ABC (1ª Edición)

«Había conseguido una casa ‘de revista’ que era mi sueño»

▶ Sus ilusiones y dinero estaban invertidos en el solar familiar heredado

- L. B.

Petra María Rodríguez recibió un solar en herencia de su padre donde empezó a construir su «casa de revista». Cuando habla de ella se le iluminan los ojos, y es que «era un sueño, esa casa de estilo nórdico que siempre quise», añora. El volcán de La Palma truncó su proyecto y apenas a una semana de entrar a vivir, se la llevó la lava. «Cuando pasan cosas así te das cuenta de que lo material no vale nada, mi hija me dice que lo importante es la vida y tiene razón».

Llevaba meses construyen­do su casa en el barrio de El Paraíso. «Inviertes dinero, lo mejor de lo mejor, porque piensas que es para toda la vida, y para dejar a tus hijos. Con esas vistas, ¿cómo no vas a poner ventanales?», se pregunta en este momento. La casa y las ilusiones ya no están, yacen sepultadas bajo la lava antes de que fuesen siquiera estrenadas. Le duele, lo confiesa, «era precioso y ya no se ve nada». «Para qué lamentarme ahora, eso ya no suma, ya no hay casa por la que llorar», agrega. Ella es fuerte, y saldrá de ésta, pero le cuesta creerlo a veces.

El día de la erupción estaba con su madre, que «estaba muy nerviosa por los temblores», y no era para menos. «Temblaba la tierra como si fuese un parto, cada tres minutos», y eso inquieta a cualquiera. Ahora ya se ha acostumbra­do. «Decían que iba a estallar más abajo, yo creo que nadie, en la vida, se pudo imaginar que fuese a estallar aquí», a apenas unos metros de su casa sin estrenar.

Cuando se lleva una casa en El Paraíso «no solo arrastra las paredes, se lleva el hogar de tu hermano, el de tu madre, el de tu primo, y es que en estas zonas todo es así, vivimos juntos». Eso es algo que va a extrañar en el futuro. «No creo que se pueda dar allá donde nos mudemos». Sonríe al pensar en su vecina a la que visitaba en bata y en ‘babuchas’ y es que la relación en el barrio es cercana, asegura. Lo dice con nostalgia, ya hace casi dos meses que la historia de El Paraíso cambió, aunque muchos de ellos siguen en estrecho contacto. «Aquí no es como una ciudad, que cada uno tiene un piso –prosigue–, todos teníamos una casita, algo plantado».

Desea poder recuperarl­o alguna vez, en el futuro, en el lugar donde vuelva a construir su vida con su familia. «Esas puestas de sol...», solloza, en vilo. Petra se ha realojado con su familia en casa de su suegra y aunque admite que no es fácil adaptarse a una casa nueva, «cuando ya tienes una mecánica de familia, te sientes afortunada», dice. Lo que peor lleva, asegura, «es la gente que mira con pena, con lástima», ya que, aunque sabe que no es con mala intención, «hace que te sientas muy chiquita». Su otro momento de debilidad es «la noche». Con decisión, afirma: «Es el momento de estar fuerte, de trabajar la mente, porque eso es lo más importante».

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