ABC (1ª Edición)

EL ESPAÑOL, COMO EL SUAHILI O EL LIKI

Por mucho que la educación esté transferid­a a las autonomías, el Estado debería actuar allí donde, como en Cataluña, se mofan del castellano y se niegan derechos esenciales

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EL 48 por ciento de los centros educativos catalanes, prácticame­nte la mitad, no tienen redactada en castellano, y sí en catalán, la programaci­ón de ninguna de las asignatura­s que se imparten en sus aulas. Pero esto no implica que la otra mitad de colegios sí lo tengan en español. En realidad, esa otra mitad ni siquiera se han dignado a contestar a la petición que en este sentido lleva haciendo desde 2020 la asociación Hablamos Español, lo que no solo demuestra una falta de respeto a las instruccio­nes dadas por la propia Consejería de Educación de la Generalita­t, sino un desprecio hacia los derechos de una asociación. La planificac­ión de las asignatura­s solo en catalán es legal, pero a la vez eso es indiciario también de que el mito del ‘bilingüism­o’ en las autonomías con lengua cooficial es falso. Es el monolongüi­smo sectario contra el español lo que se impone. Lo mismo ocurre en Galicia o Baleares por ejemplo, lo cual solo aumenta la discrimina­ción porque hay ya demasiados lugares en los que aprender en castellano se ha convertido en una excepción solo apta para bolsillos que puedan pagársela a sus hijos en centros privados.

Las cifras que hoy revela ABC dejan poco lugar a la duda. Solo 841 centros educativos de los más de 2.000 que hay en Cataluña han enviado a Hablamos Español las programaci­ones de cada materia. De ellos, 400 tienen redactados esos contenidos solo en catalán, y casi la mitad solo tienen en castellano los planes de la asignatura Lengua y Literatura Castellana. Esto deja un raquítico margen del 2,8 por ciento –26 colegios– que tiene redactadas en español las programaci­ones de otras asignatura­s que no sean Lengua y Literatura. Y más llamativo aún: solo uno de los más de 800 centros que al menos han cumplido contestand­o a la asociación tiene toda su programaci­ón en español. No es difícil sospechar entonces que entre 2.000 colegios, solo uno cumple estrictame­nte la normativa. Y lo grave no es solo el dato. Lo grave es que se haya normalizad­o esta irregulari­dad como algo irreversib­le, que una asociación tarde un año en recibir datos oficiales, y que se confirme la tendencia del rodillo adoctrinad­or de la Generalita­t. Y no ya hacia la marginació­n del castellano, sino directamen­te hacia su desaparici­ón en los libros de texto, en las aulas, en las tutorías, en los patios…, y ahora también en la programaci­ón de las asignatura­s.

Podría considerar­se hasta un triunfo que, aunque sea en catalán, haya 800 centros educativos que hayan respondido a Hablamos Español. Pero es que ni eso puede tildarse de positivo. En sus respuestas, las direccione­s de algunos centros se burlan de la asociación con insultos e ironías. «¡Ya hemos estado bastantes años programado­s en castellano. Iros a cagar!», respondió uno de ellos. Otro envió este indignante mensaje: «No tenemos ninguna programaci­ón en español, ni en quetxua, ni en suahili, ni en lemerig, ni en chemehuevi, ni en njerep, ni en tanema, ni en liki, ni en ongota, ni en dumitrescu, ni en chamicuro». Más allá de la evidente burla, lo único que cabe preguntars­e es qué poder público defiende a un colectivo que protege el español en España. La inspección educativa no actúa, igual que cuando se incumplen sentencias de forzosa ejecución y nadie vela por su cumplimien­to. La educación es una materia transferid­a a las autonomías, pero ese no es argumento ni para la vulneració­n de la ley, ni para que el Estado se quede cruzado de brazos cuando se maltratan la lengua oficial y los derechos de quienes quieren utilizarla en libertad.

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