Luisenriquismo
Lo del seleccionador es ya un hecho religioso: si le criticas eres un mal español
Queridos hermanos, Luis Enrique es ya una religión. El luisenriquismo, o luchismo, es cuestión de fe, pero no en el fútbol, ni en el balón; tampoco en el deporte o en la selección. Es fe en él. Él. Luis Enrique es el mesías, que no sólo es infalible, sino que también es inviolable. Su credo establece que todo en él es virtud, aunque España aburra a las ovejas, que somos los sufridos espectadores. Y el que discrepe es un pecador, porque lo de Luis Enrique es una religión de Antiguo Testamento, de ojo por ojo, de conmigo o contra mí. Es una religiosidad preconciliar, anterior incluso a la Ilustración, obligatoria, de misa diaria y señalamiento al pecador.
En el luchismo hay un delito que no existe en el mundo civil: el delito de opinión. Criticar alguna de sus decisiones técnicas, o afirmar que España ha jugado mal, incluso sorprenderse con sus convocatorias o alineaciones está castigado con la pena más grave: eres inmediatamente señalado como antiespañol, o antiselección. O peor: madridista. Lo que es un blasfemo de toda la vida, pero aplicado al balompié.
Y claro, en el luchismo también hay inquisidores, una suerte de viejas del visillo dispuestas a defender su mensaje, justificarlo todo, renunciar a la capacidad crítica y señalar al blasfemo. «Si le criticas a él criticas a España: eres un mal español».
El domingo, España consiguió en el último partido el billete para el Mundial de 2022, lo mismo que se ha conseguido en los últimos 48 años. Es, por tanto, lo normal, y se logró contra reloj a pesar de que el grupo lo formaban Suecia, Grecia, Georgia y Kosovo, que no son precisamente el Brasil del 70. Aún así, celebrémoslo con gozo y regocijo, queridos hermanos, como celebramos en verano el buen fútbol que jugó España contra Italia el día que nos echaron de la Eurocopa. Pero el mesías no nos deja, porque incluso en el éxito es incapaz de ser misericordioso: «En cuanto perdamos un partido volverá el holocausto caníbal», dijo ayer tras lograr la clasificación poniendo la venda antes de la herida y señalando preventivamente al delincuente de opinión. En el luisenriquismo no hay descanso para los malvados. Así que, queridos hermanos, mientras Luis Enrique siga al mando y si queréis opinar libremente, no podéis ir en paz.