Los okupas enseñoreados
No les basta con la casa, quieren ser parte de la comunidad en igualdad de trato
Los okupas han empezado a recibir atención televisiva. Sucede, sobre todo, en ‘El programa de Ana Rosa’, donde sobrevive una función clásica de la televisión: producir miedo burgués. En otras cadenas se está menos con el propietario que con el okupa, incluso si se trata de okupas como los de los últimos días, okupas de apartamentos en Salou, en primera o segunda línea de playa.
Al ser entrevistados (cosa nada fácil, son muy suyos con el telefonillo) hemos podido ver que lo primero que surge en el okupa es el derecho de propiedad y los atributos que le son propios. Lo segundo, de creer los testimonios, es la pulsión de alquilar y especular.
Se manifiesta en ellos un sentido inmediato de la propiedad. Tan pronto como están dentro de la casa, se quieren señores, se hacen señores, se enseñorean y reclaman ser aceptados en la comunidad de propietarios como un nuevo Estado reclama el reconocimiento del conjunto de naciones del mundo:
—Es que no nos saludan.
Ser saludado en el ascensor es una pretensión normal del propietario. Cuando nos niegan el saludo, sentimos que se nos hace un feo muy grande, más allá de lo personal, un feo estatutario. No es lo único. Ellos también reclaman el mando del garaje, e incluso llaman a la Policía si aparece un extraño:
—¿Y yo que sé quién es? ¿Y si es un pederasta?
Se ve aquí que el pederasta es lo más bajo. Ser okupa está mal, pero ser pederasta es peor (antes lo peor era ser etarra, ya no).
Los okupas a los que entrevista Telecinco, con la encantadora indignación de Patricia Pardo, no defienden ya su posesión, reclaman la propiedad con todos sus ajilimojes: seguridad, descansar por las noches, ser saludados en el ascensor y un mando del garaje. No les basta con la casa, quieren ser parte de la comunidad en igualdad de trato. El sentimiento de señorío sobre las cosas surge en ellos de forma natural, como si emanara de la cosa misma (del piso), aunque ellos defiendan además derechos nuevos, dinámicos:
—Yo estoy adquiriendo mis derechos y quiero un alquiler social.
—Usted es una caradura.
—¡Lo de caradura sobra!