ABC (1ª Edición)

Hedonismo cinegético

∑Las deseadas piezas de pluma y pelo se convierten en un festival gastronómi­co histórico y ancestral

- EMMA SUEIRO

Esta cronista no entiende muy bien algunos asuntos referentes a la caza. Para cualquier apasionado de la cocina cinegética era un pecado perderse las citas que surgían alrededor de la becada, esa misteriosa ‘dama del bosque’, porque suponían una especie de liturgia, de culmen de esta gastronomí­a histórica y ancestral. ¿Por qué se puede cazar la becada, igual que la tórtola o la cerceta, para consumir en las casas y no es posible su comerciali­zación?, ¿por qué existe esa exhaustiva persecució­n hacia la restauraci­ón española si cada lote lleva su trazabilid­ad como Dios manda? Entre las obras de Miguel Delibes dedicadas al tema como avezado cazador que era, ‘Aventuras, venturas y desventura­s de un cazador a rabo’ es una pieza para aquellos lectores que desconozca­n esta actividad. Su informació­n unida a la literatura del maestro –fue considerad­o como uno de los primeros ecologista­s de España– lograrían descubrir su verdadero sentido y erradicar esa imagen de brutalidad que prevalece en nuestros días.

También habitan por nuestro país grandísimo­s cocineros entusiasma­dos por salir al campo con sus perros y otear, oler, descubrir y conseguir las piezas que más tarde se convierten en un festival gastronómi­co para el gourmet amante de la gastronomí­a de la caza. Hay que destacar los restaurant­es Lera, en Castroverd­e de Campos (Zamora), y Ca l’Enric, en La Vall de Bianya (Gerona), que a su vez son hotel y hostal, respectiva­mente, de una exquisitez absoluta.

De herencias similares, Luis Alberto Lera reconvirti­ó la antigua casa de comidas El Labrador, que su familia fundó en 1973, en lo que es desde 2008, el hotel restaurant­e Lera (una estrella Michelin). El objetivo era redescubri­r la cocina tradiciona­l castellana para convertirl­a en una oda a la culinaria de campo y de caza, incorporan­do sabores foráneos y marcando con nuevas técnicas su impronta personal y contemporá­nea. Maestros tuvo: Arbelaitz, Irízar y, cómo no, Abraham García (Viridiana). El sifón, la cocina al vacío y las sutiles muestras orientales conviven en armonía con las elaboracio­nes de arraigo castellano. «Cuando voy al campo tengo un instinto más cazador que cocinero. Disfruto mucho de los paseos y es el único sitio donde no pienso en cocina», comenta el chef. Es al levantarse el telón del restaurant­e cuando la adrenalina se hace latente. «La presión y los bichos que tengo ese día me hacen entrar en acción en la cocina, nunca antes». Inmerso ya en la temporada, de sus tierras consigue perdiz, liebre, conejo de monte, paloma torcaz y zurita de caza menor. En cuanto a la mayor, tienen ciervo y jabalí «y más adelante espero que se pueda conseguir gamo, cabra montesa…», apunta. Sólo quiere caza salvaje, no de suelta, y posee proveedore­s por el país. «Hacemos un menú que está vivo, que puede durar 15 días o dos meses porque dependemos de factores como el hábitat, las lluvias o la alimentaci­ón de los animales», continúa el cocinero. Por sus mesas desfilan creaciones como las croquetas de paloma zurita, el buñuelo de paté de caza menor, salazón de corzo con encurtidos, escabeche de codorniz o la perdiz con berza y castañas, creaciones que se irán modificand­o, evoluciona­ndo porque hay que improvisar en función de las piezas que tiene.

Vayamos ahora hasta Gerona, concretame­nte a La Vall de Bianya, a Ca

Habitan en nuestro país grandes cocineros entusiasma­dos por salir al campo con sus perros en búsqueda de estos manjares

l’Enric, hostal del siglo XVIII de los hermanos Juncá: Isabel y Jordi en los fogones y Joan en la sala y la bodega, otro lugar idílico y de visita obligada, más en tiempo de caza, «mientras la ley no restrinja aún más la captura de más especies», señala Joan. Porque Ca l’Enric es el restaurant­e fetiche de la becada, amén de otras piezas de pluma y pelo. «Lo único que podemos hacer es cocinar las que traen los cazadores para que disfruten de su jornada de caza con nuestro menú exclusivo, que es todo muy vegano», sentencia con sarcasmo el anfitrión. Sopa de las carcasas del ave rematada con pan y mantequill­a «como la hacía nuestra abuela, para que quede más melosa»; arroz a la cazuela con sus alas y cabeza, y, en dos servicios, «las patitas con su compota de fruta y la pechuga muy poco hecha a la brasa con una tosta con sus interiores». Culminan el banquete con una liebre a la royal.

Castilla y Madrid

En El Coto de Quevedo, en Ciudad Real, tienen en carta, entre otros, el ciervo asado, remolacha y queso manchego o la ensalada de perdiz, emulsión de su escabeche y primeras hojas. En Molino de Alcuneza (Sigüenza), destaca el ‘ravioli’ de perdiz estofada a la toledana con trufa negra. Ya en Madrid hay un cocinero fantástico al que olfateo cual perro de caza cuando comienza la temporada. Su maestría la demostró en Balzac y ahora continúa seduciendo desde Lakasa. Porque César Martín es un virtuoso de la culinaria cinegética y tiene creaciones como el jarrete de jabalí con puré de apionabo, el lomo de corzo asado o la paloma torcaz asada al curry rojo. Inquietud, conocimien­to y mucha imaginació­n, todo un plus en su cocina. Un clásico como Horcher no podía faltar, con platos icónicos como el ragut de ciervo o el lomo de corzo asado al natural. Carlos y Elisa nos ofrecen el civet de liebre o el pato azulón con sus interiores sobre un pan y un higo confitado en La Buena Vida, cuyo restaurant­e «es pura cocina artesana y de estación», según destaca esta última, que se encarga de la sala y de los vinos. Paco Patón tiene en La Fonda de la Confianza un menú de aves de caza y granja, con propuestas como la paloma torcaz con gazpachos manchegos o el pichón de tiro con mole. En Treze, Saúl Sanz ha elaborado un menú exclusivo de caza, con recetas como la ensalada de perdiz en escabeche, el crujiente de pato, terrina de ciervo y caldo de cocido o el guiso de liebre con alubias. La Cocina de María Luisa mantiene la tradición cinegética con varias creaciones, como el ciervo con setas, ‘foie’ y chocolate o el jabalí con piñones y pasas. Hay tantos por reseñar que, aunque no queden plasmados, da gusto ser consciente de que la cocina de la caza todavía existe. Y, quizá, con más fuerza todavía.

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Arroz de becada, también de Cal’Enric Pato azulón con sus interiores, de La Buena Vida
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Luis Alberto Lera en los fogones de su restaurant­e
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Plato de becada con su canapé, de Cal’Enric
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Ensalada de perdiz con su escabeche, de El Coto de Quevedo
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Lomo de corzo asado al natural, de Horcher

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