España pierde músculo industrial por la ola inflacionista
▶ Los costes del sector se disparan un 32% por la escasez de materias primas y el encarecimiento de la energía ▶ Los fondos europeos prometían reindustrializar el país, pero nada se sabe aún de los grandes proyectos
Las voces que reclaman desde hace décadas un pacto de Estado por la industria se escucharon más alto el año pasado. Con el sector servicios devastado por la pandemia del coronavirus, una ingente cantidad de economistas y políticos reivindicaron la necesidad de reindustrializar España para depender menos del turismo. Un anhelo caducado apenas un año y medio después. Mientras los servicios vuelven a tirar de la economía, la industria se ahoga en un mar de costes y conflictividad laboral.
La imagen del sector durante los últimos días ha estado marcada por las protestas. Protestas de los trabajadores del metal de Cádiz, que han protagonizado una huelga de más de diez días seguidos para mantener sus derechos laborales. Tras días de angustia, las movilizaciones se han cerrado esta semana con un acuerdo que garantizará subidas salariales de más del 2% para los próximos años.
Pero la herida no se ha cerrado completamente. Empresas y trabajadores temen que en las próximas semanas estallen nuevos conflictos. «Lo que hemos vivido en Cádiz en los últimos días debe tomarse como un toque de atención. Es necesario mejorar las condiciones de determinados empleos, porque si no las movilizaciones pueden extenderse a otros territorios», explica el presidente del Consejo General de la Ingeniería Técnica Industrial de España (Cogiti), José Antonio Galdón.
Lo cierto es que la industria, señalada hace un año como salvavidas económico, vive hoy su particular tormenta perfecta. No solo por la conflictividad social. Aunque en un primer momento la escasez se focalizaba en la falta de microchips, el desabastecimiento ya afecta severamente a casi todo el sector. Y a ello se une el hecho de que los costes energéticos no dejan de subir, lo que ya ha provocado parones de producción en determinadas fábricas. Por si todo ello fuera poco, el runrun de las huelgas se extiende entre los trabajadores, que quieren evitar poder adquisitivo con la nueva ola inflacionista.
La economista de Funcas María Jesús Fernández rechaza la tesis del Cogiti y advierte del «peligro» de propagar los incrementos salariales. «Antes de la crisis de 2008 la inflación permitía a las empresas mejorar sus márgenes. Pero ahora no. Ahora no hay vencedores con esta subida de precios, motivada por nuestra dependencia de las importaciones. Por eso hay que ser cuidadosos al revisar los salarios», opina.
Los costes se están disparando en el sector. El índice de precios industriales (IPRI) subió en octubre un 31,9%, un porcentaje inédito en los últimos 45 años, según los datos publicados por el INE. Con esta subida, el IPRI encadena ya diez meses consecutivos de incrementos interanuales. Fuentes del sector advierten de que esta situación puede desembocar en nuevos parones de
fábricas y, por extensión, de la economía. Además, reconocen que, al igual que ocurre en el sector de la construcción, existen ciertos contratos que están quedando desiertos por los costes que tienen que soportar hoy en día determinadas empresas. Las mismas empresas de alto valor añadido que estaban llamadas hace escasos meses a liderar la recuperación. «Los costes ya están en niveles importantes, lo que puede afectar a la actividad», destacan desde Funcas.
Los sindicatos, por su parte, temen que este caldo de cultivo provoque una nueva oleada de deslocalizaciones. «España debe recuperar su soberanía industrial, porque si no será imposible que el sector gane peso en el PIB en el futuro», destaca el secretario de política industrial de UGT-FICA, Juan Antonio Vázquez. El sindicalista reconoce que el sector se encuentra en un proceso de cambio y transformación, pero también avisa que este proceso «tendrá que contar sí o sí con los trabajadores».
Pese a los deseos de reindustrializar España de académicos y economistas, la realidad es que la industria ha ido perdiendo peso de forma paulatina en los últimos años en el PIB nacional. Según los datos del Cogiti, en los años 70 el sector representaba el 34% de la economía; en los 90, el 25%; en los 2000, el 18,7% y en 2019, el 14,64%.
Fondos que no llegan
Los fondos europeos representaban una buena oportunidad para revertir esta tendencia tras la pandemia. Pedro Sánchez anunció, sin ir más lejos, que entre los primeros Proyectos Estratégicos para la Recuperación y Transformación Económica (Perte) estaría una inversión de 4.300 millones de euros hasta 2023 para impulsar el vehículo eléctrico y conectado. La lluvia de millones, sin embargo, está lejos de calar en el sector industrial.
«Creo que nos hemos hecho unas expectativas muy altas con los fondos europeos que van a ser difíciles de cumplir», explica María Jesús Fernández. «Hay mucha incertidumbre. Las que más necesitan este tipo de proyectos son las pymes, que además suponen el 90% del sector, pero en la práctica son las que más difícil lo tienen para llegar a las ayudas por la burocracia que tienen que atravesar», añade Galdón. También hay críticas desde la gran empresa: esta misma semana se filtró un documento interno de Airbus en el que se cuestionaba el sistema del Gobierno para repartir estos fondos.
Vázquez, que también es delegado del comité de empresa del fabricante aeronáutico, recuerda sin embargo que la empresa «ha recibido miles de millones de la UE» para terminar «deslocalizando parte de su producción» fuera de España. Es por ello que desde UGT consideran imprescindible que los fondos europeos se otorguen únicamente a empresas que se comprometan a invertir en nuestro país, «para volver a tener un sector fuerte». «No se trata de reindustrializar más, sino de hacerlo mejor», concluye el delegado de UGT.