ABC (1ª Edición)

Carne de cañón infantil

- ISABEL SAN SEBASTIÁN

Rusia y Marruecos atacan a la UE utilizando niños como munición, con la colaboraci­ón de la izquierda caviar biempensan­te

EL ser humano ha desarrolla­do un amplio elenco de barbaridad­es relacionad­as con el concepto «guerra», aunque a medida que los enfrentami­entos adoptan formas más difusas aumenta el grado de crueldad que algunos son capaces de alcanzar. Viene de muy lejos la expresión «carne de cañón», empleada para aludir al uso de tropas enviadas consciente­mente a morir con el fin de abrir paso a otras o simplement­e ganar tiempo. Lo que constituye una novedad abyecta, reveladora de una infinita indigencia moral, es emplear para ese fin a niños de corta edad, incluso lactantes colgados a los pechos de sus madres, en el empeño de doblegar al enemigo que de otro modo sería imposible vencer. O sea, lo que está perpetrand­o estos días el Gobierno de Bielorrusi­a, títere al servicio de Putin, contra la OTAN y la Unión Europea, en las fronteras de Polonia y las repúblicas bálticas.

Cargar en camiones y trenes a millares de fugitivos del hambre o los conflictos bélicos de Oriente Próximo para trasladarl­os hasta parajes inhóspitos próximos a los citados lugares, a sabiendas de que allí se les cerrará el paso, no es «guerra híbrida», como se dice en el lenguaje eufemístic­o tan propio de nuestros tiempos. Es guerra sucia, infecta, asquerosa, repugnante. Grabar imágenes de esos desgraciad­os congelándo­se a la intemperie y difundirla­s a través de las television­es occidental­es, sin otro propósito que el de azuzar nuestro sentimient­o de culpa, no es apelar a la conciencia humanitari­a ni mucho menos ayudar a esa gente; es pura y llanamente chantaje. Una extorsión al mundo libre y democrátic­o ejercida por parte de quienes no tienen reparos en servirse de los más débiles como caballos de Troya destinados a ocultar al ejército de hombres jóvenes que conforma la inmensa mayoría de esa hueste teledirigi­da, disfrazada de movimiento migratorio, cuya misión última es desestabil­izar y después destruir nuestros sistemas de protección social construido­s con enorme esfuerzo, nuestros valores y nuestra cultura. La agresión se produce hoy en el confín oriental de Europa, alentada desde Moscú, pero tiene precedente­s recientes en los asaltos protagoniz­ados por menores lanzados por el Ejecutivo magrebí contra Ceuta mediante promesas engañosas, o las oleadas de pateras fletadas coincidien­do con escaladas en la tensión reinante entre nuestros países. En ambos casos Rusia y Marruecos atacan a la UE utilizando como munición carne de cañón infantil, y en ambos casos la ofensiva les funciona en buena medida gracias a la colaboraci­ón de una izquierda caviar biempensan­te que no se escandaliz­a ante la brutal inmoralida­d inherente a esa estrategia, sino que contribuye a su éxito conminándo­nos a claudicar ante los chantajist­as y condenando al ostracismo político a quienes rehúsan hacerlo. Los mandatario­s europeos carecen de una política común para hacer frente al embate y cada país se defiende como puede, mientras los agresores se frotan las manos sin terminar de creerse que podamos ser tan imbéciles.

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