Wole Soyinka: «El poder no tolera la libertad»
► El Nobel presenta en España su primera novela en casi cincuenta años
En 1986, la Academia Sueca sorprendió al conceder el Nobel de Literatura a Wole Soyinka (Abeokuta, Nigeria, 1934), el primer autor africano –y negro– que lo recibía. La institución quiso reconocer «una obra de amplio horizonte cultural y poéticos matices que aborda el drama de la existencia». Un drama que a Akinwande Oluwole Soyinka –ese es su nombre real– nunca le ha sido ajeno, pues lo ha vivido en carne propia. Autor de teatro, de poesía, de ensayos, de novelas… Soyinka siempre ha sido fiel a sí mismo, a su férreo compromiso con la libertad y la dignidad, elementos que definen y dan sentido a toda su obra. A sus 87 años, el nigeriano se mantiene en forma física y literaria, y ha visitado España para presentar su nueva novela, la primera que escribe en cincuenta años: ‘Crónicas desde el país de la gente más feliz de la Tierra’ (Alfaguara), una sátira política sobre la corrupción ambientada en una Nigeria imaginaria.
«Toda la experiencia tumultuosa, el entorno, el confinamiento, el aumento de las contradicciones en la sociedad, el deterioro del humanismo, ha ido adquiriendo tal dimensión que necesitaba otro medio para transmitir mi ansiedad y mis preocupaciones», asegura Soyinka sobre su sorprendente regreso a una forma literaria que reconoce que no es su preferida. Ese medio le ha permitido acercarse, una vez más, al poder para retratarlo, evidenciar sus defectos y denunciar, siempre con el respaldo de la ironía, los abusos que a veces se cometen amparándose en la democracia. «El poder contrasta con la autoridad. Es algo que se da a ciertos individuos, pero es un fenómeno arbitrario, cruel, no fiable. Muchas personas que lo tienen acaban alienadas, y eso va en contra de la sociedad. La autoridad puede ir de la mano de la libertad, pero el poder no. De hecho, el poder no tolera la libertad».
Soyinka, que ha dado clases en la Universidad de Nueva York, en Yale o en Harvard, rompió la tarjeta de residencia permanente en Estados Unidos, conocida como ‘green card’, cuando Donald Trump ganó las elecciones presidenciales en el país norteamericano. «Necesité apartarme de esa sociedad. Trump era un insulto para la existencia del ser humano. Su retórica estaba llena de odio. Es un hombre estúpido, pero tiene una inteligencia intuitiva, y es capaz de despertar el instinto primitivo a través de la xenofobia, del racismo… Es un payaso muy peligroso. Es uno de los jefes de Estado más peligrosos de la historia».
La gestión que hizo de la pandemia del Covid-19 no hizo más que refrendar, según el escritor, su incapacidad como mandatario. «Estaba al tanto de la amenaza, pero no dijo nada. Y lo mismo con el ataque al Capitolio. Eso es suficiente para que le hubieran encarcelado de por vida. Y encima quiere volver al poder. Es responsable de la mitad de las muertes en EE.UU. por la pandemia. Es un asesino de masas. Estados Unidos tiene que despertar y darse cuenta de lo que Trump representa, no solo para su país, sino para el resto del mundo». Y Soyinka, que ahora vive en Nigeria, advierte: «El peligro no ha acabado. No está fuera, todavía tiene muchos seguidores. Siento pena por Biden, tiene mucho trabajo por hacer».
Al autor nigeriano le hizo «muy feliz» el Nobel concedido a Abdulrazak Gurnah, de origen tanzano. Pero no ve en esa decisión una compensación por haberse ‘olvidado’ de África durante tanto tiempo. En su opinión, «los lectores occidentales, representados por la Academia Sueca, están empezando a darse cuenta de la riqueza del continente africano». Simplemente. Eso sí, Soyinka deja «claro» que no cree en las cuotas. «Sería una actitud muy condescendiente. La Academia Sueca tiene la obligación de ser aventurera, tiene que seguir sorprendiendo, que la gente se dé cuenta de que existen esas maravillas en el resto del mundo. Tiene que educarnos en ese sentido, esa es su misión».