Las coléricas
Muchos pretenden que la monarquía sea sintética
MARGUERITE Yourcenar decía no aprobar la cólera cuando le propusieron colaborar en un libro titulado ‘Las coléricas’. Tampoco le gustaba que el libro fuera elaborado sólo por escritoras («No restablezcamos los compartimentos para mujeres solas»). Es un texto de 1976 donde da a entender sutilmente que no le gustan las pieles que veía en las revistas de moda del dentista: «Esas mujeres jóvenes a las que cualquier ojo capaz de ver por detrás de las cosas vería chorreando sangre se envuelven en los despojos de unas criaturas que respiraron, comieron, durmieron, que buscaron una pareja para sus juegos amorosos, que amaron a sus crías, a veces hasta el punto de dejarse matar para defenderlas y que, como hubiera dicho Villon, ‘murieron con dolor’, como haremos todos, pero cuya muerte se la infligimos nosotros con salvajismo». Sutil, ya digo. Ríete de Brigitte Bardot o de Pamela Anderson.
Algunos se pusieron tan coléricos el miércoles con las pieles de Doña Letizia que, para calmar al personal, desde Carolina Herrera confirmaron que eran sintéticas (el cuello de la capa). Aunque mi comunicado favorito es el de Cortana diciéndonos que no hacen promociones en el Black Friday porque quieren fomentar un consumo responsable. Volviendo a la pompa sueca de carruajes y escolta de caballería de la Guardia Real, la Reina, sin mascarilla, también combinó la tiara de la Flor de Lys y los pendientes de chatones con un vestido de poliéster reciclado de H&M Conscious Exclusive. Válgame Dios. Un guiño a Suecia. No se iba a poner un tetrabrik o el edredón Rödtoppa de Ikea. Lo gracioso es que siendo de H&M parecía uno de esos vestidos que Olivia de Havilland llevaba en ‘La heredera’. Al menos la falda. Que Olivia no enseñaba brazos. Siempre digo que me gusta la ropa de Ecoalf, y no por su discurso ecológico. Si estuviera hecha con placentas me daría igual.
Pero qué alegría ver a la monarquía y sus símbolos exhibiéndose. Pasa en Suecia, Gran Bretaña y Holanda, esos países atrasados. Aquí los coléricos pretenden que la monarquía sea sintética. O que no sea.