Vargas Llosa, primer autor que entra en la Academia francesa sin escribir en francés
El premio Nobel hispano-peruano ocupará el sillón ‘F’ en la institución
Por vez primera desde su fundación, en 1634, por orden del cardenal Richelieu, la Academia francesa ha elegido a un escritor que no nació en Francia ni escribe en francés, Mario Vargas Llosa, peruano nacionalizado español, premio Nobel, uno de los grandes maestros de la novela de nuestro tiempo. Se trata de una doble ruptura histórica. Desde hace cuatro siglos, solo otros 19 académicos habían nacido fuera de Francia: pero todos escribían en francés y se habían naturalizado franceses. Por primera vez, así mismo, los académicos deciden el ingreso de un escritor que cumplió hace una década los 75 años, edad ‘tope’ oficial, hasta ahora.
Otros extranjeros fueron académicos franceses, de Julien Green a Ionesco o Josep Kessel, pero todos escribían en francés y se habían nacionalizado franceses. Otro americano, cubano de nacimiento, José María de Heredia, fue elegido miembro de la Academia francesa en 1894, pero la parte esencial de su obra está escrita en francés, integrada en el movimiento del Parnaso parisino. Vargas Llosa, por su parte, afirmó desde muy joven su devoción por la gran literatura francesa, comenzando por Flaubert, y, durante muchos años, su residencia parisina se encontró en la misma calle donde tuvo la suya Borges. Desde los 60, el diálogo íntimo de Vargas Llosa con la cultura y la política francesas tuvo una importancia considerable. Jean-François Revel, uno de los patriarcas del pensamiento liberal francés, le acompañó
Los académicos tenían dos alternativas: elegirle o dejar nula la votación. Finalmente, se impuso la más elemental sensatez
en su aventura política peruana.
La Academia comenzó a estudiar la candidatura de Vargas Llosa al sillón ‘F’ a primeros de octubre. Y, desde el primer día, un pequeño grupo de académicos como Alain Finkielkraut, Chatal Thomas, Érik Orsenna y Jean Christophe Rufin apoyaron calurosamente una proposición muy sugestiva y profundamente renovadora. Finalmente, se impuso una evidencia absoluta. Francia tiene dos premios Nobel vivos, Patrick Modiano y Le Clézio, grandes escritores y como tal respetados. Pero quizá no haya un escritor francés, vivo, del renombre internacional de Vargas Llosa. Una decena de ‘rivales’ competían por el mismo sillón. Pero se trata de escritores respetables, incomparables con el maestro peruano. Los académicos tenían dos alternativas: elegir a Vargas Llosa o dejar nula la votación, dejando al descubierto una división vagamente lamentable… Finalmente, se impuso la más elemental sensatez.
Vargas Llosa dará a la Academia francesa un lustre único y cosmopolita. Sus obras son traducidas con éxito de público y de crítica a todas las grandes lenguas de varias civilizaciones. Sus posiciones políticas son escuchadas en Europa y las Américas. No tiene nada que ‘demostrar’: su obra está ahí, triunfante. Hace tiempo que vive instalado en el pedestal de las figuras patriarcales de las literaturas y el pensamiento escrito en español. Recibiéndolo en su Academia, Francia y la más antigua de sus instituciones culturales ganan un cierto barniz de modernidad cosmopolita, en lengua española.
Francia y la más antigua de sus instituciones culturales ganan con él un barniz de modernidad cosmopolita, en español