ABC (1ª Edición)

Variedad de tintes y tonos para un folletín negro

- OTI RODRÍGUEZ MARCHANTE

Director: Ridley Scott. Intérprete­s:

Lady Gaga, Adam Driver, Jared Leto, Al Pacino, Salma Hayek...

Por la naturaleza del mundo y los sucesos que recoge, podría pensarse que es eso que se llama ‘un encargo’, pero no es exactament­e así: se trata de un viejo proyecto de Ridley Scott que ya pretendió rodar hace quince años con Angelina Jolie y Leonardo DiCaprio en los personajes de Maurizio Gucci y Patrizia Reggiani. Y el hecho de que pudiera por fin rodarlo a mediados de 2020, justo al terminar ‘El último duelo’, lo convierte en cierto modo en un proyecto personal, que es lo que ha ocurrido con toda la excelente filmografí­a de este veterano y venerado director.

Los personajes son Maurizio Gucci y su esposa Patrizia Reggiani; el padre Rodolfo Gucci, su hermano Aldo Gucci y el hijo de éste, Paolo Gucci, y los intérprete­s son

Adam Driver, Lady

Gaga, Jeremy Irons, Al Pacino y Jared Leto. Y el guion se centra en el encuentro, matrimonio y vida en común de Maurizio y Patrizia, en las desavenenc­ias e intrigas familiares y en el asesinato del heredero del imperio por el que fue condenada su entonces ex esposa. En fin, todo ello material de revista y crónica de sucesos, y basado en el libro que escribió Sara Gay Forden. Ridley Scott aborda el trabajo de narrarlo en un tono de apasionado melodrama, atendiendo a todos sus perfiles folletines­cos y sin el menor miedo al exceso, la caricatura y la banalidad, como si quisiera mostrar a la vez lo genuino de la marca y su vulgarizac­ión grosera en marca falsa, Guci o Guzzi, en la etiqueta de la prenda. Y en ese sentido puede comprender­se la radical contradicc­ión en los colores y matices interpreta­tivos de Jeremy Irons y Adam Driver (padre e hijo) y de Al Pacino y un irreconoci­ble Jared Leto (tío y primo del trágico protagonis­ta), de gran seriedad y solemnidad en los primeros y de mucho cascabeleo y contorsión en los segundos; es decir, un terreno propicio para que Al Pacino haga el ganso (con un cambio trágico y muy en Shakespear­e llegado el momento) y que Jared Leto se desmelene en cuanto oye la palabra ‘acción’. El tono de Lady Gaga, divertido, pueril, astuto y melodramát­ico es probableme­nte la brújula perfecta para encontrar el derrotero emocional que buscan la película y Ridley Scott.

Los grandes detalles de la historia son públicos, por lo que ‘La casa Gucci’ no pretende instalar su interés en conocerlos; y sí, en cambio, en señalar y divertir con los pequeños detalles y el ambiente de lujosas miserias: ¿quién traiciona a quién?, ¿cómo se echa a perder una empresa familiar, un estilo, una moral?, ¿era Patrizia una aprovechad­a, una intrigante, una víctima?, ¿qué pinta realmente en el drama el grotesco personaje de Salma Hayek, una echadora de cartas y sibila de ‘jacuzzi’?... En fin, que la narración de Ridley Scott busca entre los pormenores mantener la intriga y la mirada atenta, ¡durante dos horas y media!, y con el efecto goma en la relación de los personajes, que se alejan y se acercan, y la admiración visual de unos ambientes tan cercanos a lo excelso como a la horterada: diversión para el ojo y algo de reflexión sobre lo mucho que hay que esforzarse para no ir a ningún sitio. Y aprovecha la película para sugerir, con la apabullant­e entrada del diseñador Tom Ford (el actor Reeve Carney), que también aquí sirve esa frase de Lampedusa o Don Tancredo de cambiar todo para que nada cambie.

Total, que ‘La casa Gucci’ no cierra la filmografí­a de Ridley Scott con el sello magistral que la hubiera cerrado ‘El último duelo’ (habrá que esperar a la próxima, ‘Kitbag’, para tratar de nuevo este tema), pero no deja de tener mucha tela que cortar.

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// ABC Lady Gaga y Jared Leto, en una escena de la película
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Adam Driver y Lady Gaga// ABC

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