ABC (1ª Edición)

«No tengo la sensación de estar aquí para curar heridas»

Miguel Méndez Entrenador de la selección femenina de baloncesto ► España comienza ante Hungría su camino hacia el Eurobasket con un nuevo técnico tras el despido de Mondelo

- EMILIO V. ESCUDERO

Tras un verano convulso en el que la selección se quedó por primera vez sin medallas desde 2013, el equipo comienza hoy nueva etapa y estrena capitán. Se pone al frente del banquillo Miguel Méndez (Vigo, 1967), uno de esos gurús de la canasta que llevan años anclados al éxito, que tendrá la complicada tarea de alargar la etapa de alegrías comandada por Lucas Mondelo de la última década. Como técnico del Ekaterimbu­rgo, desempeño que compatibil­izará con el de la selección, está acostumbra­do a ganar casi siempre, aunque reconoce que hacerlo con España será más complicado.

—¿Recuerda cuándo empezó a aficionars­e al baloncesto?

—Yo tuve la suerte de ir a un colegio en Vigo, los Maristas, donde el baloncesto era una religión casi tanto como la de verdad. Desde muy pequeño empecé a jugar y luego enseguida me dediqué a entrenar a niños, que era una costumbre muy arraigada en el colegio para los que íbamos cumpliendo años. Creo que mi primera licencia federativa de entrenador fue con 19 años, así que ha pasado ya mucho tiempo…

—¿Qué ha sido lo más complicado para llegar hasta aquí?

—Complicado ha sido todo. Primero tienes que formarte en todas las parcelas, que son muchas, que implican a un entrenador de baloncesto. No es solo lo técnico o lo táctico. La comunicaci­ón, la gestión de recursos, el estudio técnico y científico, la parcela médica… Hay muchas cosas que son importante­s para alcanzar el éxito y no hay una que tenga mucho más peso. Es, además, una formación continua, que nunca para.

—O sea, que es imprescind­ible ser un obseso del baloncesto para ser buen entrenador...

—No, no lo creo. Yo pienso que esto es un trabajo, pero hasta ahí. A mí lo que me obsesiona es que mi familia esté bien de salud y que sea feliz. Esto es mi trabajo, pero no es lo más importante en mi vida.

—¿Desconecta en su tiempo libre?

—Absolutame­nte. Este es mi trabajo y tengo muy claro que cuando acaba el día, se queda aparcado. A mi mujer le gusta mucho el baloncesto, pero cuando la llamo hablamos cero de esto. No se es más profesiona­l por estar 24 horas al día pensando en baloncesto.

—¿Le ha trastocado mucho compatibil­izar dos banquillos como el del Ekaterimbu­rgo y el de España?

—Sí. No puedo mentir. Cada día pienso en ello e intento hacerlo de la mejor manera posible. Trato de apoyarme en los que tengo a mi alrededor, pero es algo que no he hecho nunca y no sé cómo hacerlo. Tengo mis ideas y las voy poniendo en práctica, pero estoy abierto a cualquier tipo de ayuda.

—Scariolo es un experto en eso, ¿le ha pedido consejo?

—Lo hemos comentado. Me mandó un mensaje muy amable cuando llegué al cargo y comentamos entonces la posibilida­d

¿Mondelo? «No he hablado con él. Me mandó un mensaje de felicitaci­ón y nada más. Su etapa ha sido la mejor de la historia»

de vernos y que me contara cómo lo hace. Espero que podamos tener esa conversaci­ón en el futuro.

—¿Y con Mondelo ha hablado?

—No, no he hablado con él. No hablaba con él antes y no lo he hecho ahora. Nos conocemos desde hace mucho tiempo. Hemos competido mucho uno contra otro, pero no pertenece a mi grupo de amigos dentro del baloncesto. Me envió un mensaje de felicitaci­ón por mi cargo, que le agradecí, pero nada más.

—¿Qué le ha parecido desde fuera su labor en el equipo estos años?

—La de Mondelo ha sido la etapa más exitosa de la historia del baloncesto femenino. Nunca hemos tenido un grupo de jugadoras que pudieran, por edad, estar todas juntas en la cancha a la vez. Jugadoras especiales, con personalid­ad, físico y talento. Nunca había existido eso en el baloncesto español y luego han estado comandadas por un cuerpo técnico que ha trabajado muy bien con ellas durante todos estos años.

—¿Y siente en estos primeros días le está tocando hacer más de psicólogo que de entrenador?

—No, no he tenido esa sensación. Yo vengo aquí porque soy entrenador de baloncesto y vengo a entrenar. A hacer de este un buen equipo que gane muchos partidos. No he tenido la sensación de tener que estar aquí curando heridas ni nada parecido.

—¿Cree que vale todo para ganar?

—No lo sé. No creo que sea una pregunta para mí. Exigencia siempre la hay y siempre la habrá. Las jugadoras y el cuerpo técnico la conocemos y la asumimos. La exigencia de la empresa hacia el cuerpo técnico existe; la del cuerpo técnico hacia las jugadoras es total y es así en todos los deportes y en todos los equipos del mundo. Pero es que esto es así también en la vida cotidiana de las personas, que seguro que en sus trabajos también tienen presión.

—Dentro de las elegidas para estos dos partidos de clasificac­ión no está Anna Cruz, de nuevo a un alto nivel en su equipo. ¿Le gustaría contar con ella en otras convocator­ias?

—No he hablado con Anna, con la que he trabajado varias veces en el pasado tanto en la selección como en clubes. Sin personaliz­ar en ella, lo que sí quiero decir es que todas las jugadoras españolas que muestren su compromiso de estar con el equipo nacional y que lo hagan bien con sus equipos tendrán las puertas abiertas tengan la edad que tengan.

—O sea, que si se pone de nuevo a disposició­n de la selección…

—Más claro no lo puedo decir.

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FEB

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