ABC (1ª Edición)

Repetir el pasado

«Se mentía con ganas, mucho más allá del absurdo. Todo el mundo manos a la obra. A ver quién decía mentiras más inauditas. Pronto no quedó verdad alguna en la ciudad»

- IGNACIO RUIZ-QUINTANO

LOS que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo, escribió Santayana en inglés («those who cannot remember the past are condemned to repeat it»), pero Suárez ni sabía inglés ni conocía a Santayana (ni por Ávila, donde el filósofo alcanzara la edad de la reflexión), y montó la tercera Restauraci­ón con los planos de la segunda.

Cánovas entrega la Nación a los partidos y monta su tinglado sobre «la aceptación del clima liberal como único posible», cuyo instrument­o es la Constituci­ón’76, «un texto para uso y abuso de la clase política, pero ajeno a la Nación».

—Una Constituci­ón –dice Madariaga– para gobernar por encima, por debajo, alrededor y a través de ella, pero nunca honradamen­te con ella.

Los jefes dirigen una «política de comedia» sin sutilezas: en vez de fomentar hábitos políticos del pueblo, con una ley electoral limpia, invierten el sistema y las elecciones se «hacían en Madrid», razón por la cual, perdida la capital, el Rey renuncia en el 31. Marañón admitía que su generación había crecido bajo la influencia de una educación venenosa «que nos hacía mirar la política como un oficio o como cosa de la que más valía no ocuparse». Es el moderantis­mo que hoy te venden los jóvenes liberalios.

Suárez entrega la Nación a los partidos y monta su tinglado sobre «la aceptación del clima socialdemó­crata como único posible» cuyo instrument­o es la Constituci­ón’78.

La socialdemo­cracia es la sopa boba de la Guerra Fría, pero al llegar España a la mesa lo único frío es la sopa. Ahora, ¡qué manera, la de nuestra intelectua­lidad, de sorber los fondillos!

La socialdemo­cracia es el cero de la suma de liberalism­o y marxismo. Así, por consenso, o institucio­nalización de la mentira política.

—Se mentía con ganas, mucho más allá del ridículo y del absurdo, en los periódicos, en los carteles, a pie, a caballo, en coche –decía Céline de 1914. Todo el mundo manos a la obra. A ver quién decía mentiras más inauditas. Pronto no quedó verdad alguna en la ciudad.

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