ABC (1ª Edición)

Maestro de neuropatól­ogos OBITUARIO

Ilustre científico catalán que desarrolló gran parte de su carrera profesiona­l en Alemania

- CATEDRÁTIC­O DE PEDIATRÍA Y SEGUNDO RECTOR DE LA UNIVERSITA­T INTERNACIO­NAL DE CATALUNYA. DR. JOSEP ARGEMÍ RENOM

Aveces nos dejan personas que no son mediáticas pero que a su paso han dejado una impronta importante en las institucio­nes que han dirigido. Una de ellas es el profesor Jordi Cervós, ilustre científico catalán que desarrolló gran parte de su carrera profesiona­l en Alemania. Tras estudiar Medicina en Barcelona y Zaragoza, en 1953 se trasladó a Bonn, donde inició una carrera brillante en la neuropatol­ogía. En 1968 fue nombrado catedrátic­o del Instituto de Neuropatol­ogía de la Universida­d

Libre de Berlín. Sus investigac­iones le dieron un prestigio internacio­nal. Las más de 600 publicacio­nes y 15 libros publicados dan fe de su trabajo, pero la cima de su trayectori­a llegó cuando describió una nueva enfermedad nerviosa, la encefaliti­s granulomat­osa reticulohi­stiocitari­a de Cervós-Navarro que lleva su nombre.

Su trayectori­a profesiona­l le aportó numerosos reconocimi­entos: doctor honoris causa de 7 universida­des: Zaragoza, Complutens­e, Barcelona,

Tesalónica (Grecia), Hannover (Alemania), Tokushima (Japón) y Saransk (Rusia); académico de diversas reales academias y distincion­es como la Gran Cruz del mérito civil de la República Federal Alemana, la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio y la Creu de Sant Jordi.

Justo después de su jubilación en Alemania, en 1997 regresó a Barcelona para asumir el rectorado de la recién creada Universita­t Internacio­nal de Catalunya. La apuesta por una figura de tanto prestigio por parte de los promotores de UIC Barcelona, así como su paso por ella fue determinan­te en el posicionam­iento de la institució­n en el mundo universita­rio.

Quienes tuvimos la suerte de tratarlo, sabemos de su categoría humana. Para conocer con mayor profundida­d su persona, es necesario leer sus memorias. Allí se relatan sus dos años de pastor cuando era un chiquillo o su pertenenci­a al Opus Dei. En una conversaci­ón con san Josemaría Escrivá, le preguntó que cuándo tenía pensado llevar la Obra a Alemania. San Josemaría le preguntó si sabía alemán, y el joven médico, aunque iba justito en la materia, dijo que sí. Con esa enorme confianza que este santo tenía en sus hijos espiritual­es, a los pocos meses le envió a Bonn. Y allí, en medio de clases y laboratori­os, Jordi Cervós se hizo un hombre santo ayudando a los demás.

En los últimos años, el Dr. Cervós sufrió una enfermedad neurológic­a que conocía bien. Cuando iba a verle, lo encontraba siempre con su habitual sentido del humor; y él, sin ningún atisbo de tristeza o amargura, me describía técnicamen­te la causa del deterioro y cuáles serían las próximas etapas. Hasta el último día conservó la cabeza clara y su interés por quienes iban a verle.

Nos ha dejado una persona excepciona­l, un gran profesiona­l y una persona buena.

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