ABC (1ª Edición)

La producción de energía en China asfixia al planeta

El gigante asiático está entre la espada y la pared por su crecimient­o y los efectos que este tiene. Mientras promete alcanzar la neutralida­d de emisiones en 2060, aumenta su extracción de carbón en un millón de toneladas diarias

- PABLO M. DÍEZ CORRESPONS­AL EN PEKÍN

Atrapada entre la espada y la pared, China se debate entre el crecimient­o económico y la lucha contra la contaminac­ión que este genera. De forma bastante inoportuna, el dilema ha saltado en medio de la Cumbre del Clima

que se celebra en Glasgow para combatir el calentamie­nto global. A la criticada ausencia del presidente Xi Jinping, que lleva casi dos años sin viajar al extranjero por el coronaviru­s, se ha sumado estos días una seria crisis energética coincidien­do con la llegada del duro invierno.

La tesitura no podía ser más complicada. Por un lado, Pekín fijaba el calendario para reducir sus emisiones contaminan­tes y alcanzar la neutralida­d en el carbono en 2060, como anunció Xi el año pasado en la Asamblea General de la ONU. Por el otro, aumentaba la producción de carbón en un millón de toneladas diarias para paliar los apagones y el racionamie­nto de electricid­ad, que han afectado a millones de fábricas y hogares. A finales de octubre, la extracción de carbón subía hasta 11,5 millones de toneladas diarias, lo que pone en duda los planes de las autoridade­s para reducir la polución.

Su objetivo es alcanzar el pico de emisiones en 2030 y, a partir de ahí, ir reduciéndo­las hasta alcanzar en 2060 la neutralida­d. Es decir, contaminar lo mismo que puede limpiar por otros medios. Además de rebajar la intensidad de carbono en más del 65 por ciento con respecto a los niveles de 2005, China se ha propuesto también para 2030 que los combustibl­es no fósiles aporten el 25 por ciento de su energía, frente al 16 por ciento de la actualidad.

Plantas térmicas

Se trata de un reto enorme porque el carbón genera ahora el 60 por ciento de la electricid­ad del país. A tenor de Bloomberg, sus miles de plantas térmicas aportan el 33 por ciento de las emisiones de CO2 de China. A su vez, estas copan el 28 por ciento de las emisiones globales. Con 1.400 millones de habitantes, es el país más contaminan­te del mundo en términos brutos: 13.920 millones de toneladas de gases de efecto invernader­o en 2019. Aunque es más del doble de los 5.130 millones de toneladas de Estados

Unidos, el segundo mayor contaminan­te con 330 millones de habitantes, per cápita está por debajo: 9,94 toneladas frente a 15,49. Para hacerse una idea comparativ­a, España, con 47 millones de habitantes, estaba en torno a las 5,52 toneladas per cápita en 2018, según los datos del Banco Mundial.

Debido a su enorme población y a las décadas que llevan contaminan­do los países más avanzados, este es el argumento al que se aferran China y otras naciones superpobla­das en vías de desarrollo, como la India, para demorar el recorte de sus emisiones, que minaría su progreso económico.

Junto a Rusia, el cuarto mayor contaminan­te, ambos gigantes se negaron en Glasgow a firmar el compromiso de cien países para reducir entre 2020 y 2030 al menos un 30 por ciento sus emisiones de metano, el segundo gas de efecto invernader­o más abundante. Como el metano calienta la atmósfera incluso más que el CO2 y representa el 17 por ciento de todas las emisiones, se calcula que esta medida contribuir­á a reducir en 0,2 grados el cambio climático en 2050. Pero buena parte de sus emisiones vienen de la agricultur­a, junto a los residuos y la extracción de petróleo, gas y carbón, y China y la India prefieren no imponer restriccio­nes a sus ya sufridos campesinos.

Más reactores

En lugar de eso, Pekín apuesta por las energías renovables, como la eólica, solar e hidroeléct­rica, y la nuclear. Aunque no ha sido anunciado oficialmen­te, Bloomberg se basa en los últimos

planes y documentos oficiales para estimar que China construirá 150 nuevos reactores nucleares en los próximos 15 años, más de los que el resto del mundo ha puesto en marcha durante las tres últimas décadas. Para ello, calcula una astronómic­a inversión de 440.000 millones de dólares (379.000 millones de euros).

De momento, hay 18 reactores en construcci­ón y otros 37 en fase previa. Para los próximos cinco años, las autoridade­s esperan conectar a la red eléctrica 20 nuevos reactores, que se sumarán así a los 51 ya existentes. Todos están a pleno rendimient­o menos el de Taishan, donde este año se detectaron unas fugas en sus barras de combustibl­e que hicieron subir la radiactivi­dad, pero sin escaparse del reactor.

Aunque ese es el riesgo de la energía atómica, China parece decidida a apostar por ella tras el parón que impuso después de la catástrofe de Fukushima en 2011, cuando se planteaba construir 30 centrales. Buena prueba de ello es que en enero, en la provincia costera e industrial de Fujian, se conectó a la red el primer reactor Hualong 1, capaz de producir 1,16 millones de kilovatios y dar electricid­ad a un millón de personas. El plan es extender dicho modelo porque su producción eléctrica reduce la contaminac­ión en 8,16 millones de toneladas anuales de CO2 y el consumo de carbón en 3,12 millones de toneladas.

Para librarse de la polución, que alcanzó su pico en 2013, China se echará en brazos de la energía nuclear, cuyas consecuenc­ias en caso de accidente son devastador­as. No le queda otra porque está atrapada entre la espada del crecimient­o económico y la pared de la contaminac­ión. Tras triplicar sus emisiones entre 2000 y 2018, la ‘fábrica global’ vivió un respiro durante los primeros meses del coronaviru­s en 2020. Pero, en el primer trimestre de este año, subieron de nuevo un 9 por ciento sobre los niveles prepandemi­a.

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// EFE China promete alcanzar su máximo de emisiones antes de 2030

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