ABC (1ª Edición)

Cataluña fracasa en su reforma de una ley de seguridad que ahora quiere imitar el Gobierno

Sustituir las pelotas de goma por el ‘foam’ aboca al cuerpo a cuerpo entre policías y manifestan­tes

- ELENA BURÉS

Fue en noviembre de 2012 cuando Esther Quintana perdió un ojo tras recibir el impacto de una pelota de goma durante una huelga general en Barcelona. Un caso que llevó al Parlament, un año después, a prohibir a los Mossos d’Esquadra utilizar este proyectil, que se sustituyó por el ‘foam’, pese a que los agentes advirtiero­n de su menor efectivida­d para mantener la distancia y con ello evitar el cuerpo a cuerpo con los manifestan­tes. El debate sobre el orden público se reabrió en Cataluña tras los disturbios por la condena del 1-O, y volvió a la arena política durante las negociacio­nes para la investidur­a de Pere Aragonès como presidente de la Generalita­t. Primero, con un preacuerdo por el que la CUP reclamó eliminar también el ‘foam’. Frente al ‘pressing’ de los antisistem­a, los sindicatos de Policía catalanes han advertido en infinidad de ocasiones de que dejar a los antidistur­bios sin herramient­as para dispersar manifestac­iones violentas supondría abocarlos a una situación –el cuerpo a cuerpo– más peligrosa, tanto para los propios efectivos como para los causantes de las algaradas. Ahora son agentes de la Policía Nacional y la Guardia Civil quienes temen la retirada de las pelotas de goma con la modificaci­ón de la Ley de Seguridad Ciudadana. Una medida que plantea el Gobierno de coalición y entre las que ha propiciado que los uniformado­s convoquen una manifestac­ión el próximo 27 de noviembre. «Nos oponemos en rotundo a esa retirada porque, como hemos podido comprobar en los disturbios en los que tenemos que intervenir, también en Cataluña, el elemento sustitutiv­o de las pelotas, como el ‘foam’, no genera un resultado disuasorio ni ayuda a restablece­r el orden público», indica a ABC Pablo Pérez, portavoz de Jupol, sindicato de la Policía Nacional. El argumento que se esgrime para su posible retirada es la lesividad de las mismas.

Según un informe de la ONG Irídia, entre el 2000 y el 2020 se han documentad­o 40 heridos por este proyectil en toda España. Pero, la consecuenc­ia de su desaparici­ón, como ya habían advertido los Mossos, es el «el enfrentami­ento entre violentos y policía», señala Pérez. «Si se quita este elemento se tiene que buscar una alternativ­a. Si las pelotas son lesivas, se debe buscar una herramient­a que lo sea menos. En contextos donde el número de manifestan­tes es muy superior al de policías, el cuerpo a cuerpo es inviable», advierte Daniel Limones, experto en seguridad de la UOC.

«Politizar» la seguridad

Respecto a posibles sustitutos, desde la Unidad de Intervenci­ón Policial (UIP) –los conocidos como antidistur­bios– indican que no hay ningún otro elemento que genere el mismo resultado. Algo que corroboran sus homólogos en la Policía catalana, tras años sin emplearlas: «Las balas de ‘foam’ no mantienen la distancia en la fuerza, entonces los manifestan­tes extremadam­ente violentos no son disuadidos en absoluto. Hoy día no tenemos una herramient­a realmente efectiva para disolver», explica Imma Viudes, de Sap-Fepol.

El menospreci­o del Govern a la policía autonómica fue lo que llevó a centenares de agentes a manifestar­se en Barcelona a finales de octubre. Una marcha contra la «politizaci­ón constante» de los Cuerpos policiales y por la falta de «valentía» de los dirigentes catalanes para condenar las agresiones que sufren. Ahora serán policías nacionales y guardias civiles los que saldrán a la calle, en rechazo a la modificaci­ón de la ley de Seguridad Ciudana, al considerar, como les ocurre a los Mossos, que el Gobierno «está coartando cada vez más la actuación de los agentes, sobre todo, en las manifestac­iones que derivan en altercados violentos, donde se lanzan objetos a los agentes y se quema mobiliario urbano». Desde Jupol consideran que el cambio que busca el Ejecutivo «pone en duda la labor policial y trata de beneficiar al que infringe las leyes».

En Cataluña la fiscalizac­ión también continúa. Será la CUP el partido que presidirá la comisión de estudio del modelo policial en el Parlament, cuyo objetivo será realizar una auditoría sobre la actividad de los agentes.

«El problema radica en la politizaci­ón. Nos falta una cultura de la seguridad y entender que las unidades de orden público no existen porque sí. Podemos discutir si el modelo existente es mejorable, pero todo el control no puede recaer sobre los agentes, que ven como se les cuestiona constantem­ente, cuando ellos deben velar por los derechos y libertades de los demás», concluye Limones.

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