De tanquetas y moquetas
Un blindado desmilitarizado es como un podemita sin pancarta
SOSTIENE Yolanda que los manifestantes no son delincuentes y yo le respondo que los policías no son represores. Y añade Yolanda que la tanqueta de Cádiz es una provocación, y yo le digo que a mí me parece más una quitanieves. Un tanque ‘no militarizado’, o sea sin cañones, es como un toro manso, un pantalón sin bolsillos, un jardín sin flores o un podemita sin pancarta. Podía tomar nota el alcalde de Madrid y pedirle unas cuantas tanquetas a Marlaska por si Filomena se convierte en tendencia y en enero nos encontramos de nuevo con los madrileños esquiando por la Castellana. Vendrían bien unas tanquetas para despejar las calles y que los vecinos podamos llegar a las terrazas de la pandemia, que vinieron para que nos pudiéramos tomar un café caliente y unas ‘papas a lo Ayuso’ y amenazan con apropiarse para siempre de nuestras plazas de aparcamiento. Problemas del mundo libre.
El pacto de Presupuestos es el anuncio de un tostón: el que nos van a dar los miembros del Gobierno de coalición para escenificar ante el votante de izquierdas que PSOE y Podemos son cosas distintas. La primera, la videpresidenta Díaz rasgándose las vestiduras en público para defender de la tanqueta a los trabajadores del metal, que tienen razón sí o sí porque son trabajadores y porque son del metal. Pero, fíjate tú, en el Consejo de Ministros de este martes nadie de Podemos dijo nada de la tanqueta, ni hubo reproche alguno al ministro Marlaska ni nada de nada. Las vestiduras podemitas sólo se rasgan en público.
Este postureo, este lavado de cara revolucionario no sucede por casualidad. Aunque a «Las Políticas» de Unidas Podemos les gusta la moqueta, se deben a quienes consideran que entre el manifestante violento y el antidisturbios ellas están con el primero. Ellas se deben a los chicos –y chicas– de la gasolina, a los radicales de pasamontañas y adoquín, a los que entienden que ejercer el derecho de manifestación debe ser un hecho violento. Se deben, en fin, a los que cada noche durante toda su vida lamentan no haber nacido antes para haber estado en Portugal metiendo claveles en los fusiles o en Tiananmen para entorpecer el paso a los tanques de verdad. Pobres.