Ley de inseguridad ciudadana
No le mataron e incluso le dejaron ser alcalde de San Sebastián, porque sabían que un día defendería esa ley de inseguridad ciudadana
¿ Quién defiende a los encargados de defendernos, las Fuerzas de Seguridad del Estado, la comunidad o el municipio? Se supone que sus mandos profesionales. Pero no quienes están por encima, empezando por el ministro del ramo, Grande-Marlaska, que ante las críticas a su actuación en las recientes refriegas en Cádiz, decidió, una vez más, ponerse de perfil con la excusa del carácter local del choque.
Quien se mojó, bien al contrario, fue su colega de Gabinete, la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, quien exigió se retirase la tanqueta blindada frente a los huelguistas, que lanzaban todo tipo de objetos contundentes contra los guardias, como si sus deberes incluyesen dejar que les rompieran la cabeza. O la rodilla, como le ocurrió a otro agente, en otra manifestación, a consecuencia de la patada que le propinó un colega de la vice. Ese chico ha equivocado la profesión. Su puesto es el de delantero centro. Perdonen el mal chiste, pero uno está harto de que los políticos sean los primeros en violar las normas.
Piensen que de aprobarse la Ley de Seguridad Ciudadana –que más bien debería llamarse de ‘inseguridad’, porque deja a guardias civiles, policías nacionales, autonómicos y municipales a los pies de los caballos, como clamaron ayer en distintas manifestaciones, en la ciudad de Madrid sobre todo– la palabra de un detenido por cualquier delito tendrá tanto valor como la del agente. Pero piensen, sobre todo, que en esa nueva ley, pese a enumerarse innumerables faltas, no se habla para nada de los delitos de la banda terrorista ETA. Se habla, sí, del yihadismo y otros delitos de tipo terrorista, pero de los terroristas de ETA, no se dice ni mu.
Es decir, que se ha hecho caso a Odón Elorza cuando, en el debate sobre la nueva ley mostró su indignación con la rotunda frase «¡ETA ya no existe!». Pero no, señor Elorza, ETA sigue existiendo. Algunos de sus miembros los encontrará usted en el Congreso, en el Senado, en los ayuntamientos vascos y, ahora, en los navarros. Habiendo muchos de ellos recibido homenaje en sus pueblos, en cuyas calles se cruzan con los familiares de sus víctimas.
Y si usted presume de haber sido amigo de algunos asesinados, peor que peor, pues lo que tendría que hacer es exigir a estos etarras jubilados que informen sobre dónde están los más de trescientos autores de asesinatos aún sin localizar. Pero no lo ha hecho, porque usted es un cobarde como los del tiro en la nuca o la bomba-lapa.
Por eso no le mataron e incluso le dejaron ser alcalde de San Sebastián. Porque sabían que un día defendería esa ‘ley de inseguridad ciudadana’ que les absuelve legal, pero no moralmente.