Apoteosis de la nada
Lo lamentable es que los líderes nacionales se empeñan en rivalizar en nimiedades
ALBERT Einstein decía que hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana. La historia corrobora esta afirmación. Pero no hace falta mirar hacia atrás. Este pasado fin de semana hemos tenido una cumplida demostración del imparable ascenso de la banalidad.
Eso es lo que hemos visto en el discurso de los líderes políticos de este país, que parecen atacados por un virus, no precisamente el Covid, sino otro más peligroso: el de la falta de sentido común. Ningún partido parece exento de este mal que avanza con tanta rapidez como la pandemia. La estulticia está resultando contagiosa a juzgar por el cúmulo de tonterías e insensateces que hemos escuchado el pasado domingo que producen sonrojo.
En el congreso del PP andaluz en Granada, Pablo Casado se esforzó en hacer un discurso contra Isabel Díaz Ayuso, a la que no citó, pero dedicó numerosas alusiones quitando el protagonismo a Moreno Bonilla. Resulta difícilmente explicable el conflicto que ha estallado en el partido de Génova en unos momentos en los que las encuestas les son favorables y la estrella de Sánchez empieza a declinar. Lo que está pasando en el PP es profundamente irracional, carece sencillamente de explicación porque es obvio que Casado sólo podrá ganar las elecciones si suma a la «megalómana» (‘dixit’) presidenta madrileña.
Sánchez no perdió en Bilbao la ocasión de atacar al PP, al que calificó como «triste, gris y sin ideas», algo que podría decirse de él mismo y de su partido. Toda la estrategia política del PSOE es ahora la demonización de la oposición y la exhumación del franquismo para desviar la atención sobre los graves problemas de España. Eso es mucho más fácil que explicar cómo va a cumplir su promesa de revertir el precio de la luz o frenar la inflación.
Pero la apoteosis de la nadería correspondió a Ada Colau que, emulando a Leire Pajín, proclamó a Yolanda Díaz «líder mundial». No sólo eso, elevó la metafísica a niveles excelsos cuando afirmó: «Eres de verdad». No está mal para una dirigente que no ha ganado ninguna elección y que ocupa una vicepresidencia por decisión de Pablo Iglesias. Todo sería más entendible si Colau, Oltra, García y Díaz nos contasen cuál es su proyecto político progresista y de género, pero eso no toca ahora.
Lo lamentable es que todos los líderes nacionales se empeñan en rivalizar en nimiedades y tópicos que no sólo les restan credibilidad, sino que además suponen una degradación de la política que empuja a muchos al escepticismo y la abstención.
La sociedad del espectáculo tenía la virtualidad de que la política se convertía en relato. Ahora ni siquiera eso. El discurso de los dirigentes es inane, vacío y autorreferencial. Es pura nadería que invita a refugiarse en un solipsismo que se aleja por puro hastío del mundanal ruido.