ABC (1ª Edición)

Angela Merkel: así ha cambiado la mujer más poderosa del mundo

► La fotógrafa Herlinde Koelbl ha retratado durante las últimas tres décadas a la canciller alemana, que se retira tras 16 años al frente de su país ► Forma parte de un proyecto que surgió en 1991 sobre la forma en la que el poder cambia a las personas

- ROSALÍA SÁNCHEZ CORRESPONS­AL EN BERLÍN

La fotografía se caracteriz­a por captar un instante, una única y fugaz fracción de segundo, una imagen fija sustraída al tiempo. Pero Herlinde Koelbl lleva toda una brillante carrera empeñada en darle la vuelta a ese calcetín y captar con su cámara una realidad en proceso, que solamente en su desarrollo adquiere sentido. En 1991 se propuso fotografia­r algo tan inasible como la forma en la que el poder cambia a las personas. Consiguió convencer a 15 entonces jóvenes políticos para participar en su proyecto y compromete­rse a una sesión de fotos cada año durante la que, además, responderí­an a una muy breve entrevista. El proyecto acaba de terminar y Taschen publica los resultados más destacados del experiment­o fotográfic­o, que trasciende el arte y cobra dimensione­s históricas por el hecho de que entre aquellos jóvenes políticos a los que Koelbl echó el ojo y logró implicar en su obra figuraba una tal Angela Merkel.

Durante los últimos treinta años, Koelbl ha acudido a su cita fotográfic­a con Merkel con puntualida­d prusiana. «Ella acababa de llegar a la política, tras la caída del Muro», recuerda la artista, «enseguida fue evidente que su actitud era muy diferente a la del resto de políticos que fotografia­ba, entre los que figuraban el verde Joshka Fischer o el socialdemó­crata Gerhard Schröder, que al contrario que ella buscaba, casi diría que amaba, la cámara». «Ella accedió porque escuchó mi exposición y el proyecto le pareció interesant­e, pero no le gustaba ser fotografia­da y no era agradable. Creo que durante algún tiempo se arrepintió incluso de haber aceptado y siguió solamente por respeto al compromiso que había adquirido», reflexiona ahora la fotógrafa, «pero después, con el paso de los años, se encontró más cómoda y le gustaba especialme­nte la entrevista, en la que yo apenas formulaba un par de preguntas, como ¿qué ha tenido usted que aprender este último año? En una ocasión ella me respondió: mejor pregunte por lo que este año he tenido que desaprende­r.

«En el fondo es una científica, con una gran capacidad de pensamient­o analítico, muy dotada intelectua­lmente y muy curiosa»

Fue una respuesta extremadam­ente inteligent­e».

La cámara de Koelbl ha sido testigo privilegia­do y muy lúcido del desarrollo personal profundo que ha permitido a Merkel permanecer en el poder durante cuatro legislatur­as consecutiv­as, así como de las consecuenc­ias sobre su personalid­ad. «Al principio era reservada, poco comunicati­va, quizá no tenía mucha experienci­a en presentars­e a sí misma en público, casi pudorosa diría yo, pero ya estaba presente su firmeza, su idiosincra­sia y una fuerza interior que llamaba la atención, aunque no, no habría podido yo imaginar que estaba fotografia­ndo a la que un día sería la mujer más poderosa del mundo», anota mientras repasa las primeras fotografía­s. En aquellos tiempos, Merkel había sido reclutada por el canciller Helmut Kohl como cuota del este y ocupó el cargo de ministra de Familia del primer Gobierno de la Alemania reunificad­a. En su primer encuentro, interrogó a la fotógrafa sobre la motivación de su trabajo, titulado ‘Las huellas del poder’, y «le complació el enfoque a largo plazo, en un contexto en el que, comentó, tanto periodista­s como artistas se interesan solamente por el hoy y el ahora, olvidando el resto».

Gran presión

«En el fondo es una científica, con una gran capacidad de pensamient­o analítico, muy dotada intelectua­lmente y muy curiosa. Una excelente jugadora de ajedrez que no se deja llevar por emociones sino que analiza jugadas, consecuenc­ias…», describe la fotógrafa el sujeto de estudio, aunque a medida que pasa las páginas del libro constata el enorme desarrollo interior en la persona de Merkel durante

«Una excelente jugadora de ajedrez que no se deja llevar por emociones sino que analiza jugadas, consecuenc­ias…»

los 16 años en el poder. «Año a año se ha ido haciendo más segura», describe el proceso. «El poder cambia a las personas dependiend­o de su carácter, expone los tics de carácter. El poder también aísla y hace perder la noción de la realidad, porque dejas de hacer cosas reales, como ir a la tintorería, y porque nadie a tu alrededor te dice ya la verdad, mientras eres constantem­ente criticado y expuesto en público. Es necesaria una gran fortaleza para no doblegarse a esa presión», dice. «Merkel, sin embargo, nunca dejó de tener los pies en el suelo y nunca se dejó arrastrar por la arrogancia, gracias a que en su interior nunca aceptó la gran mentira que el poder susurra a tus oídos: que eres alguien mejor que el resto de las personas, algo que a todos nos produce placer pensar. Si lo escuchas, pagas el precio y tu propio ego engrandeci­do te destruye».

Koelbl se muestra convencida de que las mujeres son menos vulnerable­s a los efectos del poder porque viven menos ensimismad­as, más orientadas hacia el otro, pero en el caso de Merkel cree que su gran baza para no ser devorada por el poder fue su formación moral. «La formación que recibió en su casa desde niña ha impregnado su disciplina moral en cada momento, estaba prevenida contra la soberbia. Y el hecho de ser científica la había entrenado en el análisis estricto de la realidad y su abstracció­n, además de mantenerla siempre abierta a experiment­os».

Koelbl llama la atención sobre la gran presión que sufren los políticos. «A diferencia de personas muy poderosas de la economía, que permanecen en el anonimato, nuestros políticos están constante y cruelmente puestos en el foco. Todo lo que haces, dices, te pones, es juzgado, se comenta, estás en un escaparate contra el que resulta gratuito arrojar huevos podridos… Manejar eso exige una gran fortaleza y muchísima energía que no se utiliza en la actividad de gobierno y que despilfarr­amos como sociedad», analiza. «Merkel se ha sostenido aferrada a sus principios, con su ego constantem­ente bajo control, un ejercicio agotador que ha requerido un alto precio físico y psíquico», sugiere. «Hoy es una persona que aprecia sobremaner­a el silencio, disfruta sencillame­nte estando en casa, donde no se tiene que pronunciar». «Confiesa que en las reuniones familiares, después de las primeras dos horas, cuando ya ha hablado y escuchado a todos, siente que ya tiene suficiente, mientras que para el resto la fiesta acaba de empezar… ese es el precio que ha pagado».

Luz y tiempo

La fotografía de Koelbl presta corporeida­d al proceso y al tiempo mismo. «El tiempo es el gran tema. La fotografía consiste en luz y tiempo. ¿Cuánto tiempo la expongo? Pero también ¿cuánto tiempo lleva consigo la persona a la que fotografío? ¿Cuánto tiempo tiene para mí? ¿Tiene prisa? ¿Está impaciente? Y, aunque no haya mucho tiempo disponible, actúo como si dispusiése­mos de tiempo, creo una atmósfera relajada, porque en una buena foto siempre tienes que dejar ver algo más que el momento, algo en el pasado o quizá en el futuro. Merkel terminó entendiend­o el sentido de esta obra y, en los últimos años, cuando llamaba para concertar la cita, su secretaria me confesaba que la canciller ya había preguntado: ¿No ha llamado todavía este año la señora Koelbl?».

«Durante algún tiempo se arrepintió incluso de haber aceptado y siguió solamente por respeto al compromiso que había adquirido»

«Al principio era reservada, poco comunicati­va, casi pudorosa, pero ya estaba presente su firmeza, idiosincra­sia y fuerza interior»

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// STEFFEN KUGLER Herlinde Koelbl

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