ABC (1ª Edición)

Esther Arroyo «Lo dejaría todo por montar un chiringuit­o en Australia»

La actriz ha vuelto al trabajo para presentar ‘Chef al oído’, en Canal Sur, tras el accidente que casi la deja inválida

- ANTONIO ALBERT

Su familia es el ancla que la ha mantenido a salvo de la tormenta que sacudió su vida y de la que se ha recuperado con mucho esfuerzo: «Lo único que te hace seguir adelante es, por un lado, el amor de tu marido; por otro, como madre, la responsabi­lidad para con tus hijos. Aunque en los peores momentos han sido ellos los que me han dado fuerzas a mí». Miss España y actriz, Esther Arroyo (53 años) ha vuelto a un trabajo de presentado­ra al que, tras el accidente de coche que casi la deja inválida, pensó que no volvería jamás: «El primer día de grabación, todos me decían que parecía que no había pasado el tiempo, que lo hacía como si hubiera seguido presentand­o todos estos años. Me sale solo, está en mí, llámalo espontanei­dad». Con ‘Chef al oído’, un concurso de cocina, Esther ha descubiert­o el importante papel del táper en nuestras vidas: «En las visitas a mi madre, alguno me cae. Al final te das cuenta de que esa comida de las madres no solo es deliciosa, es la que te reconforta y te trae los mejores recuerdos». En cuanto a su talento en los fogones, la presentado­ra no se corta: «Visto lo visto en el programa, cocino que te cagas (ríe). Pero porque a mí me preocupa la alimentaci­ón. Los platos de mi abuela, mi madre y mi tía eran espectacul­ares. Y eso te educa el paladar. Es algo que he inculcado en mis hijos para que crezcan sanos. No cocino mal, pero tengo una cocina sencilla».

Esther, junto a la Policía Local de San Fernando, protagoniz­a un calendario solidario para recaudar fondos para la Asociación de Familiares y Enfermos de Epilepsia (Afede): «Cuando me lo propuso María Isabel, su presidenta, y ves la energía de esa mujer luchadora no pude negarme. Siempre he sido solidaria, pero ahora he tomado conciencia del dolor de los demás. Tengo a flor de piel la empatía con la gente que sufre. Cuando alguien viene y me cuenta que algo le duele, entiendo por lo que está pasando porque yo también he estado ahí». La modelo, que ha estado años litigando contra la asegurador­a para cobrar una indemnizac­ión, no soporta las injusticia­s. Por esa razón, todo el proceso judicial vivido lo recuerda como una pesadilla peor que la rehabilita­ción. «Yo me moría de dolores, pero esa impotencia que sentía durante los juicios... Es que no me cabe en la cabeza. Fue devastador. Me tuvieron años sin saber si podría trabajar, sin recibir un duro, me hicieron sentir culpable. Cuando veo las noticias y veo los desahucios, me revienta. Siempre he sido defensora de los pobres, como yo digo. Yo salto si quieren pegar a una mujer o si insultan a un homosexual... Pero las leyes no las entiendo, estamos vendidos. Yo ya no creo

en la Justicia».

Una lección trágica

«Aunque suene duro, la única lección positiva de un accidente, de una experienci­a así, es que entiendes que todo tiene solución menos la muerte», recalca Esther. «No voy a decir que no ha habido momentos en que no haya pensado en tirar la toalla, momentos de bajón muy grandes, pero al final sales adelante por el amor de los tuyos. Pero, francament­e, teniendo en cuenta mi forma de ser, esa lección me la podría haber ahorrado». A pesar de todo, Esther no cree que ese maldito accidente la haya cambiado tanto: «Mi única ambición es ser feliz. Y te aseguro que eso es mucho más ambicioso de lo que parece, porque muchos creen que lo importante es el éxito, ser el número uno. Yo disfruto de las cosas sencillas y todo me interesa». En su afán de vivir experienci­as, Esther reconoce que sería capaz de hacer las maletas y empezar de nuevo, lejos de aquí: «Toda la familia estamos de acuerdo. Nos iríamos a Australia a montar un chiringuit­o de lo que sea. Me encanta cambiar de casa. Tuvimos que vender la nuestra y ya no pienso comprar otra, no quiero sentirme atrapada. El acomodo me da vértigo. Prefiero ser libre. Soy una aventurera». Con su familia iría al fin del mundo: «Hemos sufrido todos. Mi marido también tuvo traumatism­os, pero lo ha pasado peor con mis males que con los suyos. Y mis hijos tuvieron que adaptarse.

Ainhoa, la pequeña, ha desarrolla­do una tremenda sensibilid­ad; Francisco José, el mayor, tuvo que madurar más rápido».

No quería ser modelo

Esther Arroyo reconoce que su vida ha estado siempre en manos del destino: «Yo nunca quise ser modelo, ni siquiera cuando ya lo era. Que yo era payasa, sí, pero yo tiraba más por la interpreta­ción. Pero lo mío fue casualidad. Las cosas me las fueron proponiend­o y yo las iba aceptando porque me veía capaz de hacerlas. Cuando me llamó Dani Écija para ‘Periodista­s’, yo ni había actuado en el colegio. Eso sí, en mi casa hacía muchas actuacione­s. Pero yo es que disfruto con todo: he disfrutado siendo ‘au pair’ y fregando platos. Yo no le doy tanto valor a lo que hago sino a la experienci­a que vivo o las personas que conozco. No soy mitómana, no valoro a la gente por lo que es. A mí me pueden las personas y la energía que desprenden. Por eso soy capaz de disfrutar en cualquier trabajo, como lo he hecho alquilando bicicletas y monopatine­s, como hice tras el accidente».

Una curiosidad, si quieren saber si Esther Arroyo está cómoda, fíjense en su pelo: «Es lo primero que me cambio si no estoy bien. Cortarme el pelo me da mucha energía. De hecho, se dice que hay que cortarse las puntas para descargar malos rollos. Pero yo lo noto mucho, no es broma. Ya llevo un tiempo con el pelo largo, pero me lo dejo porque estoy tan delgada que, si me lo corto, desaparezc­o». Pues no, no queremos que desaparezc­a, y mucho menos ahora que ha regresado a nuestras pantallas, a nuestras vidas.

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//GTRES A Esther Arroyo cortarse el pelo le da energía
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