El coche eléctrico, aún minoritario y con incentivos farragosos
El coche eléctrico, la alternativa limpia que por ahora parece más viable a escala masiva para los coches de combustión, sigue siendo minoritario. En octubre sus ventas aumentaron un 29%, hasta 2.700 unidades, pero sólo supusieron el 3,7% del total. El coche de hidrógeno, la otra opción que se explora, es testimonial, con solo 15 unidades vendidas.
La oferta de modelos «a pilas» se ha disparado, de poco más de 80 en 2018 a más de 200 en la actualidad. Buena parte de las plantas españolas, como las de Stellantis en Vigo, Madrid y Zaragoza; o la de Mercedes en Vitoria, ya los producen. Seat en Martorell y Volkswagen en Pamplona, están pendientes de recibir, en diciembre, la adjudicación de los eléctricos pequeños del grupo.
Por ahora el consumidor prefiere optar por otro tipo de alternativas, como los híbridos o los enchufables (las ventas de los primeros son diez veces mayores y los segundos han crecido un 67 por ciento en octubre) debido especialmente a a la falta de puntos de recarga. De los más de 100.000 que el Gobierno considera necesarios en 2023, apenas hay unos 12.000. España es, además, de los países europeos con menos infraestructura se carga rápida instalada, y la operativa requiere de diferentes tarjetas de membresía según el operador.
El Gobierno ha buscado incentivar la instalación de puntos de carga y compensar el mayor coste inicial de los coches eléctricos e híbridos enchufables mediante programas de ayuda, en especial el denominado Plan Moves. Un plan que, pese a ser bien valorado por los fabricantes, sufre de limitaciones prácticas.
En su tercera edición, el Moves está dotado con 400 millones de euros, ampliables a 800. Las ayudas, de hasta 7.000 euros para turismos y 9.000 para vehículos comerciales facilitan adquirir un vehículo con etiqueta Cero emisiones, pero los compradores se quejan de los farragoso procedimientos y los elevados tiempos de espera, que en muchos casos superan el año. Además, el reparto territorial de los fondos ha creado problemas, que no han logrado solventarse en esta edición pese al incremento de las cuantías. Un ejemplo: en Madrid apenas ha bastado un mes para que se agoten los fondos para instalar un punto de carga, pese a que la partida estaba previsto que durara tres años, generando un cuello de botella.