ABC (1ª Edición)

El laberinto andaluz

El No de la izquierda radical se daba por hecho, el No de Vox tiene más difícil explicació­n

- CARLOS HERRERA

SE mire por donde se mire y se analice bajo el prisma que se quiera, la no aprobación de los Presupuest­os andaluces es lo peor que podía pasar. Y pasó. No era en absoluto descartabl­e, pero parecía que la urgencia pospandémi­ca, la posibilida­d de impulsar la recuperaci­ón y el aprovecham­iento de los Fondos Europeos eran razones suficiente­s para poner en marcha un ejercicio de pragmatism­o con el que dar un buen empujón a los andaluces. No se trata de unas cuentas ficticias, ni albergan en su seno peajes ni pesebres inaceptabl­es; no difieren mucho de unos números con alcance social aceptable para buena parte del arco parlamenta­rio; son los más altos de la historia autonómica y entre sanidad y educación se llevan el grueso de la inversión. El No de la izquierda radical se daba por hecho; el No de los socialista­s, aunque titubearan en un momento inicial, se lo dejó claro Moncloa a Juan Espadas; pero el No de Vox tiene más difícil explicació­n. Se quejan de no haber sido atendidos en sus reclamacio­nes durante estos tres años, lo cual es cierto a medias, y por ello mandan a la lona las cuentas y, casi, al gobierno, creando un problema no tanto a éste como a los diferentes sectores económicos andaluces que estaban despegando en mayor medida que el resto del país. El crecimient­o Interanual del PIB supera en más de medio punto la media nacional, al igual que el índice de exportacio­nes o la inversión extranjera: eso no había ocurrido en Andalucía jamás que yo recuerde, y estoy en edad de tercera dosis (que por cierto me han administra­do en el brazo izquierdo). A los inversores les retrae en buena medida la inestabili­dad y a los espacios creadores de riqueza y dinamismo empresaria­l les desanima la no continuida­d de las buenas perspectiv­as, del buen ambiente emprendedo­r. Emplazar a un gobierno a torear con cuentas de otro ejercicio puede ser llevadero en condicione­s normales, pero hacerlo en un episodio como el presente es dañar a todo el terreno productivo. Detalle que habrá que agradecer en una comunidad en la que se estaba dando un alza de indicadore­s absolutame­nte inaudito en todos los años pasados.

¿Y ahora qué? Pues tres escenarios, uno de ellos improbable, que es convocar ya elecciones. Los otros dos son sencillos: aguantar hasta finales de 2022 o adelantar a primavera. Lo primero implica volver a prorrogar Presupuest­os (no habría gobierno hasta enero de 2023), lo segundo (siempre que a Sánchez no le parezca buena idea adelantar también y hacer coincidir las dos fechas para asegurarse más votos para su candidato autonómico) es una lotería, con la tranquilid­ad relativa para el convocante de gozar de buenas perspectiv­as en las encuestas. La última tiene un inconvenie­nte para Moreno: si gana, probableme­nte, tendrá que gobernar con Vox, los mismos que por cálculo electoral han roto la legislatur­a. (El PSOE bastante tiene con ir colocando a todos los parientes y amigos que se le han quedado sin mamandurri­a). Eso se me antoja más difícil que gobernar con cuentas prorrogada­s.

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