ABC (1ª Edición)

Míster cuello de botella

Sánchez entra en el Congreso con los andares de un jugador de la NBA en el concurso de mates

- CON CARA DE SORDO

Pedro Sánchez entra en el hemiciclo como un jugador de la NBA en el concurso de mates. Con esos andares subió a la tribuna a presumir de éxito, pero con generosida­d. Nos quiso hacer partícipes a todos de un «éxito colectivo»; tan grande que, afirmó, «a veces me preguntan fuera cuál es el secreto»; tan grande que estamos en condicione­s de exportarlo: de exportar vacunas, ideas («Somos modelo de gestión para la UE»), y de exportar fondos, que nos sobran, para liderar todos los frentes mundiales. Esta fue una importante declaració­n presidenci­al: «La apuesta de España por el multilater­alismo es rotunda».

¿Cómo consigue Sánchez convertir la situación española en un «éxito»? Comparando cada magnitud con el año 2020, el de la pandemia. ¿Quién puede negar que estamos mejor, que se trabaja más? Presumió de haber recuperado la alegría de las calles y, por supuesto, los abrazos.

El éxito de Sánchez se apoya en la vacunación y en una recuperaci­ón que al no ser propiament­e recuperaci­ón va llenando de adjetivos: robusta, justa y socialdemó­crata. Sánchez despacha así los cien mil muertos y las sentencias del TC y huye apretando el acelerador de la ideología-creencia. Por un lado, la ciencia, de la que es simple y mero ejecutor. La ciencia está detrás de su gestión de la pandemia, del volcán de La Palma y, por supuesto, de las políticas climáticas, en las que Sánchez revela un punto visionario, quien sabe si el inicio del síndrome presidenci­al. Igual que los personajes de Julio Verne perseguían el rayo verde, Sánchez va detrás del hidrógeno verde. Lo repitió. España va a liderar el clima, tanto que Aitor Esteban, con condescend­encia marca de la casa, le tuvo que recomendar algo de, digamos, realismo climático recordando lo que hace Francia con la nuclear y Alemania con el carbón. Pero es que Alemania y Francia, lo dejó caer el inquilino de La Moncloa, son unos tibios y habrá que trabajar para ponerlos a la tarea.

Lo del clima es definitivo. Traerá no solo un hombre nuevo (Rufián pidió reducir ya el consumo de carne, ¡Rufián!), también «un nuevo empleo, una nueva industria». Todos los socios de Sánchez están en eso. Salvando el planeta en línea con institucio­nes supranacio­nales. Echenique, por ejemplo, considera que la UE es antifa. En casa, lo infranacio­nal; y fuera, lo supranacio­nal.

Enfrente, Casado se desgañitó recordando a Sánchez datos y datos que no quiere escuchar y la existencia de variables como la deuda o el déficit que ya ni siquiera se van a estudiar. Habló con energía y levantó ‘bravos’ operístico­s entre los suyos, pero no cuestionó las líneas generales. Pudo haber puesto un mote a Sánchez cuando dijo «usted es el cuello de botella».

El marco supranacio­nal sí fue discutido por Abascal. Ya ha introducid­o en el Congreso la cuestión del globalismo y la soberanía, pero a medida que amplía el espectro de la crítica aumenta las posibilida­des de caricatura (Hungría, antivacuna­s...). Sánchez incide ahí con cierto sadismo, como cuando ningunea a Casado. El Congreso, hueco y ornamental, no parece un lugar del que nazca nada. El Congreso es el lugar donde desemboca la propaganda y Sánchez y hasta Bildu repiten la ideología de los anuncios, de los bancos y de las aspirantes a miss. Fue García Adanero el que rascó lo más visual y efectivo de la mañana. Se presentó con una carpeta llena de papeles, los incumplimi­entos de Sánchez, y otra con un único folio, el cumplimien­to de su hoja de ruta con Otegi. «No hable de cosas muertas ya hace mucho», replicó después el presidente. ETA, las víctimas, son ya energías fósiles. Ellos están buscando el hidrógeno verde.

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