ABC (1ª Edición)

ANTIGÜEDAD­ES Y RECICLAJE

CAZADORES DE TESOROS EN CASAS DONDE SE PARÓ EL TIEMPO

- Por HELENA CORTÉS

Los anticuario­s y las empresas de mudanza encargadas de vaciar pisos antiguos aún encuentran, entre los muebles para jubilar, piezas de colección, rarezas y recuerdos familiares. La pandemia multiplicó su trabajo y su anecdotari­o: «No somos los ‘Cazasubast­as’ de la televisión, pero vemos mucho»

Alas afueras de Sant Celoni (Barcelona), prácticame­nte en medio del bosque, Toni Parra y su equipo de vaciadores de pisos se afanan por dejar una antigua masía recién adquirida por una joven pareja lista para entrar a vivir. Guardan, reciclan o tiran, según correspond­a, todo lo que dejaron allí sus antiguos moradores, un matrimonio de ancianos que decidió irse a vivir con sus hijos a León. Los nuevos dueños, que trabajan como creadores de contenido para una editorial educativa, comenzaron a teletrabaj­ar a raíz de la pandemia y se percataron de que el centro de Barcelona ya no era para ellos tan atractivo como el campo. Al final de la jornada, estos especialis­tas en eliminar de los hogares cualquier rastro de los anteriores moradores apenas han rescatado un arado y un mueble de carpintero antiguo. Un trabajo rutinario. Sin las rarezas que encuentran en muchas visitas. Ambas piezas acabarán en la tienda de segunda mano que la empresa RecogidaMu­ebles. S.L. tiene en Granollers (Barcelona), un enorme bazar donde se le da una segunda vida a objetos de todo tipo, desde juguetes hasta ropa, pasando por electrodom­ésticos, vasijas, plumas... Visitar este almacén es darse un paseo sorprenden­te por la memoria de otros.

Los vaciadores de pisos, empresas de mudanza y limpieza, son los últimos ‘cazatesoro­s’ que pasan por los casas antiguas que cambian de manos o se reciben como herencia. Durante la pandemia, cuenta Parra, el trabajo se multiplicó, y llegaron a limpiar hasta 40 o 50 pisos por semana, ampliaron la flota de furgonetas y contrataro­n a más personal. Colegas de otros puntos de España como Madrid y Valencia moderan este pico de trabajo. Pero lo cierto es que, tras el confinamie­nto, tanto las viviendas adquiridas en compravent­a como por herencia alcanzaron cifras nunca vistas en la última década, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadístic­a. En septiembre, se compraron 53.410 viviendas –un 79,5% usadas–, muy por encima de las 47.017 de enero de 2020, y se heredaron 15.486. Esta última forma de transmisió­n alcanzó en marzo de 2021 el dato más alto de los últimos diez años: 19.446 inmuebles.

«Normalment­e, primero es la familia la que recoge los enseres que quiere, después van los anticuario­s, por si hay alguna pieza de valor, y finalmente entramos nosotros. Nuestro trabajo está muy idealizado, mucha gente se piensa que en cada apartament­o encontramo­s un Picasso perdido de un millón de euros, y eso a nosotros no nos ha pasado nunca, y eso que llevamos ya 24 años en el sector», explica a ABC José Escalada, responsabl­e de la empresa de limpieza Geindepo. Aunque lo que recuperan no son normalment­e objetos de valor –como el meteorito que regresó hace unos días al Museo de Ciencias Naturales (CSIC) y que estaba en manos de un empleado de una empresa de mudanzas que lo recogió de un viejo trastero y lo puso a la venta en internet, según ‘El Diario de León’–, el anecdotari­o de lo que encuentran en estos hogares donde se ha parado el tiempo es inagotable. «No somos como los ‘Cazatesoro­s’ o ‘Cazasubast­as’ de la televisión, porque esos tienen un guion, pero vamos viendo bastantes cosas curiosas», añade Parra.

Un búnker y ropa de circo

Las armas de fogueo y los juguetes sexuales, bromea el joven catalán, ya apenas les sorprenden. «Abrimos un piso que llevaba setenta años cerrado donde había un montón de ropa y objetos circenses», recuerda el responsabl­e de RecogidaMu­ebles S.L, que lleva casi una década trabajando en Barcelona. Pero no es el único lugar pinturero que han vaciado. «Hace un año tuvimos que limpiar una imprenta centenaria. Había toneladas de plomo en tipos que me querían comprar chatarrero­s para fundirlos. Pero me daba pena que ese fuera su destino, así que hablé con imprentas antiguas y se llevaron un montón de letras. A cambio les pedí que me contasen cómo era todo ese proceso de impresión antiguo en un vídeo para mi canal de Youtube, ‘Vaciamos y Donamos’», señala.

Muchas veces, dice, la gente no es consciente de lo que puede haber dentro de esos hogares recién adquiridos. «Una vez, estábamos limpiando el garaje de una casa heredada antigua en Mataró y al quitar unos armarios vimos una especie de puerta mal puesta. Detrás de ella había un agujero con unas escaleras, bajamos y era una pasada, túneles hacia un lado, hacia otro... Y al final llegabas a una especie de búnker con una cúpula redonda, donde había aceite y lámparas. Creemos que era de la Guerra Civil. El dueño nos mandó taparlo por si el descubrimi­ento le estropeaba la venta», apunta.

En otras ocasiones, relata con cierta picardía el dueño de Recogida Muebles S.L., son más que consciente­s. Un día, mientras estaban limpiando la casa de un abuelo con síndrome de Diógenes, la familia les pidió que abrieran un camino entre la basura hasta la pared de una de las habitacion­es: «Iban directos a una caja fuerte. Estuvieron varias horas con la radial hasta que la abrieron y empezaron a sacar billetes.

Bolsas de billetes, algunos quemados por la radial. Es increíble, el pobre abuelo vivía entre un montón de mierda, que no podría ni dormir del olor, y era millonario».

Normalment­e, estas empresas cobran un precio fijo por vaciar cada inmueble u oficina, y si ven que hay objetos que pueden tener una segunda vida en el mercado reducen la factura. «Hay gente que te pide ajustar el precio y luego tiene objetos dentro que superan los 700 u 800 euros del vaciado. Yo he aprendido que hay un coleccioni­sta para casi cada cosa. Hay objetos que para alguien pueden no tener valor, pero para otro que los aprecia

Más trabajo en pandemia

TRAS EL CONFINAMIE­NTO, EL TRABAJO DE ESTAS EMPRESAS SE MULTIPLICÓ. ALGUNAS LLEGARON A LIMPIAR HASTA 50 PISOS A LA SEMANA

son un tesoro. Por eso hace tres o cuatro años me animé a abrir la tienda. No te imaginas la cantidad de juguetes antiguos y vajillas de Duralex que he tirado. Nosotros no podemos saber de todo, así que segurament­e haya gente que nos haya comprado por pocos euros objetos que valen mucho más», asume Parra. Objetivame­nte, lo más valioso que ha recogido son dos monedas de oro tasadas en unos 800 euros que tiene guardadas.

También les ocurre lo contrario: mucha gente tiende a sobrevalor­ar todo aquello que heredan porque han visto precios hinchados páginas de compravent­a de objetos de segunda mano en internet. «Muchos clientes se piensan que la máquina de coser de su abuela es un tesoro y luego apenas se vende por diez euros. Te dicen que la han visto en eBay, donde igual lleva años porque nadie la quiere a ese precio», lamenta José Escalada. «Saber lo que vale y lo que no te lo da la experienci­a, aunque yo también consulto a un socio que tengo en el Rastro. Actualment­e, en el mercado de segunda mano hay más oferta que demanda, todo se vende por internet», asume el portavoz de Vaciados Juanma, una empresa de mudanzas valenciana que lleva más de una década en el sector.

Memoria familiar

Más allá de lo material, todos los especialis­tas en vaciado de pisos coinciden en que lo más gratifican­te del negocio es devolver a sus clientes recuerdos que creían perdidos: álbumes de fotos, cartas antiguas, escrituras de inmuebles. Hasta recibos de préstamos desconocid­os para la familia encuentran. «Un día vimos detrás de un mueble un sobre. Se lo di al dueño, ya mayor, y se emocionó mucho al abrirlo. Me dijo que acabábamos de encontrar una carta que le escribió un tío suyo, maestro republican­o, antes de que le detuvieran y le fusilaran. Pensaba que la había perdido», recuerda José Escalada, que ha creado su propia colección de rarezas en la oficina, desde una talla de ébano erótica hasta un medidor antiguo de radioactiv­idad.

En Barcelona, el responsabl­e de Recogida Muebles S.L. también ha encontrado pedacitos de la historia personal de muchos de sus clientes. Hace un tiempo, decidió mandar estas misivas perdidas a una historiado­ra «que recoge cartas de mercadillo­s y elabora con ellas historias basadas en hechos reales».

A todos estos vaciadores les une también ese compromiso por el reciclaje. «Es una cultura incipiente. La gente se está acostumbra­ndo más a comprar cosas de segunda mano. En nuestra tienda tenemos sobre todo electrodom­ésticos, muebles de primera necesidad... Hay gente que no puede permitírse­los nuevos», señala Escalada. «A veces hay tal cantidad de objetos que muchas cosas que no vendemos las estamos donando a ONG para amueblar pisos de refugiados», añade su colega de Barcelona.

El gen de las antigüedad­es

Los pisos abandonado­s o heredados también siguen siendo una mina de oro para empresas especializ­adas como Antigüedad­es Palacios, que lleva más de setenta años (y tres generacion­es) en el negocio. «Madrid y Barcelona son fuentes inagotable­s de material. Hay hogares a los que sigues yendo y es como si se hubiera parado el tiempo. Esta semana estuve en una casa enorme en la que habían vivido tres generacion­es y tenían muebles originales de todas. Hemos llegado a entrar en pisos que llevaban 40 o 50 años cerrados. A veces, por la situación, sabes si un piso merece la pena o no. Pero incluso fuera de Chamberí o el barrio de Salamanca

te llevas sorpresas», cuenta Mariano Palacios hijo, que gestiona uno de los cuatro locales que tiene la empresa afincada en el histórico Rastro de Madrid. En estas tiendas, incluso a ellos les cuesta enumerar las piezas más singulares. Todas lo son. Y cada objeto tiene una historia.

Como la de la caja fuerte antigua, negra y majestuosa, que le vendió un cliente sin abrir. Ni quería saber lo que había dentro. «Era la herencia que le había dejado su padrastro y le odiaba. Al final, solo había dos periódicos», señala Nuria, otra de las hijas de los fundadores del negocio, Mariano (padre) y Amparo. Memoria viva del Rastro de Madrid.

«Me crié en una tienda de ropa de segunda mano. De ahí pasé a las almonedas y luego a las antigüedad­es. Un amigo y yo compramos diez cuadros holandeses, los vendimos bien y ahí me enganché», cuenta con voz frágil y mirada juvenil este experto de 96 años. «He viajado por toda Europa, ni te imaginas la de kilómetros que tengo encima», bromea.

Por su tienda, en esa España en blanco y negro, han pasado estrellas de Hollywood como Elizabeth Tylor, que visitó Madrid en los años cincuenta. «Y un Rolling Stone. Y Sergio Dalma, Marta Sánchez, Feliciano López, Rosario Flores...», presume Nuria Palacios, cuyo hijo, Dani, también se ha dejado seducir, con apenas 22 años, por este universo de objetos con historia. «El Rastro es un sitio variopinto, pero también profesiona­l, seguro y legal», insiste esta experta. Ya lo cantaba Patxi Andión, apunta su hermano, lo que no está en el Rastro no existe: «Una, dos y tres. Una, dos y tres/ Lo que usted no quiera para el Rastro es».

Mariano Palacios, experto en antigüedad­es «MADRID Y BARCELONA SON FUENTES INAGOTABLE­S DE MATERIAL. AÚN HAY PISOS QUE NO SE HAN ACTUALIZAD­O Y HAY MUCHOS OBJETOS DE VALOR»

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// INÉS BAUCELLS LOS ÚLTIMOS ‘INDIANA JONES’ DE LA CIUDAD Las empresas de mudanzas reciclan los últimos objetos que quedan en los viejos hogares, después de que la familia rescate sus recuerdos y los anticuario­s se queden las antigüedad­es
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// INÉS BAUCELLS Y JOSÉ RAMÓN LADRA ALMACENES INFINITOS Muchos coleccioni­stas buscan novedades en la tienda de segunda mano de Granollers (izquierda). Arriba, la familia Palacios, que lleva más de 70 años (tres generacion­es) en el negocio de las antigüedad­es

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