Centrifugar España
Sánchez no reconoce más existencia, ni supervivencia, que la suya
El sueño de la sacralización nacionalista produce monstruos centrífugos. La diferencia fundamental entre patriotismo y nacionalismo, que son antónimos, es la fuerza empleada como palanca para apuntalar sus objetivos. En el primer caso, el motor es siempre la búsqueda de aquello que nos une para conformar los pilares de lo que solíamos llamar nación. En el segundo, la antítesis periférica ejerce una fuerza centrífuga que expulsa al que no acata los postulados instaurados, castiga al discrepante y exacerba lo que nos diferencia por encima de lo que nos une... con la ayuda del Gobierno.
Escuchar al presidente y sus cuates tildar de antipatriotas a Abascal o a Casado, y con ellos a todos quienes dudan de la recuperación económica, abjuran de su frentismo táctico o ponen pie en pared ante la jibarización del Estado en aras del fortalecimiento de las taifas, dopando así al secesionismo que teníamos acuartelado, denota que el monclovita practica lo que en filosofía se denomina solipsismo. Sánchez no reconoce más existencia que la suya propia, ser cabeza de ratón en el divide y vencerás. El sanchismo no busca la comprensión entre distintos, sino atomizar la sociedad, romper los consensos y con el ‘¿qué hay de lo mío?’ abundar en la decadencia moral y política del socialismo sometiendo a sus siglas a un centrifuguismo que expulse a la más incómoda para su pérfida estrategia: la E de España.
Por el proceso de alzaprimar la diferencia, de tensionarlo todo y resucitar memorias suturadas de forma encomiable por la Transición, lo que busca el heredero de lo que arrancó con el zapaterismo es capitalizar su propia decadencia. Sánchez minimiza a su partido y, con la pérdida consciente de la identidad del PSOE, arrumba sus primigenios principios con tal de ser homologable y aceptado por quienes le exigen desmembrar el país si quiere seguir sobrevolando España en el avión presidencial.
Y, es que, siguiendo con Goya, cuando los hombres no oyen el grito de la razón, todo se vuelven ‘Caprichos’. La pena es que el maño no conociera el Falcon.