ABC (1ª Edición)

Carlos Sanz El escalador que tiene por cima la donación de órganos

Tenía un futuro brillante como árbitro, pero la hepatitis C se cruzó en su camino. En la escalada ha encontrado un altavoz para ayudar a los que necesitan un trasplante

- SERGI FONT

Carlos Sanz (Zaragoza, 1960) era un árbitro asistente con un futuro brillante hasta que la adversidad se cruzó en su camino en forma de hepatitis C. Con apenas 38 años sufrió un trasplante de hígado al que le siguieron otros tres entre 2001 y 2002. Asumió el varapalo que le daba la vida como un estímulo para dirigirla hacia la mejora de la de los demás. En su interior acumula la ilusión de cinco personas, lo que le ha dado fuerza para crear la Fundación Carlos Sanz, cuyo objetivo es sensibiliz­ar de la importanci­a de la donación de órganos a través del deporte. Muchas de sus vivencias y objetivos los cuenta en tres libros: ‘Ganar la vida’ (2011), ‘El triunfo de la voluntad’ (2016) y ‘No soy un robot’ (2021), cuyos beneficios van destinados a ayudar a los que necesitan un trasplante.

«Soy un privilegia­do. Si no me hubiera pasado todo esto, sería un idiota que habría llegado a ser árbitro asistente internacio­nal. Hubiera disfrutado de estar en la élite y no me habría dado cuenta de que la vida va mucho más allá de todo eso. La vida no va de mirar, la vida va de ver y tienes que ver por los ojos de los demás, a los que les pasan muchas desgracias y no pueden superarlo. Al final piensas que no te puedes quejar de nada», asegura.

Hiperactiv­o e inquieto, a Sanz se le acumulan los proyectos, al tiempo que implica a deportista­s como Pau Gasol, Pep Guardiola, Mauricio Pochettino, Marcelino, Leo Franco... para promociona­r la donación. Busca en el alpinismo y en gestas deportivas un altavoz para sensibiliz­ar a la sociedad. Ascendió hasta 5.500 metros en el Everest, logrando ser el primero con sus limitacion­es en conseguirl­o. En 2016 celebró el proyecto ‘17 Cimas’, subiendo los picos más altos de cada comunidad y ahora se ha propuesto ascender el Kilimanjar­o, de la mano de Fernando Garrido, montañero que alcanzó su hito más importante en 1986, tras pasar 62 días y 62 noches en la cima de la Aconcagua, a 6.959 metros de altitud. Además de los cuatro trasplante­s hepáticos, tiene dos prótesis de rodilla, dos de cadera y está en lista de espera para recibir otras dos prótesis de hombro. «Las condicione­s ya no pueden ser más adversas, pero quiero proponerme retos que aunque sean un muro, pueda conseguir», dice con la vitalidad que le permitió ser campeón de mundo de atletismo y de Europa en natación.

Sanz le pone tanto empeño que su ciudad natal quiso reconocérs­elo con la distinción de ‘Hijo predilecto de Zaragoza’. «Visito 35 cárceles al año y doy más de 200 charlas en colegios y universida­des. Muestro mi historia para que la gente se agarre a una posibilida­d real de vida y superación y acabo hablando siempre de la donación. España es pionera y líder en el mundo, pero aún se sigue muriendo gente porque no les llega un órgano», asegura. «Está muy bien ser donante pero éste debe pensar que del ser querido tuyo que ha muerto, un trocito está viviendo en mí. ¡Algo tuyo sigue viviendo!», destaca. Además, la Fundación otorga 1.000 becas anuales de material escolar a niños en riesgo de exclusión social y les lleva la comida a 170 familias a sus casas, en un proyecto en el que se ha implicado personalme­nte el ex portero del Atlético de Madrid y de la selección argentina, Leo Franco.

Inquieto y luchador Ha logrado implicar a deportista­s como Gasol, Guardiola, Marcelino o

Leo Franco en sus proyectos altruistas

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