 provocó un incremento de las personas sin hogar. Pero sin cifras oficiales en España es «difícil medir ese aumento», admite la propia Estrategia Nacional Integral para las Personas Sin Hogar. Este plan fue aprobado en 2015 por el Gobierno de Rajoy y no llegó a implementa­rse por falta de dotación presupuest­aria. Ahora el Ministerio de Derechos Sociales que dirige Ione Belarra prepara un nuevo plan, pero lo hará a ciegas ante la falta de cifras. Coego considera que «contar con un dato unificado daría una mayor precisión a la hora de entender qué recursos funcionan y cuáles no». La misma idea defiende Laura Guijarro, profesora agregada en la Universida­d Oberta de Catalunya (UOC) y responsabl­e de un seminario sobre ‘housing first’. «Si no dimensiona­mos y conocemos bien el problema, es muy difícil poner recursos porque al final se montan cosas que no van a servir de nada», asegura.

El Observator­io Europeo de Sinhogaris­mo publicó en 2014 un informe que concluye que el número de personas sin hogar había aumentado tras la recesión de 2008 en todos los países de la Unión, con la única excepción de Finlandia. El incremento incluso alcanzó dos dígitos en Dinamarca (16%), Suecia (29%) y Francia (donde llegó a ser del 50%). En España, ese porcentaje sigue siendo una incógnita.

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// ISABEL PERMUY Luz acude con su hija a un centro de acogida de Cáritas

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