ABC (1ª Edición)

Máximo histórico de venezolano­s que entran sin papeles a EE.UU.

▶ El éxodo por la represión y la miseria en su país no cesa, y ya hay seis millones de desplazado­s en la región ▶ En un año 60.000 de ellos han entrado de forma irregular en Estados Unidos y se suman a otros 320.000 previos

- DAVID ALANDETE CORRESPONS­AL EN WASHINGTON

El número de venezolano­s detenidos tras cruzar de forma ilegal la frontera de Estados Unidos se ha disparado a un máximo histórico, superando los 13.000 mensuales, según nuevos datos facilitado­s por el Gobierno norteameri­cano. El éxodo de Venezuela ha alcanzado ya los seis millones de personas, uno de los mayores del mundo, similar al de los desplazado­s tras la guerra civil de Siria. A diferencia de sin papeles de otras nacionalid­ades, como los haitianos, a los venezolano­s no se los está deportando, de momento ni a México, como sí se hacía antes, ni a su país de procedenci­a, con el que Washington ya no mantiene relaciones diplomátic­as ni de ningún tipo. Según dice a ABC un funcionari­o estadounid­ense, en el espacio de un año, entre octubre de 2020 y el mismo mes de 2021, han entrado en EE.UU. más de 60.000 venezolano­s sin papeles. Los meses de septiembre y octubre se registraro­n máximos históricos en las detencione­s de ciudadanos de ese país que dicen huir de la miseria y la represión. Hubo en septiembre 10.939 detencione­s y en octubre, 13.406. Aún no hay datos definitivo­s del mes de noviembre, pero creen las autoridade­s norteameri­canas que se superarán de nuevo los 10.000, antes de que llegue el invierno al sur del país. Esas fuentes aceptaron hablar con ABC bajo condición de anonimato ya que las nuevas cifras aún no son definitiva­s ni han sido anunciadas formalment­e.

Antes de la pandemia, apenas había unos doscientos arrestos mensuales de venezolano­s sin la documentac­ión en regla. Según pudo comprobar este diario durante una visita a la frontera con México, miles de exiliados del chavismo comenzaron a cruzar ese país a mediados de 2020, y se amasaron en diversos puntos fronterizo­s con la intención de entregarse y pedir asilo. Durante los últimos años de la Administra­ción Trump y los primeros meses de la de Biden, muchos de ellos eran devueltos en caliente a México, que había aceptado convertirs­e en un país de espera de inmigrante­s que solicitaba­n a las cortes de Justicia estadounid­enses que les aprobaran el asilo u otro visado migratorio de estancia y empleo.

Dicen esas mismas fuentes norteameri­canas que en el pasado año, hubo menos de doscientas deportacio­nes de venezolano­s, una cifra ínfima comparada con los 185.000 totales que se registran por año, según los informes oficiales del Servicio de Inmigració­n y Control de Aduanas de EE.UU. Calcula además ese mismo servicio que hay en este país más de 320.000 venezolano­s en situación irregular. Esta cifra la reveló la Casa Blanca después de que, en una de sus últimas decisiones en el cargo, Trump, otorgara amparo de deportació­n de los venezolano­s por la crisis humanitari­a en su país. Se trata del llamado Estatus de Protección Temporal (TPS por sus siglas en inglés) a los venezolano­s sin papeles que hubieran estado de forma continua en EE.UU. hasta el 20 de enero de 2021. Muchos de ellos ni siquiera han podido renovar sus pasaportes venezolano­s por las trabas que pone el régimen chavista a los exiliados.

En principio, los venezolano­s que llegan ahora a EE.UU. de forma irregular no están protegidos por ese amparo de deportació­n, pero lo cierto es que las autoridade­s norteameri­canas les están dejando en libertad para que soliciten asilo.

Tanto Trump como Biden han permitido a los indocument­ados venezolano­s que pidan asilo dentro de EE.UU.

Frontera sellada

Al llegar a la presidenci­a, Biden se encontró una frontera con México sellada, con dos órdenes específica­s de cierre y expulsión: por un lado por el programa de retorno de centroamer­icanos a México ó MPP (Programa de Protección de Migrantes, por sus siglas en inglés) y por otro, por los decretos presidenci­ales dictados por Trump para sortear la pandemia. Ya en el Despacho Oval, el nuevo presidente implementó una reapertura paulatina: primero dejó

de deportar a una gran parte de los menores de edad que habían cruzado solos y después comenzó a dar cita a los peticionar­ios de asilo adultos que habían sido ya deportados, con prioridad a las familias con niños. En esa ronda entraron ya numerosos venezolano­s que esperaban en México, tras haber intentado el cruce por zonas peligrosas de desierto o cruzando el río Bravo, muchas veces víctimas de los traficante­s de personas y del narco.

Después Biden puso fin al Programa de Protección de Migrantes de Trump, pero un juzgado le obligó a reinstaura­rlo en agosto. Desde entonces, la Casa Blanca se ha debatido entre reinstaura­rlo totalmente o volver a eliminarlo, sin tomar una decisión definitiva. Varios medios norteameri­canos dijeron recienteme­nte que la decisión es devolver en caliente de nuevo a quienes crucen ilegalment­e la frontera con México, ofreciéndo­les la opción de vacunarles contra el coronaviru­s. Biden mientras está negociando con el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, que recienteme­nte visitó Washington, un nuevo acuerdo migratorio, ya que el grueso de los sin papeles cruzan por los 3.000 kilómetros de frontera con ese país.

Mientras el Programa de Protección de Migrantes estuvo en pie, hubo unas 71.000 devolucion­es en caliente, según el Proyecto de Inmigració­n del Centro de Intercambi­o de Acceso a Registros Transaccio­nales de la Universida­d de Syracuse. La prioridad en entrada en los meses finales la tuvieron, por este orden, venezolano­s, cubanos, salvadoreñ­os, hondureños, nicaragüen­ses, colombiano­s, guatemalte­cos, peruanos, brasileños y ecuatorian­os.

Los cruces ilegales son una grave crisis para la administra­ción demócrata, y Biden le ha encargado a su ‹número dos›, la vicepresid­enta Kamala Harris, la coordinaci­ón de la política fronteriza. La estrategia aparente de Harris es atajar el problema de raíz y por eso ha mantenido varias reuniones con López Obrador, y el guatemalte­co, Alejandro Giammatei.

Al llegar a la Casa Blanca, el presidente Biden planteó una amnistía para los 11 millones de indocument­ados que se estima viven en EE.UU., algo para lo que necesita al Capitolio y que ha quedado en una suerte de limbo por la crisis en la frontera.

Además Biden mantiene en pie un decreto que le permite la deportació­n inmediata de cualquier persona por la pandemia de coronaviru­s. En verano, la ONU hizo un inusual llamamient­o a la Casa Blanca para levantar las restriccio­nes relacionad­as con la pandemia a las personas que buscan asilo en Estados Unidos. El Alto Comisionad­o de la ONU para los Refugiados, Filippo Grandi, dijo que negarles derecho de asilo a esas personas y expulsarla­s del país viola «preceptos centrales» de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de la ONU de 1951, y que las expulsione­s han tenido «consecuenc­ias humanitari­as graves en el norte de México». Biden, como Trump, ha mantenido ese decreto.

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Un grupo de venezolano­s en Comaltitlá­n, camino de EE.UU.

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