ABC (1ª Edición)

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El constituci­onalismo busca reinventar­se para acabar con la hegemonía ‘indepe’

- ÀLEX GUBERN

SE podría escribir una crónica de la política catalana de los últimos diez años a través de los requiebros inmobiliar­ios de sus partidos. La sede embargada de la antigua Convergènc­ia en la calle Córcega explica cómo la corrupción arrasó con el partido de Pujol. Del mismo modo, la mudanza del PSC de su mastodónti­ca casa histórica en la calle Nicaragua al muy apañado aunque más pequeño local de Poble Nou explican la habilidad de un partido al que el ‘procés’ pasó por encima pero que pudo salir a flote. Más triste es pasar por delante de lo que fue la sede de Unió en la calle Almogàvers, cerrada, como el propio partido de Duran, aún con carteles de pasadas campañas cogiendo polvo y un ‘Se alquila’ en lo alto.

Excepto en el caso de ERC –se mudaron del vetusto entresuelo de la calle Villarroel a un local a la altura de un partido que se dice de gobierno– todas las formacione­s han tenido que ajustarse a la baja, algo que en el caso del centro-derecha constituci­onalista ha adquirido tintes casi dramáticos. Cs, en fase de repliegue, está a punto de estrenar local tras tener que abandonar el de la calle Balmes, una sede tan aparente por fuera como poco funcional e incómoda en su interior. Era solo fachada, vaya. Hagan la lectura política que quieran. El caso del PP es también paradigmát­ico, con su local de la calle Urgell en venta pero aún sin comprador que se interese por un sotano sin luz y más bien pocas ‘posibilida­des’, como se dice en el argot. También se podrían hacer lecturas políticas de ello.

Es en esta coyuntura política, e inmobiliar­ia, en la que aparece un manifiesto que aboga por la unión de las fuerzas constituci­onalistas en Cataluña, tal y como ABC ha ido contando en las últimas semanas. Una iniciativa que, desde el realismo, y alarma ante la atonía de los partidos clásicos, viene a decir que hay que levantar una casa común. Los números cantan: si nada se hace, el secesionis­mo seguirá siendo hegemónico, y el resto, material de derribo.

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