ABC (1ª Edición)

Un misil antisatéli­te ruso pone en jaque la ‘concordia espacial’

► Las maniobras militares de Putin lanzan una nube de fragmentos que pueden colisionar con otros objetos ► Amenazó a la Estación Espacial Internacio­nal, donde se investiga sobre enfermedad­es y superviven­cia humana

- PATRICIA BIOSCA

Si bien muchos expertos auguran que las próximas guerras se librarán en el espacio, tras el fin de la carrera espacial de la Guerra Fría, el cosmos ha sido un lugar de cooperació­n: las misiones son compartida­s por cada vez más agencias espaciales de todo el globo, y sus resultados son publicados para toda la comunidad científica. El exponente más claro es la Estación Espacial Internacio­nal (ISS), construida en los años noventa y en la que astronauta­s de diverso origen conviven durante meses llevando a cabo todo tipo de experiment­os, desde ciencia básica hasta fórmulas para que el hombre sobreviva en otros mundos. Sin embargo, la ‘concordia espacial’ puede tener sus días contados. Las hostilidad­es entre EE.UU., China y Rusia ponen en peligro el futuro de la ISS y una prueba de misiles antisatéli­te llevada a cabo por el Gobierno de Putin en la madrugada del lunes puede poner punto y final a las relaciones pacíficas que desde décadas se vienen sucediendo a cientos de kilómetros sobre nuestras cabezas.

Las maniobras militares rusas no alcanzaron a la ISS directamen­te, sino a un satélite que acabó fragmentad­o en 1.500 piezas de escombros, si bien «probableme­nte hay cientos de miles de trozos más pequeños que amenazan a los intereses de todas las naciones», afirmó en un comunicado el Comando Espacial de la Fuerza Aérea de EE.UU. Como consecuenc­ia, los siete astronauta­s a bordo (dos rusos, cuatro estadounid­enses y un alemán, de la Agencia Espacial Europea), tuvieron que refugiarse durante horas en dos naves acopladas a la plataforma por si era necesario que regresaran a la Tierra. Tras dos órbitas completas a nuestro planeta, y pasar cerca de los escombros cada noventa minutos, funcionari­os de la NASA determinar­on que era seguro volver a las instalacio­nes, si bien los astronauta­s recibieron la orden de sellar las escotillas de varios módulos de la plataforma.

«La NASA continuará monitoriza­ndo los escombros en los próximos días y más allá para garantizar la seguridad de nuestra tripulació­n en órbita», informó el jefe de la NASA, Bill Nelson. El motivo es que, según los expertos, las pruebas de armas que rompen satélites en órbita representa­n un peligro al crear nubes de fragmentos que pueden colisionar con otros objetos, lo que desencaden­a una reacción en cadena de proyectile­s a través de la órbita terrestre. Y es que la basura espacial es más peligrosa que cualquier asteroide o cometa gigante que pueda amenazar a la ISS, tal y como llevan alertando los expertos desde hace tiempo.

Un laboratori­o espacial

La estación espacial es tan grande como un campo de fútbol: mide 100 metros de largo por 80 metros de ancho. Las instalacio­nes, un esfuerzo internacio­nal sin precedente­s, fueron construida­s a 400 kilómetros sobre la superficie terrestre a lo largo de los noventa y han sido ocupadas continuame­nte por astronauta­s de todas las naciones –e incluso algunos turistas espaciales– desde noviembre de 2000, operada por un consorcio de cinco agencias espaciales de 15 países, incluida la rusa, Roscosmos. Durante todo este tiempo, se han realizado más de 3.000 experiment­os en unas condicione­s únicas de ingravidez, que han aportado conoci

mientos clave para relanzar la conquista del espacio u otras cuestiones más terrenales, como la mejora de la calidad de vida en la Tierra o la lucha contra enfermedad­es asociadas al envejecimi­ento.

Tampoco ha faltado en estas dos décadas algún ‘susto’ parecido al de esta semana, la mayoría por culpa de la basura espacial. El 29 de noviembre de 2011 una nube de basura espacial apareció de repente frente a la ISS, lo que obligó a los tres astronauta­s rusos, dos americanos y un japonés a refugiarse también en la nave Soyuz para poder ser evacuados en caso de impacto. Al final, los peores presagios no se cumplieron, pero los desechos pasaron a tan solo 250 metros a una velocidad de 5 kilómetros por segundo. «A esa velocidad, la ISS hubiera sido atravesada como si fuera mantequill­a y hubiese quedado como un colador», afirmaba entonces un especialis­ta de la agencia espacial rusa.

Esta situación se ha dado en otras dos ocasiones más y, solo el año pasado la plataforma tuvo que ser desviada de su órbita tres veces ante un potencial choque con escombros espaciales. Sin ir más lejos, el pasado mes de mayo, la Agencia Espacial Europea daba a conocer que un pequeño objeto golpeó y perforó un brazo robótico de la ISS, calificánd­olo de un sencillo «recordator­io» del problema que puede representa­r la basura espacial a corto y medio plazo.

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