Desde los antepasados de los neandertales a los visigodos
La Garma es el mayor descubrimiento de arte rupestre después de la Primera Guerra Mundial. Patrimonio de la Unesco, contiene 400 representaciones y es uno de los sitios con más manos en negativo de toda Europa. Algunas de las pinturas tienen una gran calidad técnica. «El conjunto es muy interesante porque tenemos testimonios de todas las fases del arte rupestre paleolítico. Hubo gente viviendo en la cueva antes de los magdalenienses y lo sabemos por las pinturas de las paredes», explica Pablo Arias Cabal.
En la Garma se produjeron las primeras ocupaciones humanas de la región cantábrica, hace 400.000 años. «Probablemente eran preneandertales, coetáneos a los homínidos de la Sima de los Huesos en Atapuerca», señala el investigador. «Pero allí usaban ‘Excalibur’ (el icónico bifaz rojo de la sierra burgalesa), aquí algo más rústico pero también una maravilla», bromea Roberto Ontañón. «Es una línea muy prometedora que nos va a dar muchas sorpresas», añade sobre el nivel 5B de la cueva, en cuya base hay una alfombra de huesos, sobre todo de elefante, pero también de rinoceronte o macaco, como si fuera un ecosistema africano. Otra de las sorpresas de la cueva es que en las zonas más profundas hay esqueletos visigodos, «inaudito en una región ya cristianizada. La gente normal se enterraba en cementerios. Fue tan desconcertante que pensábamos que eran paleolíticos, pero no. ¡Llevaban espada y cinturón! Alguien hizo una segunda entrada y les trituraron los cráneos después de descomponerse los cuerpos. Quizás eran personas malditas o había miedo de que se volvieran a aparecer», sugiere Arias Cabal.