La corrupción de Odón
Distorsionar la realidad hasta pervertirla es lo más corrupto que se puede hacer en la política
LA homilía de esta semana de Odón Elorza, profesional del PSOE en las instituciones desde el año 1979, en la que se ha arrogado la autoridad moral sobre el uso político de ETA da más asco aún que las rufianadas independentistas en el atril del Congreso, que es el altar donde se tendría que oficiar la liturgia de las libertades, no los eructos del sectarismo. Es obligatorio ser decente para hablar en un templo. Según la melodramática teoría del diputado vasco con vida laboral completa de escaño en escaño, él tiene mayor legitimidad que cualquier adversario político porque estuvo junto a los charcos de sangre. Elorza se vanagloria de haber acompañado a Fernando Múgica en el suelo cuando «aún tenía pulso», de ser el último que habló con Lluch en su garaje antes del tiro en la nuca o de llegar antes que nadie al cadáver de Enrique Casas y al del general Garrido, su mujer y su hijo. En unos casos era concejal y en otros el alcalde de San Sebastián, figúrense qué mérito. Soledad Becerril, por poner un ejemplo, también estuvo junto a los cuerpos de Alberto Jiménez-Becerril y Ascensión García Ortiz cuando aún emitían calor. Y precisamente por eso su dolor es indeleble. En cambio, el diputado socialista usa esa experiencia desoladora para atribuirse una hegemonía sentimental superior incluso a la de las víctimas. Esas muertes no le han marcado lo suficiente como para renegar del brazo político de los terroristas. Elorza sintió los latidos agónicos de Múgica en el asfalto y, a pesar de eso, los intereses partidistas le pueden más que el corazón. En lugar de reivindicar la resolución de los cientos de atentados que aún están sin resolver y de poner cordones sanitarios con los pistoleros que desangraron a sus compañeros, mancilla el altar de la democracia con un grito emético: «Aquí no hay terroristas».
Este alarido sería en sí mismo repugnante porque humilla a la verdad. Pero a la patraña de la negación terrorista Elorza sumó una obscenidad mayor: «Aquí lo que hay son franquistas y unas derechas de vocación golpista». Bildu no es etarra, pero la derecha española sí es franquista. Trocear la historia a beneficio particular es el síntoma más rotundo de la corrupción política. Los vicios materiales del poder, que son deleznables, tienen menos incidencia en nuestras vidas que los espirituales. La descomposición de las ideas, su envilecimiento y su depravación, es mucho más peligrosa que la del dinero. Podemos soportar las debilidades del poder y para combatirlas nos servimos de las leyes. Si robas, malversas, prevaricas, obtienes regalos a cambio de favores o traficas con tus influencias corres el riesgo de que te pillen y acabes practicando el chanchullo en el patio de la cárcel. Sin embargo, si mientes, retuerces la realidad, te inventas la historia, blanqueas el crimen o denigras a las víctimas no te pasa nada. Pero el abuso es mucho peor cuando atenta contra los valores que contra la ley porque en ese caso el profanador presupone la indignidad de los demás. La proclama de Odón Elorza merodea la línea de la iniquidad. Lo digo a bocajarro: si estuvo junto a los muertos inocentes y protege a sus asesinos, es un corrupto porque se le ha podrido el alma.