ABC (1ª Edición)

«Vuelvo a Afganistán, necesito estar con mi familia»

ABC se cita en el parque de El Retiro con Mohammad Shoaib Ab Sammad y otros cuatro intérprete­s afganos. Completan la lista de los 17 que todavía no se han podido reunir con sus familias en España

- ANGIE CALERO

«Vuelvo a Afganistán porque no puedo seguir lejos de mi familia. Ellos son mi vida y corren peligro por mi culpa. Si no pueden llegar a España, prefiero volver a mi país para estar con ellos. Aun a riesgo de que me maten. Si tenemos que morir, por lo menos moriremos juntos». Así de decidido se muestra Mohammad Shoaib Ab Sammad (28 años), el intérprete afgano que trabajó para el Ejército español y que hace un mes aseguró a este periódico que si el Gobierno no lograba traer a su familia, él estaba dispuesto a volver a su país.

Desde aquel primer encuentro con ABC, su ánimo ha cambiado. Mohammad sabe que va a jugarse la vida, pero ahora incluso sonríe al imaginar el abrazo que les dará a su mujer y sus dos hijos si consigue volver a verlos. «He pedido el visado a Pakistán y desde allí cruzaré la frontera a mi país para reunirme con ellos», explica a este periódico sentado en un banco del parque de El Retiro.

Junto a él se encuentran Abdulmugal­eb Abdullah (37), Mohammad Omer Mohammad Eshaq (32), Momen Ab Aziz (35) y Abdul Matin (33). Los cinco comen patatas fritas y toman una bebida energética para «estar a tope» durante esta conversaci­ón. ¿Y eso por qué? «Porque desde verano no conseguimo­s dormir tranquilos», apunta Matin. Todos sufren por lo mismo: sus familias no han conseguido salir de Afganistán y temen que en cualquier momento los talibanes –«los terrorista­s»– los encuentren. Si ocurriera, temen lo peor.

Desde 2012 y hasta el pasado mes de agosto, se han instalado en España en calidad de refugiados 75 intérprete­s afganos. Todos ellos trabajaron para las Fuerzas Armadas durante los veinte años de la operación Afganistán. Llegaron en varias tandas. En la primera (2012–2015), vinieron 35. Los otros 40 pisaron territorio español con sus familias este año.

Mohammad y sus amigos se conocieron en Madrid. Sus vidas comenzaron a correr peligro y abandonaro­n Afganistán en 2014 y 2015 para empezar una nueva vida en España.

Abdulmugal­eb y Momen –casados y sin hijos entonces– vinieron con sus mujeres. Omer y Matin, al estar solteros, viajaron solos. Mohammad tuvo que dejar allí a su mujer porque no se tramitaron visados para menores de edad y sus hijos no podían venir porque tenían uno y tres años. Recibieron la promesa del Gobierno de que traerían a sus familias y continúan esperando. No son los únicos. Ellos forman parte del listado de 17 intérprete­s cuyas familias siguen en Afganistán.

«Trabajamos con el Ejército en primera línea. Ayudamos y combatimos con ellos. Ahora el Gobierno no puede fallarnos», afirma Omer. Los talibanes buscan a los siete miembros de su familia y cada semana tiene que establecer­se en un lugar diferente. «Le pido a Pedro Sánchez que me ayude. Me siento abandonado», asegura. A su lado, Abdulmugal­eb asiente con la cabeza: «Agradezco mucho a España que nos trajeran, pero ahora mismo mi familia corre peligro». Él puso en la lista a 12 familiares, que en agosto recibieron el salvocondu­cto y se desplazaro­n hasta el aeropuerto. «Lo vendieron todo para sacar algo de dinero con el que empezar de cero en España. Cuando se les acabe no tendrán cómo seguir adelante. Allí todo el mundo sabe quién es mi familia, cada día que pasa corren más peligro», cuenta.

La familia de Momen se encuentra en la misma situación que la de Abdulmugal­eb. Además de sin un sitio seguro donde vivir, «se han quedado sin dinero»: «Por mi nombre no puedo enviarles dinero, les he hecho llegar pequeñas cantidades a través de un amigo». Momen regenta su propia peluquería en Vallecas y tiene cuatro hijos nacidos en Madrid. «Les he mandado 250 euros porque aquí tengo muchas cosas que pagar», apunta.

Perdió un hermano en Kabul

Amin no solo sufre por su familia, también afronta el duelo por la muerte de uno de sus hermanos, que falleció en el atentado suicida de agosto en el aeropuerto de Kabul. «Durante tres horas no supe nada de mi familia. Cuando se pusieron en contacto conmigo me dijeron lo que le había pasado a mi hermano. Lo más duro fue contárselo a mis padres y no poder apoyarles en persona», lamenta muy afectado.

Durante esta entrevista con ABC, contactan con Hamid Rahimi (30), que

trabaja en una granja en Seseña (Toledo) y no puede desplazars­e hasta El Retiro. Llegó a España junto a su mujer, que estaba embarazada de su hija, en 2014. Hace un mes, el Ministerio de Asuntos Exteriores se comunicó con sus once familiares para decirles que volverían a España en uno de los aviones que en octubre, coincidien­do con el día de la Fiesta Nacional, llegaron a Madrid desde Pakistán: «No sabemos qué pasó. Pero se quedaron allí porque no se volvieron a comunicar con ellos para decirles día, hora y lugar».

Pese al calvario que están viviendo, ninguno de los amigos de Mohammad se plantea volver a Afganistán. Aquí viven tranquilos y tienen estabilida­d. Intentan seguir adelante, pese a la situación de sus familias. La tesitura de Mohammad es otra porque tiene allí a su mujer y sus hijos. Esmatullah Hisini (34) sí comparte su preocupaci­ón. Dejó en Afganistán a su mujer, que por circunstan­cias familiares no pudo viajar con él. «Si no traen a mi familia a mí no me quedará otra que volverme también. Llevo siete años separado de ella y está siendo muy duro. Entrar en Afganistán se puede, pero salir es casi imposible», cuenta a ABC desde Barcelona.

Todos esperan que el ministro Albares cumpla con su promesa de «no dejar a nadie atrás».

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// J. R. LADRA Matin, Abdulmugal­eb, Momen y Omer. En el centro, Mohammad

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